viernes, 30 de septiembre de 2011

30. "Simple Twist of Fate" - Bob Dylan

Del álbum Blood on the Tracks (1975)

A Bob Dylan le extrañaba que hubiera personas que sintieran aprecio por un disco tan adolorido como Blood on the Tracks, escrito durante el periodo en que la relación son Sara Lownds se vino abajo. Según él, las canciones no son autorreferenciales, detalle que muchos no le creemos. El contenido lleva el aire de la ruptura y, como su título indica, la sangre cae en cada uno de los temas (o senderos). Pasa que el dolor ajeno atrae. Parece extraño, pero es una realidad, acaso viendo cómo los demás sufren podemos sentirnos menos solos, en especial si quien lo hace es una figura con aura de fortaleza como Bob, un hombre que subía al escenario sin importarle otra cosa que el hacer lo que le satisfacía. Como con ninguno de los anteriores, este trabajo lo humaniza; vemos cómo hace berrinche, cómo recuerda, cómo se lamenta. No es ya el joven de "Blowin' in the Wind"que aspiraba a cambiar el mundo, ni el tipo fecundo de paisajes teatrales visto en "Desolation Row", sino una persona en plena madurez interesado sobre todo en la intimidad de la vida en pareja con las memorias lacerando cada línea suelta.

Mi primera aproximación Dylanita no fue del todo afortunada. El primer disco que compré fue una recopilación de grandes éxitos que hasta la fecha veo mal armada. Tenía altas expectativas por la leyenda lo rodeaba así como por la aclamación universal que recibía su obra, de modo que al escuchar el primer tema, "Rainy Day Women #12 & 35", sufrí una tremenda decepción. Lejos de encontrar una gema que cambiará mis perspectivas, me topé con lo que parecía ser (y lo era) una grabación de borrachos sacados de la taberna de un pueblo. Esa impresión inicial tiró por la borda mi entusiasmo. Con las primeras veces hay que tener cuidado, una mala experiencia puede interrumpir un posible devenir satisfactorio.

No sin cierta vergüenza, confieso que "The Times They Are a-Changin'" y "Subterranean Homesick Blues" me parecieron igualmente lamentables. Las primeras aproximaciones dejaron únicamente a "Like a Rolling Stone", "Just Like a Woman" y "Positively 4th Street" con calificaciones aprobatorias. Visto en la actualidad, las diez canciones me parecen soberbias, aunque como decía, considero que la selección está mal armada por no fluir ni tener los suficientes ganchos para atrapar a los principiantes.

Esto fue tan mal que no volví a intentarlo hasta mucho tiempo después. No me quedaron ganas de darle otra oportunidad a ese hombre de voz extraña y música desorganizada. Y sin embargo lo hice, hay que dar opciones para la reivindicación, siempre y cuando existan cierto tipo garantías. Bob las tenía, después de todo había influido en The Beatles y medio planeta parecía amarlo, de modo que accedí. Fui a la tienda y en vez de ir por una recopilación, hice lo que debí hacer desde un principio: tomar un álbum de estudio. Así es como se conoce a un artista, viendo el trabajo como él mismo lo armó, sin que la mano oportunista de las discográficas se note tanto y sin que los clásicos hagan presencia como meros comodines que motiven la compra.

El álbum que adquirí fue Blood on the Tracks. Recuerdo claramente que la sobriedad de su portada llamó mi atención, igual que el título. Lo escuché esa misma noche con la ayuda de un discman con audífonos. No puedo olvidar el momento en el que, desde mi cama, con las luces apagadas, empezó a sonar "Tangled Up in Blue". De entrada agradecí que no hubiera risas ni gritos, tampoco trompetas o errores. Lo que había, en cambio, era una especie de tranquilidad emotiva. El entusiasmo renació, pensé que aquello no podía ser tan malo.

Y no lo fue, así lo comprobé con el tema siguiente "Simple Twist of Fate". Ahí supe que no dormiría hasta el final. Era eso lo que inconscientemente buscaba en Bob: elegancia, reflexión y sosiego. El cantautor en plena forma. Con el bajo sonando discreto, con la armónica deslizándose entre las piedras. A partir de ahí, la relación empezó a fluir. Fuera de "Lily, Rosemary and the Jack of Hearts", las composiciones me impactaron emocionalmente, mientras trataba de descifrar lo que las letras decían, un ejercicio por demás estimulante cuando estaba acostumbrado a digerir sin preguntar.

Hay quienes lo consideran monótono, casi aburrido. A mí por el contrario, me parece un trabajo uniforme que aspira a ser el máximo exponente de la categoría de "discos para escuchar a solas". Blood on the Track es eso: un paraje solitario para reposar en medio de episodios complicados. Sin que nadie se dé cuenta, para que cuando alguien te pregunte si estás bien como en "If You See Her, Say Hello", puedas responder que todo va de maravilla aunque no sea así. Duro y a la vez cálido, sirve como refugio y también como prolongación de la herida.

Cuando fui a verlo en 2008 (una fecha en la Ciudad de México y otra en Zacatecas) quedé con sentimientos encontrados. Por una parte fue mejor de lo que creía (estaba escéptico por las críticas que suelen tener sus actuaciones en directo), pero quedé con la espina clavada por el hecho de que no interpretara ninguna canción de mi álbum favorito. Con el paso de los meses comprendí que eso fue lo mejor, porque ahora cada que escucho "Idiot Wind" o "You're Gonna Make Me Lonesome When You Go", no las asocio con una interpretación libre en vivo con la compañía de miles de personas, en su mayoría apáticas. No, gracias a ese vacío, cada que las escucho lo que viene a mi cabeza es aquella noche en la que acostado en la cama, conocí verdaderamente a Bob. Porque fue ahí el momento en el que hicimos clic, no con los grandes éxitos ni con lo que escuchaba por otros, sino con la empatía producida por dos seres dolidos.


Dice Elvis Costello que hay cosas a las que nunca te acostumbras. En "Simple Twist of Fate", la mujer de la que habla no es Sara, como comúnmente se cree, la protagonista (irónicamente por su ausencia) es Suze Rotolo, de quien se había separado diez años atrás. El tiempo transcurrió sin que Bob pudiera superar una relación que dejó una huella profunda. Lo que él llamaba un "simple giro del destino", los apartó para siempre, dejando ahí la sensación de que algo diferente pudo haber pasado. Era como una gemela, según dice, pero las circunstancias evitaron la unión. Así la guardó dando vueltas dentro de su mente. Quizás se quedaron a deber esa segunda oportunidad de la que hablo. Ahí las consecuencias, dignas de una obra tan tormentosa como esta.


jueves, 29 de septiembre de 2011

29. "Live Forever" - Oasis

Del álbum Definitely Maybe (1994)

La muerte de dos familiares (una a principios de año y otra hace unos días) hicieron que cayera en cuenta de una idea aterradora. No existe una sensación contraria a la que viene con la partida de un ser querido. El antagonismo establecido indica que contra la alegría está la tristeza, pero en situaciones de esta naturaleza no existe un polo opuesto que de algún modo pueda compensar un cúmulo de emociones de difícil descripción. Ver cómo lo anterior provoca llanto, temblores y lamentos en las personas se convierte en un espectáculo poco recomendable si lo que se quiere es pasar una tarde tranquila.

Y este antídoto, que la naturaleza de la vida cotidiana no ofrece, puede encontrarse en la música. No en toda, claro está, sino en unos cuantos intérpretes que han lanzado material digno de levantar el ánimo como si de magia se tratara.

