viernes, 9 de septiembre de 2011

9. "Otherside" Red Hot Chili Peppers / 10."You Know You're Right" - Nirvana


"Otherside", del álbum Californication (1999)



"You Know You're Right", del álbum recopilatorio Nirvana (2002)

Los intercambios navideños son un invento que debería dejarse morir de una vez. Rara es la ocasión en que la que los participantes quedan satisfechos. Casi siempre ocurre un infortunio capaz de amargarte un mes que en teoría debería ser de paz y alegría. El primer gran riesgo es que en el sorteo te toque darle obsequio a una persona que te cae mal. Me ha pasado varias veces, supongo que influye que la mayoría me cae mal, de modo que es difícil que entre tantos papelitos toque uno con el nombre de los dos o tres individuos con los que te llevas aceptablemente.

Después está la presión de los regalos. Uno a veces no sabe qué dar. Se tiene que calcular un objeto con el precio suficiente para no pasar por un tacaño, pero, al mismo tiempo, debes medirte. Luego resulta feo dar una fastuosidad para recibir a cambio una bolsa con 100 gramos de gomitas. Estresante. Una vez me tocó darle a una chica de la secundaria y como no sabía qué elegir para ella, cometí el error de encomendar la tarea de la compra a mi madre. La decisión tuvo consecuencias agobiantes: tuve que regalar un perrito de peluche de lo más cursi que despertó una serie de burlas y rumores en torno a mi supuesto amor por ella.

¿Saben qué es pésimo? Cuando alguien te entrega una caja de Ferrero Rocher. No discuto su sabor ni pongo en tela de juicio los efectos que produce en el paladar. Los he disfrutado. Pero es un obsequio tan poco original, tan carente de esfuerzo, que uno no puede hacer otra cosa que decepcionarse. Cuando se fija el precio base del intercambio, hay quienes optan por evitar complicaciones y te entregan estos chocolates que cumplen con exactitud la norma común. Grave error. Preferible arriesgarse. Recibir uno de estos equivale a comer un emparedado de jamón en tu cumpleaños. Se supone que debe ser algo especial, algo que, para bien o para mal, puedas recordar una semana después.

Uno de los primeros discos originales que tuve (que eran realmente míos, no de mi padre) fue Californication de los Red Hot Chili Peppers. Estaba en sexto de primaria, y mientras la mayoría de mis compañeros (incluyendo hombres) babeaban por los Back Street Boys y Christina Aguilera, yo tenía en mente a un grupo con una canción fascinante que había conocido por un primo. En el recreo, una compañera se acercó y me dijo:

—Oye, me tocaste en el intercambio. ¿Qué quieres que te regale?
—Se supone que es secreto.
—Pues ya te lo dije, ¿qué vas a querer?
—No sé, lo que sea.
—Dime algo, si no te voy a traer lo primero que encuentre en la cocina.
— Un disco de los Red Hot Chili Peppers.

Y me dio el Californication. Por fortuna traía "Otherside" de la cual no me sabía el nombre. Lo agradecí. Estuve escuchándolo por meses. A nadie le fue mejor que a mí. Días después la compañerita en cuestión me confesó que le gustaba. Acaso por eso se esmeró. Luego me dejó de hablar. No suelo reaccionar con tino en situaciones semejantes. Lo arruino todo.

Puede que haya sido mi mejor experiencia en un ritual de este tipo. Pienso que tal vez sean las sorpresas las que nos traen decepciones, quizás si platicáramos más con las personas y le dijéramos qué es lo que nos gusta, habría menos posibilidades de llevarse chascos. En varios planos, no solo en el de intercambios. Será que sobrevaloramos el misterio, cuando no es para tanto, muchas veces conduce a fiascos. Y aún así no podemos evitarlos. Si alguien me preguntara qué quiero para mi cumpleaños, seguiría dando la misma respuesta: no sé, lo que sea.

Volviendo a la secundaria. Hubo un intercambio, no recuerdo si de Navidad o San Valentín, en el que se decidió hacer un intercambio de discos. La mecánica era simple: en una hoja anotabas el
nombre del que deseabas para que el "enigmático" hombre al que le tocaras supiera qué comprarte. El sistema parecía eficiente, pero tenía grandes desventajas en la práctica. De entrada, corrías el riesgo de que alguien pidiera un disco doble que estuviera descatalogado. ¿Qué hacer en dada situación? Además podía darse que un inconsciente te pidiera una edición importada que no bajara de 300 pesos. O lo que me pasó a mí, en una de las tantas demostraciones que recuerdan lo evidente: estoy destinado a la mala fortuna y a la derrota.

Aparte de que me tocó el tipo más aberrante del salón, tuve que conseguir uno de los lanzamientos más aberrante del momento: Dulce Beat de Belanova. Aún recuerdo lo penoso que fue asistir a un Mix-Up para preguntar por ese disco, tirando por la borda cualquier intento de adquirir reputación entre los empleados del lugar. Me arrepiento todavía de no haberme excusado ante el cajero diciéndole que era para mi hermana o algo similar.

