El Miércoles pasado acudí a mi tradicional cita solitaria semanal a un restaurante que queda a escasas millas náuticas de mi hogar. Tengo especial predilección por ese lugar porque el servicio es rápido, el lugar estupendo y sobretodo porque como mi tío es el dueño, no pago ni un clavo cada vez que voy. Así son de caritativos con los sobrinos encantadores en mi familia. El caso es que, para mi sorpresa, Juan Rut, mesero y amigo mío de profesión había abandonado el restaurante para probar suerte en un empleo mucho más redituable, el de cerillo en una tienda de abarrotes. En su lugar estaba un muchacho lejano todavía a la edad de cristo. Un primerizo que llegó a mi mesa a atenderme, mostrando una total deficiencia en el servicio al cliente:
-Buenas tardes, qué desea ordenar?
-Buenas, ya sé que por el color de mis ojos pareciera que me sé de memoria el menú, pero me temo que no es el caso.
-Usted disculpe, señor. Ahora mismo le traigo la carta.
-No se moleste, mejor recomiéndeme algo.
-¿Como qué le gusta?
-Las mujeres de cabello rubio sin marido.
-Lo que usted diga, caballero.
-Las que tienen marido también, pero prefiero evitar los juzgados.
-Esto es un restaurante.
-Uno muy bonito, con los mejores clientes además.
-¿Seguro que desea comer?
-Claro, le dije que me recomendara algo.
-Está bien. El platillo del día es salmón albino blanco.
-Déjese de pleonasmos y tráigame una sopa con tenedor que ya se me quitó el hambre.
-Como usted diga.
-Váyase ya, que no me deja ver la pared.
-Buenas tardes, qué desea ordenar?
-Buenas, ya sé que por el color de mis ojos pareciera que me sé de memoria el menú, pero me temo que no es el caso.
-Usted disculpe, señor. Ahora mismo le traigo la carta.
-No se moleste, mejor recomiéndeme algo.
-¿Como qué le gusta?
-Las mujeres de cabello rubio sin marido.
-Lo que usted diga, caballero.
-Las que tienen marido también, pero prefiero evitar los juzgados.
-Esto es un restaurante.
-Uno muy bonito, con los mejores clientes además.
-¿Seguro que desea comer?
-Claro, le dije que me recomendara algo.
-Está bien. El platillo del día es salmón albino blanco.
-Déjese de pleonasmos y tráigame una sopa con tenedor que ya se me quitó el hambre.
-Como usted diga.
-Váyase ya, que no me deja ver la pared.