Topé con Oasis en un periodo complicado en el que no encontraba motivaciones. Por su gran popularidad tuve noción de ellos desde una edad temprana. Si me tardé en apreciarlos (casi hasta mediados de los 2000) fue por prejuicios. No podía a escuchar a una banda que le copiaba a mis queridos Beatles sin que me sintiera un traidor. Veía en los Gallagher la figura de un par de oportunistas que llegaron al éxito apropiándose de material ajeno para venderlo entre escuchas que, por juventud, no alcanzaban a percibir la magnitud del robo involucrado.

Tuvieron que irme ganando de a poco. Llegó el tiempo en el que, a escondidas, ponía algunos de sus temas, sin reconocer públicamente que me gustaban. Hablo de "Wonderwall", "Songbird", "Little By Little", "Stand By Me"... vamos, las típicas que veneran los escuchas casuales. Tuvo que pasar todavía un tiempo para que llegara el golpe crucial que significó "Don't Look Back in Anger", presente en una recopilación del MTV Unplugged que había en casa. Sin darme cuenta, empecé a sentir aprecio por ella, la repetía como a ninguna otra de las contenidas en ese disco y pronto admití que aquello era obra de un tipo que no era un simple ladrón de riffs, sino de alguien que llevaba dentro el don de la emotividad.

Con cierta resignación acepté la derrota y fui a comprar (What's the Story) Morning Glory? Qué puedo decir, caí ante sus encantos. Recapacité del error en el que estuve durante años, y aunque sigo comprendiendo a sus detractores (porque fui uno de ellos, usando varios de los mismos argumentos de los ahora me aparto), lamento que mucha gente se los pierda por detalles que, en el fondo, no tienen tanta importancia como parece. Sería una necedad negar la manera en que Oasis utiliza recursos ya antes vistos en sus ídolos y que la mayor parte de su trayectoria no ofrece innovaciones que revolucionen las artes y las técnicas de grabación. Eso es evidente, pero lo que ofrecen tienen que ver con asuntos más importantes, menos objetivos y por tanto complicados de explicar. O no tanto, pasa es que es imposible convencer a los críticos desde esta trinchera. Si he aprendido algo en estos años es que las cosas te enganchan o no. Y no hay nadie que pueda hacerte cambiar de opinión, incluso los intentos de hacerlo solo consolidan tus opiniones.

De cualquier forma, los Gallagher tenían la vitalidad y confianza que yo necesitaba a los 16 años. Sin ser un aficionado a géneros como el gótico, he sido siempre proclive a música, digamos, taciturna. Por entonces escuchaba a Joy Division y de cierto modo empecé a notar que influían en mi estadio de ánimo. Ian Curtis era triste y la belleza de sus canciones estaba invadida por cierta frialdad que terminó por afectarme. Así que los dejé, caí en cuenta que no era un grupo para escuchar a diario y que, si lo hacía, corría el riesgo de convertirme en uno de esos muchachos que utilizan seudónimos depresivos por internet y que pintan rosas negras en sus cuadernos.

Y ahí fue cuando hizo aparición Definitely Maybe, y en específico "Live Forever". Ya con la apertura titulada "Rock 'n' Roll Star" se ganaron mi respeto. Era su álbum debut y lejos entrar con humildad, sentían el orgullo de ser unas estrellas del rock. Lo tuvieron difícil para conseguirlo, así que cuando estuvieron ahí lo aprovecharon al máximo. Eran unos tipos ansiosos por alcanzar el olimpo y que jamás ocultaron sus intenciones de ser la banda más grande del mundo. Y de cierto modo lo eran, porque creían en ello. Ese es uno de los valores presentes en Oasis que suelen ignorar los expertos musicales de boinas y Mac: la importancia de creer en uno mismo, la determinación, el esfuerzo.

Hay miles de compositores más versátiles que Noel y vocalistas con mayor inteligencia que Liam. Pero conozco a pocos que puedan llegarle al entusiasmo y corazón que pusieron en su primer disco. Era eso lo que yo requería, canciones que me hicieran sentir "Supersonic", que me hicieran preocupar menos por el futuro como hacía "Cigarettes & Alcohol" o que me hicieran sentir la pasión de "Slide Away".

Bué, y "Live Forever", qué puedo decir. Luego de escucharla los amé. Ahí noté la diferencia entre Oasis y la mayoría de las bandas que generalmente están más preocupadas por demostrar cuán virtuosas son o lo "atormentado" que es su líder. No, estos ingleses que tuvieron una infancia sin comodidades eran capaces de expresar que deseaban más: que, a pesar de todo, querían vivir para siempre.

Se les acusa de ser arrogantes sin advertir que son de lo más considerados con sus fans. Son cercanos, autores de temas sencillos y cotidianos con los que resulta fácil identificarse. Aunque "Live Forever" esté dedicada a su madre, en ella caben todos sus seguidores; a diferencia de otros letristas, Noel hacía que te sintieras identificado. El we see things they'll never see, you and I are gonna live forever fue un alivio en una época en la que nadie parecía notar por lo que atravesaba y en el que no encontraba a una persona que me motivara. Tener ahí una canción en la que la estrella de rocanrol me decía que era justo como él, supuso el punto de partida para una renovada manera de afrontar el día a día.

Oasis fue más que sonido de fondo. Para mí fue una terapia. Su mensaje positivo me agarró antes de que algún grupo suicida lo hiciera. Son como amigos para mí, por eso los quiero más de lo que los admiro. Sí, era por su determinación. Porque creían en lo que decían, por disparatado que fuera. Una vez leí una cosa muy cierta: escuchando el Definitely Maybe uno puede sentirse invencible. Se lo compras. Con esta composición pasa eso, al menos por unos segundos puedes sentir que tú y los tuyos vivirán por siempre. Tienes que créeselo a Liam por esos gritos finales. Es precisamente esa sensación pasajera la que creo se antepone a la que se da en los funerales.

Por nada hay dejarse caer: But now is not the time to cry, now's the time to find out why...




martes, 27 de septiembre de 2011

28. "I Hope You're Happy Now" - Elvis Costello

Del álbum Blood & Chocolate (1986)

Elvis Costello tiene más de 30 álbumes de estudio. Ha explorado géneros como el Country, Jazz, música clásica, Rock, Folk, Soul. En distintos tiempos colaboró con Paul McCartney, Burt Bacharach y Allen Toussaint. También ha participado en el soundtrack de películas, series de televisión y en homenajes. Y con todo, luego de casi 35 años de carrera, sigue siendo esencialmente un hombre de pubs.

Desde "Alison" hasta su reciente National Ransom, se percibe un aroma a caoba en sus composiciones, ideales para acompañar una Guinness o un Whisky. Jamás fue un héroe de masas, pese a que haya tenido el valor de enfrentar a la multitud del Live Aid solo con su guitarrita tocando un cóver de los Beatles. Porque además, hay que reconocer, el tipo está lleno de agallas. Por eso me simpatiza. Ahí ha estado durante años enfrentando modas y nuevos artistas sin apenas inmutarse, él va a lo suyo, a las canciones trepidantes y melancólicas que atraviesan caparazones.

Y las letras, oh las letras. Cuando colaboraron en Flowers in the Dirt, el disco que levantó la carrera de Paul McCartney luego de varios lanzamientos mediocres, éste mencionó que Costello le fue de gran ayuda porque estaba "lleno de palabras" que completaban las ideas balbuceantes que él tenía. Para mí esto de las letras es vital, incluso me importa más que la música, por extraño que parezca. De ahí que conectara rápido con este hombre que, por si fuera poco, ofrecía melodías de primera.