Oh, no esperen. Confundo fechas. Ese, fue otro intercambio, quizás del último año de la secundaria. Al que me quería referir vino dos años atrás. Igual fue de discos, y di lo mismo que recibí.

A mis doce años no sabía qué álbum pedir. Claro, quería el London Town de Wings, mas no podía poner un trabajo tan viejo a lado de los listados de mis compañeros, repletos de novedades relativas a Boy Bands y al "Happy Punk" tan en boga. De modo que opté por poner lo siguiente en la lista de deseos:

El último de Nirvana o Escapology Robbie Williams.

Ni hablar, aún no tenía definidos mis rumbos auditivos. A Robbie Williams lo había visto en videos simpáticos por la tele, así que lo puse como opción sin otro motivo que el de su pericia para bailar como esqueleto. Lo de Nirvana no me queda claro. Tenía la noción de que estaban resurgiendo por el lanzamiento de una recopilación. Creo leí una pequeña reseña en una revista. Y lo pedí, en gran medida, por el nombre: Nirvana. Me parecía una palabra interesante. Lo mismo podía ser un grupo de Hip Hop o de música cristiana, yo lo quería por razones superficiales.

Para mi sorpresa, el chico al que tenía que darle, pidió también ese disco. Era salvadoreño, un poco loco con el que me llevaba estupendo. Me dio gusto que me tocara él y no algún otro malandrín. Y así fue como regalé lo mismo que recibí. Un trato justo, me parece.

Pongo a estas dos bandas juntas porque aparte de la relación que existe en la circunstancias en las que los conocí, son dos conjuntos de los que me separé hace tiempo. En la actualidad no los escucho, y si bien no me desagradan, por ningún motivo los incluiría en un listado de mis 200 favoritos. Con RHCP jamás sentí una conexión especial, tengo la impresión de que sus composiciones no van dirigidas para tipos como yo, sino para jóvenes tatuados que andan en patineta.

Comparto gustos con Kurt Cobain. A los dos nos gustan las Marine Girls, The Vaselines, Pixies, Daniel Johnston y The Clash. Sin embargo, jamás he compartido su filosofía. Le reconozco la autenticidad y los motivos, no así el que sus letras fueran en exceso desmotivantes. Y creo Noel Gallagher pensaba lo mismo aquella tarde en la que compuso "Live Forever" como respuesta a "I Hate Myself and Want To Die". Hay que ver cómo acabaron uno y otro y a lo que uno quiere aspirar en esta vida.


Nota: "You Know You're Right" dista de ser la mejor de Nirvana (sitio que le corresponde a "Lithium" o "About a Girl"), la elegí porque fue el sencillo de la recopilación y la que sonaba cuando los encontré.


9 comentarios:

Ana Karenina dijo...

Recordé muchas cosas con tu Post, jajaja. Y lo curioso fue que estaba buscando cosas de Kurt Cobain (a quién amo con locura) y ¡Zaz! Qué doy contigo.
Ps. Cobain fue asesinado. Ya hice el análisis de investigación forense.

Ana Karenina dijo...

Otra cosa. No es crítica ni nada, pero es que a mí me choca comerme palabras ¬¬' Por eso te aviso... En tu frase "sin otro motivo que el su pericia para bailar como esqueleto." Creo que le faltó un "de".
Ps. Yo sé lo feo que se siente cuando un relee y ve que el post no quedó perfecto.
Ps2. De nada.

Ana Karenina dijo...

*UNO, lo que UNO relee.

Ana Karenina dijo...

Y luego me di cuenta que me sigues en Twitter, qué pequeño es el cibermundo. Como sea, ahora yo también lo hago, fuiste el número 100, deberías de sentirte especial. Bye.

Sheliwirini dijo...

Ah esos intercambios, por suerte hace mucho que no hago uno. Era lo peor tener que estar averiguando que regalar a la otra persona, sobretodo si no conocías sus gustos y además mantenerte en el precio. Después dejé de participar en ellos.

Además no puedo soportar mucho las sorpresas, de pequeña siempre buscaba por todos lados los regalos de Navidad para ver que me habían comprado.

Voris dijo...

yo pienso que los intercambios escolares los diseñaron para que los mocosos hagan enemigos y no se unan contra los maestros.

Bigmaud dijo...

Kamila: Gracias por avisarme del error, ya lo corregí. No importa que revise los textos, casi siempre queda una mancha, en especial ayer que lo leí ya muy tarde por la noche.

Sí, hace poco te di follow. Vi tu blog y me gustó bastante, así que cuando vi que tenías tuiter, no dudé en seguirte por ahí.

Sheli: ¡No! Los regales navideños son diferentes, uno debe esperar a la mañana para ver qué te obsequiaron. La noche anterior está llena de emoción y ni siquiera se puede dormir. Extraño esos tiempos.

Voris: Interesante teoría, parecida a la que tengo con las clases aburridas. Pienso que los maestros te desmotivan para que no aspires a competir en el mismo campo laboral que ellos.


Saludos.

Anónimo dijo...

También pedí el Californication en un intercambio y recibí el Significant Other (en cassette) jajaja FAIL.

“Otherside” era el tema de ese disco que me volaba los sesos.

Bigmaud dijo...

Qué mala pata, oye.