domingo, 29 de noviembre de 2009

Ingredientes de un Restaurante.

El Miércoles pasado acudí a mi tradicional cita solitaria semanal a un restaurante que queda a escasas millas náuticas de mi hogar. Tengo especial predilección por ese lugar porque el servicio es rápido, el lugar estupendo y sobretodo porque como mi tío es el dueño, no pago ni un clavo cada vez que voy. Así son de caritativos con los sobrinos encantadores en mi familia. El caso es que, para mi sorpresa, Juan Rut, mesero y amigo mío de profesión había abandonado el restaurante para probar suerte en un empleo mucho más redituable, el de cerillo en una tienda de abarrotes. En su lugar estaba un muchacho lejano todavía a la edad de cristo. Un primerizo que llegó a mi mesa a atenderme, mostrando una total deficiencia en el servicio al cliente:

-Buenas tardes, qué desea ordenar?
-Buenas, ya sé que por el color de mis ojos pareciera que me sé de memoria el menú, pero me temo que no es el caso.
-Usted disculpe, señor. Ahora mismo le traigo la carta.
-No se moleste, mejor recomiéndeme algo.
-¿Como qué le gusta?
-Las mujeres de cabello rubio sin marido.
-Lo que usted diga, caballero.
-Las que tienen marido también, pero prefiero evitar los juzgados.
-Esto es un restaurante.
-Uno muy bonito, con los mejores clientes además.
-¿Seguro que desea comer?
-Claro, le dije que me recomendara algo.
-Está bien. El platillo del día es salmón albino blanco.
-Déjese de pleonasmos y tráigame una sopa con tenedor que ya se me quitó el hambre.
-Como usted diga.
-Váyase ya, que no me deja ver la pared.

martes, 24 de noviembre de 2009

Más fotos libres de nitidez

Tengo pocas ganas de escribir. Los trabajos de fin de semestre me han hecho teclear tanto que evitaré volver a acercarme a un procesador de textos por al menos un mes. Yo que quería dedicarme a algo donde tuviera que escribir ahora he abierto los ojos ante lo demandante que es y me arrepiento de no haberme dedicado a ser payasito de crucero como mis padres me aconsejaban. Qué desgaste.

Por lo mientras les dejo tres fotos que tomé en tiempos recientes.

Para los fanáticos del deporte, la gorra pirata conmemorativa de los Vaqueros de Dallas, equipo estelar de las Ligas Mayores de Béisbol, célebre por su eterna rivalidad con los Delfines de Nueva York y con las Medias Rojas de Pittsburgh.

15% más baratas que las efervescentes.

Iba caminando cuando de reojo vi una manta de lo que creía era un club para caballeros. Ya vuando volteé bien resultó que no era más que una inocente publicidad de Bonice que sólo busca atraer la mirada de personas de alma pura como yo. Aparte le ponen Helato. Como para que lo relacionemos con una fellatio. Claro, todos ustedes imaginaron lo mismo, verdad? ¿Verdad?, ¿VERDAD?

Me llevé diez,

domingo, 15 de noviembre de 2009

Hallazgos de la semana




¡¡GRACIAS!! POR TU SENCIBLE, "COMPRENCION" (sic)

Un ¿cuadro? ideal para obsequiar a tu amante, la que ve Muévete y que colecciona Tv notas. Treinta pesitos de puro buen gusto.

Esto me lo encontré tirado en mi escuela (¡En serio!). Vi el papelito enrollado en el suelo y por curiosidad lo tomé cof cof. No crean que yo ando dispuesto a gastar 150 pesos por esos servicios en los que discriminan a personas con problemas reumáticos.

Planes frágiles

Central camionera, intermediario horrible e inevitable. Estoy ahí, porque acabo de entrar. Llevo una maleta que sólo trae mi computadora. Es lo único que de verdad necesito. Dentro de ella está parte de mí. Me dirijo a la sala de espera. Noto que hay poca gente, hoy en día las personas tienen miedo de salir. Es preferible quedarse en casa hasta que todo transcurra. Sin que nadie nos avise. Menos a mí.