En México sus discos son difíciles de conseguir. El primero que pude comprar fue Cruel Smile (2002), una obra eminentemente menor en la que se recopilan lados b y descartes de las sesiones de When I Was Cruel. El segundo, un poco mejor, fue The Delivery Man (2004). Siendo sincero me dejaron frío. Con todo y sus aciertos ("Monkey to Man" y "Nothing Clings Like Ivy", por ejemplo) no correspondían a los comentarios halagadores que yo había escuchado sobre su carrera.

Lo empecé a apreciar una vez que tuve contacto con sus trabajos clásicos. Bajar My Aim Is True y This Year's Model fue clave, episodios dorados de mi adolescencia. A partir de ahí el resto vino por inercia. Fui cayendo en las redes de su voz rasposa y cinismo lírico. Me di cuenta que era de los míos, un tipo visceral y a la vez pensante, dependiendo de cómo lo agarrara el instante.

En la etapa media sacó Blood & Chocolate, un disco que, aunque irregular, contiene los que tal vez sean mis dos temas favoritos de su repertorio. Me refiero a "I Want You" y a "I Hope You're Happy Now". Estuve a punto de poner "I Want You" en esta lista, de hecho era la idea original, al final la descarté porque esto ya estaba siendo demasiado azotado, y elegir esa canción en específico hubiera derivado en una escrito lleno de sangre y tripas. Tendrán que imaginar lo que pudo ser el post más dramático en la historia de este blog. De cualquier forma me encanta, porque en ella Elvis se hunde contigo en esos ratos de revés amoroso. Cualquier hombre adolorido la debe escuchar para saber que en la industria musical existe alguien capaz de expresarse de una manera tan cercana que casi lo sientes como tuyo. Si ves la letra, te das cuenta que va sin ninguna floritura, empezando con una tonada de folk donde declara su amor a una chica para luego de un guitarrazo dar paso a una serie de reproches. Se queja de manera amarga, reclama que se haya alejado y haya sido lo suficientemente tonta como para relacionarse con otro, y le amenaza y le advierte. De igual forma la ofende y se burla. Pero detrás de cada línea repite una y otra vez que a pesar de todo, la desea (I want you); porque así es, solo cuando existe un sentimiento fuerte, son posibles ese tipo de decepciones, y la mayoría de las veces no se excluyen, sino que conviven, o, mejor dicho, pelean dentro de la cabeza de las víctimas.

Chicas, les recomiendo nunca abandonar a Elvis Costello. Es un pésimo ex. Tiene la pluma afilada para desgañitar relaciones enteras. Y en este álbum en específico se da más que nunca. Lo compuso luego de la separación con Mary Burgoyne. La primera en ser grabada fue "I Hope You're Happy Now" un título irónico como suelen ser los "buenos deseos" que se lanzan en temporadas de crisis. Similar al "Ojalá que te vaya bonito" de José Alfredo, en donde detrás de las palabras bondadosas, se esconde el deseo íntimo del regreso.

Así, en esta canción, Elvis le desea a su antigua esposa una "vida feliz" con su nueva pareja, un hombre que parece comida congelada y que por ello su amor durará por siempre. Alguien que tiene lo que ella necesita y mucho que de lo que no, y uno que actúa como inocente a pesar de tener las mismas sucias intenciones que todos piensan. Finaliza diciendo que esto le dolerá eventualmente más a ella, y que de cualquier forma, nunca la amó.

Pero le compone canciones y le obsesiona. Les digo, un tipo contradictorio, al que entiendo muchísimo.


lunes, 26 de septiembre de 2011

27. "Je suis venu te dire que je m'en vais" - Serge Gainsbourg

Del álbum Vu de l'extérieur (1973)

Un día de hace cinco años, estaba hojeando la revista gratuita que daban en una tienda de discos cuando vi la imagen de un viejo abrazado de una jovencita. Yo me preguntaba qué tenía de especial aquel hombre, más bien feón, para que una mujer atractiva estuviera tan prendada a él. Me cayó bien, a pesar de todo, el tipo era terriblemente cool. Pensé que todos quisiéramos llegar a su edad con la capacidad de seducción intacta. La imagen promovía el lanzamiento un álbum tributo. El hombre canoso no era otro que Serge Gainsbourg y la muchacha era nada menos que Jane Birkin.

Soy de los que presumen jamás caer en los juegos publicitarios, pero en esa ocasión corrí a comprar el tal Monsieur Gainsbourg Revisited. No sabía nada de él, honestamente, y no importó. Son contadas las ocasiones en las que tienes un presentimiento y esa vez lo tuve, supuse que era un disco que me podía gustar. Y así fue. Leí que, como sospechaba, Serge era francés y que en este disco una serie de admiradores le rendían tributo. Lo interesante es que entre esos admiradores se incluía a Jarvis Cocker, Michael Stipe, Portishead y Cat Power que hicieron adaptaciones sublimes al inglés de varios clásicos del maestro.

Las que más me gustaron fueron "A Song for Sorry Angel" que hasta la fecha considero la máxima aportación de Franz Ferdindand a la música (supera a la original, incluso) y una llamada "I Just Came to Tell You That I'm Going" que ya desde el título anticipaba su grandeza. Era imposible que una canción en la que se manifestaba: solo viene para decirte que me voy, fuera mala. No, bastaba verla en el tracklist para saber que sería una maravilla y así fue.

El resto del contenido era irregular, aunque con la suficiente calidad para que buscara más. Así lo fui haciendo con el tiempo. Ese tributo rindió su cometido, acercó a un joven a las manos de un artista ya fallecido del que no tenía la más mínima idea.

La travesía fue magnífica. Álbumes como Bonnie and Clyde, Initials B.B., Histoire de Melody Nelson y Jane Birkin/Serge Gainsbourg se convirtieron pronto en indispensables por su elegancia y erotismo. De paso me fui enterando de la polémica personalidad del compositor, llegando a ver aquel clásico video donde quema un billete o ese donde, borracho, le dice a cierta cantante americana que se la quiera follar en pleno programa en vivo para sorpresa de los presentes.

Lo cierto es que le entendía poco o nada a sus letras. No sabía francés, de modo que tenía que imaginar el contenido de las mismas. No estuvo mal, lo desconocido atrae, y eso era para mí la carrera de Serge Gainsbourg: un misterio. No sabía de qué hablaba la mayor parte de su repertorio, así que lo adivinaba. Incluso llegué a realizar varias traducciones ficticias en una libreta. Simplemente anotaba lo que me sugería su entonación y las palabras que lanzaba.

Este año entré a estudiar francés. Lo dejé a los tres meses, por culpa de las vacaciones. No quería estar encerrado en un salón durante ellas, mi plan era retomar las clases después del verano y hasta ahora no lo he hecho. Lo lamento porque me gustaba. Y en cada nueva lección fantaseaba con que, como en Vie Héroïque, el espíritu de Gainsbarre se aparecía para darme los secretos de un idioma de lo más complicado.

No aprendí lo suficiente para entender sus canciones. Me quedé con las ganas. Y no está tan feo como parece. Esto me permite seguir imaginando, pensar que esas letras hablan de lo que me pasa, moldearlas a mi manera. Tal vez cuando las descifre me lleve una decepción. Por lo mientras está perfecto. Y es que no importa lo que se diga en francés, siempre sonará bonito.

domingo, 25 de septiembre de 2011

26. "Bobby Jean" - Bruce Springsteen

Del álbum Born in the U.S.A. (1984)


Odio las despedidas. Creo que todos lo hacen. O deberían. Lo que pasa es que es difícil darles la importancia que merecen. Eso de decirle adiós a una persona que quieres, digo. A veces no te das cuenta de que puede ser la última vez de verdad. Que no habrá otra más. Tu oportunidad final. Y puedes separarte para siempre de manera fría sin saber que llegará el día en el que lo vas a lamentar. Es normal, no puedes resumir o concluir años de vivencias con un apretón de manos. Ni con un abrazo. Ni siquiera con un beso. Se necesita mucho más. Y quizás si lo supieras ni siquiera te separarías. te quedarías ahí a un lado sin importar perder el trabajo o mandar al demonio la universidad. Porque repito, uno nunca concibe que una despedida sea definitiva. Es común creer que vendrán otros tiempos como llegaron en el pasado cuando todo parecía definitivo. Pero no, tarde o temprano llega el adiós final. Solo te das cuenta tiempo después cuando estás en la cama pensando en las cosas que pudiste decir y que callaste porque pensabas que llegaría el momento adecuado para hacerlo. Todos esas palabras y pensamientos empiezan a girar por tu cabeza. Te revuelven el estómago. Quisieras tomar el teléfono para remediarlo. Lo terrible es que ya no puedes. No hay nada que pueda hacerse. La historia particular terminó contigo arrepentido de miles de acciones que dejaste como intenciones. Nadie sabe lo sabe más que tú. Si tu familia y amigos te ven serio o decaído se preguntan por qué será. Quizás te cuestionen para que tú salgas con una mentira para salir del paso. Da lo mismo que les digas la verdad. Nadie puede ayudarte. Lo único que quisieras es recuperar lo que se fue.

En esas estaba cuando encontré a Bruce Springsteen. Con "Bobby Jean" se convirtió en un amigo. Consiguió expresar lo que yo llevaba por dentro y que estaba a punto de hacerme explotar. La llegué a escuchar decenas de veces al día. La frustración ahora tenía compañía. Dejé de hundirme a solas. Tenía una sitio al que aferrarme. El tema no daba esperanzas, al contrario, era igual de triste que la situación por la que yo pasaba. Pero de algún modo pude comprenderlo. Hay situaciones que no se pueden superar. Debes aprender a convivir con ellas rasgando tu mente. Según cuentan, el nombre ambigüo "Bobby Jean" se refiere a Steven Van Zandt de la E Street Band que por entonces se distanciaba de Bruce. Sin importar, y como pasa con todas las letras que se cruzan en mi camino, la adapté a mis circunstancias. Para mí "Bobby Jean" es una chica. Y siempre lo será así. Supongo que todos tienen una historia similar con otro nombre y con otro rostro. Ya saben, esa persona con la que tenías mucho en común. Con la que te entendías como con ninguna otra. Que escuchaba la misma música y las mismas bandas que tú. Que te gustaba. Que le gustabas. Tal vez. Que conociste a una edad temprana. Tan cercana que los pronósticos indicaban que eventualmente terminarían juntos. Pero eso no pasó. Por cualquier motivo. Da igual. Y siempre será un peso en la espalda, sin importar que los años pasen. Porque es una de esas cosas que puedes olvidar por un rato, hasta que una tarde sin darte cuenta, recaes y vuelves a esos pensamientos, a esos hubieras y a esa realidad que borra cualquier atisbo de esperanza que se albergue en tu interior.

Hay seres extraordinarios que no se pueden olvidar. Y yo así lo sé. Podré pasar la vida conociendo a personas maravillosas que, a pesar de cualquier intento, no lograrán que quite de mi cabeza esa oportunidad perdida. Una que ahora está a kilómetros de distancia y sin posibilidad alguna. Que siempre estará ahí para recordarme que no hay mañana. Lo que quieras hacer debes hacerlo hoy. De otro modo te arriesgas a un sinnúmero de variables. Con el tintero repleto y sin nada que pueda aliviarte. Habrá quien te diga que así tuvo que ser, que era el destino y que no estuvo en tus manos. Tú, que conoces la situación al fondo, sabes que no es cierto. Al contrario, hubo muchísimo por hacer. Muchísimo que dejaste para el futuro, uno ahora inexistente. Por eso es tan difícil. Ahí está Bruce para expresarlo. Con la voz quebrándose. Sonando más duro que nunca. La inclusión de un piano dulce, casi infantil fue una decisión maestra por darle ternura y vulnerabilidad al tema. Porque así es, no importa qué tan fuerte seas, estas vivencias te pegan. Ni qué decir del solo de Clarence Clemons, demostrando que el saxo es, ante todo, un sentimiento.

Y bueno, como ya he dicho, las personas se alejan. E invariablemente te preguntas si se acordarán de ti como tú te acuerdas de ellas. No sé quién vaya a leer esto, pero si por casualidad eres tú, la única que podría identificarse con lo que describo (y no lo dudes, vaya que me refería a ti), solo quiero que sepas que sí, odio las despedidas, pero más la que tuve contigo. Porque jamás se debió haber dado. Debió pasar algo mucho muy diferente. Tendré que cargar con ese peso, mientras tú tal vez estés riendo con quien ahora estés. Me equivoqué, y sé que no hay nada que ya pueda hacer, solo decirte eso: que debí tomar otras decisiones y hacerte saber que a menudo me da por pensar en ti.


sábado, 24 de septiembre de 2011

25. "Somebody That I Used to Know" - Elliott Smith


Del álbum Figure 8 (2000)

En sexto de primaria conocí a E. Apenas y platiqué con él. Me parecía interesante, eso sí. Tenía un par de hermanos menores que físicamente se le parecían mucho. Iban en la misma escuela. El salón estaba distribuido de tal forma que E estaba en el lugar opuesto al mío. Mi teoría es que no le caía demasiado bien. Yo me inscribí en ese año mientras él llevaba ya una trayectoria en la escuela. Era un viejo conocido. mientras yo era el nuevo. Pasaba por una situación complicada, me graduaría con compañeros que se conocían de antaño, llenos de vivencias y anécdotas en las que yo no figuraba. Aun así, sin saber por qué, terminé por volverme popular. El punto de inflexión llegó en una clase de música. El maestro se puso a contar un cuento sobre un grupo de niños que se dedicaban a practicar Roller Derby; era la estrategia que, supongo, empleó para intentar ganarse a sus alumnos. Mis compañeros decían que era un excelente cuentacuentos. Fueron ellos los que le pidieron que lo hiciera, tomando en cuenta las experiencias gratas de años anteriores donde los había maravillado con su facilidad de palabra e historias extraordinarias.

Hasta antes de ese día, solo había platicado con dos chicos, los que me parecían menos peligrosos. Venía de una escuela con maestros estrictos y poco alumnado (en cierta etapa tomé clases solo con otros tres niños), así que interactuar me parecía complicado. No estaba acostumbrado. Si a eso sumamos que era el "nuevo", tenemos por resultado mi condición como ser marginal.

Entonces el profesor inició su cuento. Me pareció ridículo desde el primer instante. Veía a todos conmovidos, en cambio a mí me costaba disimular el hartazgo, de modo que, para no aburrirme, empecé a soltar comentarios irónicos acerca de los personajes y acciones que describía. No sé por qué lo hice, generalmente no me tomo ese tipo de libertades; sin embargo, ese día algo se apoderó de mi interior, de modo que seguí y seguí diciendo cualquier estupidez que se me ocurría. Lo extraño es que el grupo se empezó a reír. Menos el maestro, claro, que desde ese día no me soportó. Y lo entiendo, yo era un chamaco de 12 años buscando dobles sentidos en cualquier parte haciéndose pasar por ingenioso. Una vergüenza. Pero ser así funciona, me he dado cuenta ahora que no lo soy. Al público le gusta lo simple e idiota. Y yo lo fui esa mañana.