Antes de llegar me detiene una muchacha. Me pregunta que si voy para Torreón. Ojos verdes inherentes a su belleza. Su cuestionamiento me extraña sobretodo porque jamás la había visto en mi vida. Inspira confianza por su sonrisa con dientes. Deja pocas ganas de mirar a otro lado. Está sola; tiene un montaña empacada en la espalda. Evado la respuesta y le pregunto la hora. Ojalá no se dé cuenta de mi reloj. Dos y media. Sigo sin responder. Ella se adelanta. Sin prisa me cuenta que vino a pasar unos días con un amigo a la ciudad. Por un curso, la única atracción turística de este lugar. Compraron los boletos de regreso hace días. Y justo hoy, su amigo tomó la decisión de expandir las lecciones (esta vez de manera personal) con la maestra cubana de cariñosos modos. Paulina (ya me dijo su nombre) está en busca de alguien que compre el boleto que originalmente pertenecía al ahora amante de la caribeña. Boleto a Torreón con asiento reservado a su lado. Estás de suerte, le digo. Justo voy para allá.

Sin que se dé cuenta tiro el boleto que me sobra.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Mi fatuo intento de contribuir a la noble reventa



Tomar decisiones de último minuto te desprende de aquellas comodidades que cubren a los más precavidos. En el papel, podría sonar intrépido y "aventurero" pero siempre es mejor hacer las cosas con tiempo; tranquilamente. Ayer por la mañana mis planes para ir al concierto de los Hombres G eran mera fantasía. Se suponía que compraría los boletos desde hace semanas, pero diversas cuestiones fueron aplazando las cosas y siendo ya el día del concierto veía como poco serio el lanzarme a ver a uno de los grupos más ochenteros disponibles en el mercado. Era inconveniente, apresurado, fuera de lugar y una flojera de unos veinte kilos se apropiaba de mi persona. En verdad ya no planeaba ir, pero pasaron sesenta segundos (aunque hay versiones de que fue un minuto) que cambiaron mi perspectiva y me dije a mí mismo, ¡Casi estás en Bel Air! oye, no te quedes con las ganas. Así, a unas horas del concierto sin boleto y sin un helicóptero para transportarme partí rumbo al auditorio nacional. Y llegué. Y me acerqué a una venerable anciana con una bella sonrisa y mejillas rosadas que ofrecía boletos amorosamente "al precio" (desesperada porque el concierto se suponía ya debía empezar). Fue justo cuando le preguntaba de cuáles secciones tenía, que una señora de aspecto siniestro vestida civilmente de fachas interrumpió esa reunión de negocios pidiéndole a la viejita que sólo estaba deshaciéndose de los cincuenta boletos que le habían sobrado luego de que sus nietos y bisnietos la dejaran plantada (eso me dijo, qué quieren) que se descubriera para inspeccionarla. Era una policía descortés. Me soltó un cariñoso, Te voy a pedir que te largues, no andes promoviendo la reventa. Me fui por dos razones: la ovación del público estaba llegando hasta afuera o sea que los primeros acordes estaban cerca de comenzar y porque esto no era una película de Rambo como para iniciar una revuelta épica contra la ley armado con una vara sin espinas.

No pasó mucho tiempo cuando una pareja me dijo que todavía había boletos en taquilla. WTF? ¿Qué hacía yo platicando con esa bruja de arrugas en la frente que sólo le quitaba boletos a los verdaderos fans realizando esa práctica asquerosa llamada reventa? En el fondo nunca tuve intenciones de comprárselos, ejem... Por fortuna un ángel de la ley evitó que pecara. Whatever, fui a la taquilla por un papel que autorizara mi entrada. Ya sonaba Voy a pasármelo Bien, así que me apresuré para no perderme más. Llegué para el inicio de El Ataque de las chicas cocodrilo, la segunda canción.

Sobre el concierto, muy bueno. A los Hombres G a veces se les juzga injustamente y se les mete en la misma bolsa que aberraciones como Reik, o sea, la de una banda para jovencitas. Y sí, tal vez su público no sea el más amargado, serio y feo (lo cual es genial desde muchos ángulos) pero tienen una cantidad de temazos lo suficientemente grande para hacerlos uno de los pocos grupos en español a los que admiro. El set list fue básicamente hitero, con todas esas que la gente se sabe mejor que su número de celular con alguna sorpresilla como Solo al llover, Tengo hambre y una de las que me hizo hace años encariñarme con ellos: Rita . Me quedé con las ganas de dos de mi favoritas, La Carretera y Sin ti. Hay que irse dando a la idea de que los grupos por más que te ofrezcan, siempre te quedarán debiendo algo, como para que sigas ahí, a la expectativa de la próxima vez.