Al otro día empecé a ser abordado por mis compañeros. Varios querían hacerme plática por mi agudeza y capacidad para arruinar actividades elaboradas con ilusión. Conseguí amigos y a partir de ahí, jamás me sentí solo. El único que no se me acercó fue E, que me siguió viendo con recelo, como si estuviera poniendo en riesgo su posición de líder.

Sin embargo, en la secundaria nos hicimos amigos. Era un muchacho inteligente. Empecé a tener charlas verdaderamente aleccionadoras con él. En un recreo me dijo una frase que no he podido olvidar:

¿Sabes por qué me gusta platicar contigo? Porque contigo puedo platicar como con nadie más.

Yo no se lo dije, pero me pasaba algo similar. Con ningún otro podía hablar sobre asuntos medianamente profundos. Al igual que a mí, le gustaba Herman Hesse. Más de una vez discutimos sobre el Lobo Estepario y Siddhartha. Con el paso de los años lo he pensado y creo que nuestra relación tuvo algo de Demianiana. Por E fumé mi primer cigarro. Y el segundo. También probé el alcohol y conocí temas que en otrora me parecían prohibidos. Lo recuerdo como un muchacho lleno de entusiasmo en busca de experimentar lo que se atravesara en su camino. En parte por eso nos alejamos. Yo no era de esa clase. No lo necesitaba, no me nacía. Jamás me volví adicto al cigarro y no me parecía correcto emborracharse a escondidas de tu familia, en especial si tenías trece años.

E fue cambiando. Hubo un año en que el que dejamos de hablarnos. De repente cruzábamos miradas y hasta ahí. De ese modo nos decíamos lo que éramos incapaces de entender. De alguna forma me enteré que se drogaba. Él seguía siendo popular. Yo comprendí que no era necesario, que estaba mejor en lo reducido, con aquellos que verdaderamente me aportaran en algún sentido. Nunca dejé de considerarlo un tipo brillante. No creía lo que me contaban de él. Y un día se lo pregunté. No me lo confesó a la primera. Retomamos contacto nada más. Pasaron dos semanas más para que me lo contara. A partir de ahí se volvió una carga pesada. Antes podía platicar con él sobre historia, música, libros y videojuegos. Después ya no, lo único que podía decirme era que necesitaba dinero para comprar inyecciones. Pasamos de Harry Haller a historias donde me relataba como había empeñado su televisor en tiempos desesperados.

Me aparté de él. No me convenía. Una pena porque lo consideraba especial. Simplemente se transformó. Nunca me ofreció nada. Tomo eso somo su última señal de estima e inteligencia.

De ahí aprendí que las personas cambian. Y que cuando lo hacen, es para siempre. Es difícil traer a alguien de vuelta. Como dice Neil Young: and once you're gone, you can never come back. Sin importar cuánto te esfuerces, ni cuanto lo intentes. Es duro, pero llega el momento en el que debes asumirlo.

Este año volví a recordarlo cuando una persona a la que consideraba única, decidió tomar la ruta que le convenía sin importar lo que esto significara. Lo entiendo, hizo lo que hubiera hecho la mayoría, la cuestión es que yo no la consideraba parte de la mayoría. La creía especial. Uno debe saber que así son las relaciones humanas. De pronto, sin que lo esperes, se rompen los vínculos que parecen eternos. No todos miran al pasado, no todos consideran. Tan solo cambian. Y mientras se han ido lejos, sigues teniéndolos en mente, a fin de cuentas los solías conocer.

viernes, 23 de septiembre de 2011

24. "Soy como dos" - Los Secretos

Del álbum La calle del olvido (1989)


Mal que me pese, me identifico bastante con Enrique Urquijo. En sus letras, repletas de melancolía e intensidad, se reflejan las características que cargo en la espalda. Si me quejo no es porque Enrique me parezca un personaje desagradable ni mucho menos, al contrario, se trató de un talentoso pilar del rock/pop español de los ochenta y noventa. Con Los Secretos compuso varios temas indispensables para conocer una época y su manera de escribir directa y sencilla fue un oasis de tranquilidad en medio de una década repleta de maquillaje y estridencia.

Digo que me pesa porque hasta su muerte prematura no la tuvo nada fácil. Su personalidad cambiante aunada una sensibilidad profunda, lo mismo que le ayudaban a la hora de componer, lo afectaban en su vida personal. Supongo que fue el precio que tuvo que pagar por componer canciones tan cercanas para un grupo de admiradores que hasta entonces no encontraban a alguien tan proclive a la sinceridad.

Con su otra banda, Los Problemas, sacó uno de los mejores álbumes de ruptura amorosa jamás escritos. Se titula Desde que no nos vemos (1998); en él, da cuenta de su frágil interior en donde la contradicción se vuelve un tormento. La pasajera separación con su entonces pareja lo llevó a interpretar una serie de temas llenos de dolor, algunos, por cierto, con la influencia de José Alfredo Jiménez. Entre ellos destacan "No quiero que me veas este noche", una especie de hermana hispánica de "If You See Her, Say Hello" en donde se presentan esos sentimientos encontrados que impiden te decidas por una opción u otra. Al escucharla se nota el ansia por volver a ver a su antigua mujer, a la vez que resiste por estar consciente de que resultaría contraproducente: "Si te encuentras y ella te pregunta / dile que estoy ahora mejor que nunca / que hay otra chica ya / aunque no sea verdad". De igual forma se hace patente su incapacidad para superar al pasado y dejar atrás las elecciones equivocadas: "Si por ti pregunté /creen que no te olvidé / qué estupidez..."

El resto del cuadro lo componen títulos desoladores (varios de ellos cóvers) del tipo "Solo pienso en ti", "Amor se escribe con llanto", "Aunque tú no lo sepas", "Tu tristeza", "Ojalá que te vaya bonito" y "Desordenada habitación" a dueto con Antonio Vega, con quien compartía el vacío de quienes están enfrentados una existencia conflictiva.

Cerca del final viene el que quizás sea el único corte optimista del trabajo: "Continuará". Es lo que tienen las personalidades ambivalentes, y lo que a veces tanto afecta, que aún en medio del pantano se obtienen respiros que la mayoría de las veces no representan otra cosa que la prolongación de la agonía. En situaciones adversas siempre se podrá apelar a la esperanza: "Esta historia, esta historia / no puede acabar, al final de cada página continuará". Si bien este tema ya había sido lanzado 10 años atrás en compañía de los Secretos, resulta cuando menos sintomático el que la hubiera recuperado justo para colocarla al final de una serie letras desesperanzadas, como indicando que, a pesar de todo, era una persona que mantenía hasta el último momento la ilusión de un futuro mejor.

Desde que la conocí, "Continuará" me hace pensar en lo complicado de determinar hasta qué punto vale la pena hacer un nuevo intento. ¿Cómo saber que algo ya terminó? ¿Cómo borrar ese último dejo de ilusión que podría derivar en un nuevo comienzo o la continuación del sufrimiento? Un asunto complejo, no cabe duda, tanto como el interior de Enrique que vivía una lucha interminable.

Una vez me preguntaron con qué canción me identificaba más. Consideré varias opciones, hasta que al final dejé "Soy como dos" de Los Secretos en donde, a pesar de ser cantada por Álvaro, su hermano, Enrique declara mejor que nunca la dualidad de su personalidad. Al igual que él, no me termino por definir, no soy constante y cambio a cada minuto. De repente estoy triste y enseguida animado. Cuando quiero ser amable acabo por actuar como un imbécil, cuando quiero a alguien soy incapaz de demostrarlo y cuando actúo como deseo me siento culpable. Y el pasado me aterra, me va pisando los talones mientras me apuro hacia una dirección que no lleva a ningún lado.






jueves, 22 de septiembre de 2011

23. "Something Changed" - Pulp

Del álbum Different Class (1995)


Tengo una forma de pensar que hace de mis días sean ampliamente tortuosos. Creo que las más mínima acción influirá tarde o temprano en el futuro. Supongo que el haber visto películas como Sliding Doors, Irréversible y Run Lola Run marcó de algún modo mi perspectiva cotidiana. Las personas con las que convivo me dicen que exagero en mis reacciones ante eventos que, según ellos, carecen de importancia. Pasa que, así como lo veo, tomar decisiones significa cambiar tu destino (uso esta palabra con fines prácticos) de manera determinante. Ya hace tiempo me hice a la idea de que llegar tarde a un sitio no es solo llegar tarde a un sitio. Es mucho más que eso. Es perder una sinnúmero de oportunidades y de momentos que ya no volverán. Esto lo aplico a cualquier circunstancia. Yo sé que el haber elegido la carrera que ahora llevo significó una variante tremenda de lo que pudo ser mi existencia. Mejor o peor, la única certeza es que pudo ser diferente. Hubiera conocido a otras personas y hubiera tenido otro tipo de vivencias. Tendría otros conocimientos y otras deficiencias. Tal vez si hubiera optado por Ciencias Políticas como lo pensé, ahora no estaría escribiendo este post. Tal vez hubiera conocido a un ser especial que cambiara mi visión pesimista de las cosas. O si no hubiera estudiado ahora estaría peor que nunca, deprimido y pensando en beber un vaso de cloro.

Nuestro alrededor está lleno de posibilidades que no tomamos, o que ni siquiera percibimos. Baso mi filosofía en esto. Si me cuesta tomar decisiones es porque conozco lo que representa inclinarse a uno u otro lado. Ir al parque y sentarte en determinada banca puede derivar en una amistad o en una pelea con alguien que minutos atrás no conocías. Ponerte una camiseta de tu grupo favorito para salir a la calle puede significar el encuentro con la chica linda con gustos similares a los tuyos a la que siempre estuviste esperando.

No recomiendo seguir estos pasos. Hay veces que creo volverme loco. Me doy cuenta cuando medito durante largos minutos simplezas del tipo: ¿debo tomar el camión o debo caminar hacia casa? como si de ello dependiera el futuro de la humanidad. Me pongo a imaginar los escenarios que podrían presentarse si opto por una u otra alternativa. Tal vez en el camión me asalten, pero también cabe la posibilidad de que a mi lado se siente un anciano que me dé un consejo determinante. Si me voy caminando podría ser tropezar en un hoyo o podría encontrar a un perro extraviado cuyo dueño me recompensaría con una amistad duradera.

Así lo aplico desde a la elección de una caja de cereal en el supermercado hasta a la manera en que me aproximo a los demás, la forma en que gasto el dinero, los libros que leo, los lugares a los que me dirijo, a los textos que escribo, a los pensamientos que callo, a la no asistencia a clases, y cualquier variante que se puedan imaginar.

Muchos dicen que el hubiera no existe. Yo, además de verlo claramente en el diccionario, pienso de manera constante en él. A diario me torturo pensando en las elecciones equivocadas. Sé que de haberme conducido de otro forma, todo esto pudo ser muy diferente. Que no hubiera tenido que apartarme de lo que deseaba y que, acaso, podría estar en otro lugar.

Y sé que en la vida hay instantes que a la postre te hacen decir, fue ahí donde algo cambió. ¿Dónde estaría ahora si te hubiera conocido? Todo pudo ser muy diferente. Esto me recuerda la canción de Pulp a la que dedico esta entrada. La letra es una de las tantas muestras de por qué Jarvis Cocker merece cualquier tipo de elogio. Una homenaje a las casualidades, a las relaciones de nuestra vida, muchas veces surgidas o truncadas a partir de aparentes nimiedades como el quedarte en casa o salir a ver una película.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

22. "My Favourite Dress" - The Wedding Present

Del álbum George Best (1987)

Según The Wedding Present, los celos son una parte esencial del amor. El tema es complicado, los celos tienen una mala fama de la que es difícil librarse. La mayoría los considera como una de las tantas manifestaciones que tiene la inseguridad en las personas y que en una relación sana jamás deberían presentarse.

Yo tengo mis dudas. Empezaré diciendo que hay una serie de variantes de este fenómeno y que cada uno cuenta con matices particulares. Están, por mencionar unos, los del tipo enfermizo, a los que siempre repudiaré, los cuales derivan en comportamientos posesivos y violentos. También se encuentran otros, del tipo privado, que no manifiestan en el exterior pero que causan sensaciones fuertes en el estómago. Quienes lo tienen, permanecen en silencio, ni siquiera los mencionan al ser amado con el objetivo de no pasar por un celoso del tipo enfermizo. Generalmente van acompañados de preocupación y tristeza, sustancias que van quemando por dentro sin que nadie se entere.

He de confesar que yo tengo de estos últimos. No lo puedo evitar, I'm just a jealous guy. Tal vez está mal que yo lo diga, pero esto incluso puede llegar a ser tierno. Nadie es dueño de ninguna persona y no puedes limitar las acciones de alguien más; sin embargo, también es válido sentir inquietud cuando piensas que lo que te apasiona, se te puede escapar de las manos.

Jamás podría prohibirle a otra persona que saliera de casa o que fuera a reunirse con sus amigos (costumbres de los del tipo enfermizo). Se me haría patético, la verdad. En cambio puedo decir que sí hay ciertas actitudes que me resultarían chocantes si se presentaran, como el ser testigo de actitudes cariñosas de parte de la mujer en cuestión con otro hombre. No lo soporto. Y si llegara a pasar, la relación se rompería. Creo que tiene que ver con el alto sentido de exclusividad que tengo. Así como en la escuela no me gustaba que mis compañeros tocaran mi comida ni que tocaran con sus sucias manos mis pertenencias, no me gusta que otro mugroso se meta con lo que yo quiero.

Esto va relacionado con algo que ya había contado. No me gustan las chicas que tienen novio. Pueden ser bellísimas y me pudieron gustar en el pasado, pero en cuanto me entero de se besan con alguien, pierden todo atractivo para mí. Lo que pasa es que mentalmente dejo de verlas a ellas solamente, en cuanto tienen pareja, no puedo evitar imaginar que han perdido cierta inocencia y pureza. Casi puedo ver las capas de saliva y fluidos que hay sobre su piel por los besos que les da alguien más.

Por eso me gusta tanto "My Favourite Dress", porque resume las sensaciones que suelo tener en este aspecto. Hay una línea que dice: slowly your beauty is eaten away by the scent of someone else que me parece brillante. Estoy de acuerdo con lo que dice. Para mí mucho del atractivo de alguien se pierde cuando tiene contacto cercano con alguien que me desagrada (y en esto entra la totalidad de la población masculina, excepto yo). Simbólicamente dejan de oler a cereza para adquirir el sudor y la peste del tipo al que se entregan. Y ahí se va todo al carajo.

Cuido al máximo estos detalles. Son mi tipo de celos: el de resguardo; no en el sentido de sentirme el dueño de un ser humano, que no es así, sino en el de intentar mantener limpia a toda costa la esencia de la que nace mi cariño por una persona.

La letra de esta canción en la que se cuenta el suplicio que supone el ver a la chica que te gustó en el pasado siendo tocada por otro tipo mientras lleva el que era tu vestido favorito, me recuerda que no me gusta lo desgastado, me gusta lo único. No quiero a un ser colectivo, quiero a un ser especial. Que, como decía en esta entrada, en efecto hay quienes no deberían cambiar.

Por ahí anda una versión de Patrick Stump que a muchos les gusta más que la original. No estoy de acuerdo. La versión de The Wedding Present es perfecta por la manera en que David Gedge se deja la garganta en cada palabra y por ese final donde puedes escuchar la furia y frustración convertidas en guitarra.



martes, 20 de septiembre de 2011

20. "Space Oddity" / 21. "Life on Mars? - David Bowie

De los álbumes Space Oddity (1969) y Hunky Dury (1972)


Yo de niño lo que quería era ser futbolista. No habría otra profesión que se me atravesara en la cabeza. En la escuela veía a las matemáticas como una pérdida de tiempo. Con saber sumar me era suficiente para poder interpretar los marcadores y saber cuántos goles hacían falta para ganar. Era admirador de varios jugadores mexicanos. Pedía (sin éxito) a mis padres que me compraran el uniforme de la selección mexicana. Con todo y shorts y calcetas. Porque yo pensaba que si vestías con esa indumentaria, podías entrar al terreno de juego y unirte a los partido oficiales.

Sin ser una proeza, mis habilidades en ese deporte estaban por encima del promedio. En el recreo era común que anotara uno o dos goles. La idea de ser portero no me atraía. Te ensuciabas las manos. Con los pies en cambio, puedes mandar lejos los problemas. O quedarte con el balón para disfrutar de su compañía. No había dolor, excepto si perdías, pero entonces hacía todo lo posible para mejorar y que no volviera a pasar.

Muchos parecen no entenderlo, pero el futbol es la única alegría que hay para una gran cantidad de personas. Hay quienes no pueden comprarse un auto, ni irse de puente a la playa. Tienen que permanecer en casa e ir a trabajar para poder mantener a flote una familia. A duras penas. Llega el domingo, y cuando parece que no hay nada para celebrar, queda aferrarse a un equipo. Ver un partido como si estuviera en juego la vida. Confiar en que los tuyos pueden ganar. Y si lo hacen, bueno, ya tienes una razón para alegrarte. Sin invertir ni un solo centavo. Porque no lo tienes.

Otras de las ocupaciones a las que los niños se quieren dedicar son la de policía, bombero y astronauta. Uno es noble y quiere beneficiar a la sociedad. Más allá de que posteriormente lo sigas siendo, tarde o temprano caes en cuenta de que es difícil, que hay poca remuneración y demasiados riesgos. Terminas por cambiar de opinión o dejas de remar contra corriente. Así lo hice yo, que abandoné el futbol de manera definitiva. Llevo años sin practicarlo.

Lo de policía y bombero lo consideré. Incluso caí en el cliché de querer ser presidente de la república. Lo de astronauta nunca me atrajo. El universo se me hacía un lugar frío y obscuro. No me gustaba un clima tan extremo. Además los planetas parecían lugares peligrosos. ¿Para qué ir tan lejos para ver kilómetros y kilómetros despejados? En la tierra al menos tenemos bancas para sentarse si uno está cansado. Aquí se puede respirar sin complicaciones, no se necesita usar un traje pesado y ridículo. Si usar suéter me da pereza, imagen tener que ponerse una escafandra.

Prefiero vivir las aventuras espaciales a través de las películas y de la música. Cuando pienso en el universo, además de las estrellas y de cuerpos extraños, lo que viene a mi mente es David Bowie. Hay quienes dicen que es un humano. Yo tengo mis dudas. La cuestión es que en mi imaginación hay un sencillo perfecto. En el lado A está "Space Oddity" y en el lado B "Life on Mars?". Las he relacionado siempre, aun cuando no pertenecen al mismo álbum y aunque entre ellas existan tres años de diferencia. "Life on Mars?" es confusa. El título podría sugerir una temática espacial, sin embargo la letra parece tratarse de un escape. Ante lo asfixiante y caótico de nuestro planeta, el o la protagonista se pregunta si habrá vida en ese planeta. Acaso pensando que sería una opción tentadora para mudarse viendo nuestras circunstancias.

"Space Oddity", todavía mejor, toca al espacio exterior de manera directa. Aquí sí aparece el astronauta que muchos jóvenes quieren ser. Pero la historia es tristísima. Me conmueve siempre que la escucho. Una vez fuera de órbita, el Mayor Tom siente el peso de nuestra intrascendencia. En medio del espacio, rodeado de estrellas que se ven diferentes a otras noches, cae en cuenta de una gran verdad: planet earth is blue and there's nothing I can do.

Una de las líneas más memorables de la historia. La canción en conjunto podría transformarse en una película o en una novela, pero no hace falta, así está perfecta; capturando lo pequeño que somos ante la inmensidad del universo. Y una vez asumiendo que hay cosas que no podemos cambiar, Tom decide perder contacto con la Tierra, no sin antes pedir que le recuerden a su esposa cuánto la quiere.

Desde entonces se sabe poco de él. Ha dejado de hablar. Quedó encapsulado en esta canción.



lunes, 19 de septiembre de 2011

19. "Anarchy in the U.K." - Sex Pistols

Del álbum Never Mind the Bollocks, Here's the Sex Pistols (1977)

Para alguien que se conduce con rectitud y responsabilidad a diario, el Punk representa una vía de escape o un modo de suministrar la adrenalina que se necesita para mantenerse cuerdo.

Empecé a escuchar este género a los 16 años, edad en la que buscas diferenciarte de tus padres. No se puede estar escuchando lo mismo que ellos para siempre. Debes mostrar que eres "mayor" y que tienes el triple de vitalidad que ellos. Ya cuando creces te das cuenta de esa esa idea es una estupidez y que no tiene de malo compartir gustos con otra persona.

Antes que entrarle al Metal, preferí el punk, por inmediato, directo y cercano. La mayoría de las bandas no necesitaban hacer voz gutural y hablar de seres infernales para causar un impacto. Tenían otros recursos para lograrlo, y muchos de ellos ni siquiera se lo proponían. Del punk aprendí que la música es para divertirse. Ahí estaban los Ramones, dando muestra de que no es necesario el virtuosismo ni ser culto para hacer una carrera en la industria. Lo importante es la voluntad, la actitud. En lo personal jamás actúe como un anarquista, ni fui violento o drogadicto. Y aun así, sentía a piezas como ""Now I Want to Sniff Some Glue" parte de mí. Porque yo era así de elemental, y cuando me ponía a fantasear con tocar en un grupo, jamás deseé pertenecer a uno como Emerson, Lake & Palmer. No quería tocar en auditorios llenos de personas refinadas. A mí lo que me atraían eran los pubs, la diversión, la velocidad.

Los mejores escritores son los que además de leer, te inspiran a escribir. El punk fue un llamado a la juventud para que no temieran tomar una guitarra y salir a cantar. La primera mitad de los 70 estuvo llena de bandas complejas, enigmáticas, serias...y aburridas. Parecían tan lejanos con sus canciones de 20 minutos y disfraces llamativos. Cuando de pronto surgió un ejército de valientes, principalmente de Estados Unidos y de Gran Bretaña, que, ataviados con pantalones de mezclilla y chamarras de cuero, regresaron el rock a sus raíces.

Yo tenía un prejuicio contra esta corriente, los creía alborotadores y ridículos. Influyó que en la secundaria conociera a muchos aficionados a Blink 182, Simple Plan y Sum 41. Yo creía que eso era el Punk: jovencitos adinerados que se quejaban de manera gratuita tocando instrumentos musicales que sus padres les regalaron en navidad. Me irritaba. Y hasta la fecha, son grupos en los que evito pensar para no sentir náuseas.

Posteriormente me di cuenta de que el movimiento era más grande que eso, y que, al margen de que llegara a ser usado como una estrategia de marketing, en el fondo contenía la esencia suficiente para entusiasmarme.

Los Sex Pistols fueron clave. Tenían a Steve Jones haciendo sonar a la guitarra como una sierra eléctrica pop, a Glen Matlock dando corpulencia y a Johnny Rotten, uno de los grandes frontmen de la historia. "Anarchy in the U.K." ya con esa risa del principio hace sentir vértigo, te hace sentir el peligro. Un peligro controlable, uno que está en tus manos para que lo disfrutes y regodees en él, a diferencia del que puede llegar a vivirse en el mundo real, al que es imposible sentirse atraído.

Sid Vicious sigue cayéndome mal. No tanto como hace unos años; ver Sid and Nancy hizo que comprendiera mejor al personaje. De todas formas jamás se la compré ni lo veo como un modelo a seguir. A mí lo que me gusta es Never Mind the Bollocks, Here's the Sex Pistols, donde nomás toca en una canción y en donde el principal atractivo no es lo que él haga, sino la música misma y el poder que tiene para mostrar que hay otra forma de liberación.


DESTROY!


18. "I Wish It Would Rain" - The Temptations

Del álbum Wish It Would Rain (1968)

En el momento cumbre de Blade Runner (o uno de los tantos, más bien), previo a su muerte, Roy Batty, le dice a Deckard: All those moments will be lost in time, like tears in rain. Apenas con unas palabras, el replicante resume lo efímero de nuestra existencia y lo diminuto de nuestras grandes pasiones. Llena de emotividad, la frase dice algo muy cierto: todo pasará. La plática que tuvimos en el desayuno, el sufrimiento que nos aqueja, la chica de la que nos enamoramos, los poemas que escribimos. Un día moriremos y ya no estarán más. Y habrá alguien que nos extrañe, pero lo hará por un tiempo limitado hasta que su ciclo también se cumpla, hasta que todo pierda significado. Ponerse a pensar en esto puede demoler tu conciencia, da más o menos lo mismo que te esfuerces o que la pases pésimo, a fin de cuentas lo que ahora vivimos será tarde o temprano superado.

La línea, improvisada por Rutger Hauer en el estudio, da cuenta además de lo imperceptibles que a veces son nuestros pesares. Las lágrimas son disimuladas con las gotas de lluvia del mismo modo que son ocultadas cuando las secas con un pañuelo o cuando mientes diciendo que se deben a una basurita que te entró en el ojo. Y aun cuando son vistas, jamás transmitirán a otros el mismo sentimiento que las produce. El sufrimiento es interno y aplicando la filosofía Mozziana, es imposible que alguien sepa cómo te sientes porque el único que es tú, eres tú.

Hasta el día de hoy, puedo decir que he llorado poco. Dudo que en total supere los 20 mililitros expulsados de esa forma. Motivos no han faltado, mas he resistido por una mezcla de orgullo y pudor. Soy de los que se guardan todo. Puedo estar quemándome por dentro y estar sonriendo para que nadie crea que estoy mal y así no molestarlos. Lo prefiero, de verdad. Evito dar explicaciones. La experiencia me ha ensañado que en los asuntos fundamentales, la ayuda sirve de poco. Uno tiene que salir adelante solo, o quedarse estancado por decisión personal.

A las mujeres se les da más lo de la lágrima. Incluso podría decirse que en ellas resulta encantador. Se les comprende e incluso puede hacerlas pasar como seres tiernos que necesita de protección. Para los hombres el asunto es más complicado. Amén de que sirva para desahogarse, el llorar está mal visto socialmente. De inmediato puedes llegar a ser considerado un debilucho sentimental que no merece consideración. Porque sabes, eres hombre y debes ser fuerte. Debes tener la mirada en alto, afrontar los conflictos y pelear contra una pandilla de maleantes para salvar lo que te pertenece. No hay espacio para la vulnerabilidad si quieres triunfar entre los subhumanos, quienes, dicho sea de paso, conforman la mayor parte de la población. Ya lo decía Robert Smith en "Boys Don't Cry", donde ante las presiones sociales, tiene que aguantar el llanto, porque los chicos no lloran y porque hacerlo resulta contraproducente. No solo por la supervivencia entre otros machos, sino también(y sobre todo) porque los miembros del sexo opuesto son intolerantes ante estas muestras de humanidad.

Y sí, el resistirse al desahogo provoca que las sensaciones se acumulen en el interior a la espera de un día explotar. Tan solo espero que, como sugieren The Temptations, eso ocurra un día de tormenta, para que en medio de la lluvia nadie note que estoy llorando. Quizás por eso mi habitación me inspire tranquilidad, porque en ella nadie se percata de lo que pasa. Y es el inconveniente de los días bonitos y soleados, que en medio de ellos uno contrasta, haciendo evidente el dolor.


Aquí una traducción propia.

sábado, 17 de septiembre de 2011

17. "I Can't Explain" - The Who

Del sencillo I Can't Explain / Bald Headed Woman (1965)

Es difícil resistirse a las ofertas. Lo aprendí de mi padre que era (y es) capaz de comprar cualquier cosa, por inútil que sea, si tiene un descuento de por lo menos el 30%. Bastará decir que la última vez que lo vi, compró ochenta carteles del catorce de febrero solo porque los vio a un peso la pieza en el supermercado. Era Junio. Sobra decir que no servían de nada, y que esos ochenta pesos se pudieron emplear en un objeto verdaderamente rentable, algo sencillo de encontar tomando en cuenta que cualquiera basura lo es. Esto se aplica a escalas mayores. Lo he visto comprar cartuchos de tinta no compatibles con nuestra impresora nomás porque están baratos o adquirir zapatos que no corresponden al número de nadie en la familia solo por "si un día se ofrecen".

Estimo que el dinero que malgasta de esa forma, podría servir para adquirir prendas de lujo, o al menos para ir a cenar a lugares decentes de vez en cuando. Pasa que no se da cuenta, y cada que se presenta la oportunidad, desperdicia en acumulado cantidades extraordinarias. Lo señalo, aunque lo cierto es que he tenido el mal tino de dejarme arrastrar por su influencia. De ahí que en más de una ocasión haya comprado ropa que no me gusta o que no me queda debido a que las tiendas, en una estrategia corleoniana, hacen ofertas que no puedo rechazar.

Debo decir que no ha sido del todo malo. O bueno, sí lo es, pero se compensa por el hecho de que gracias a esto conocí a The Who.

Tenía catorce años cuando en un Sanborns vi una caja donde se remataban productos seleccionados. La mayoría eran películas sin renombre y discos de artistas fracasados. Lo destacable es que entre tanto desperdicio, había un disco de The Who. Llamó mi atención de inmediato porque tenía la noción de que contaban con el estatus de jugar en la misma liga que The Beatles y The Rolling Stones. Era una recopilación de grandes éxitos, de las que suelo evitar (prefiero los álbumes para conocer a una banda), así que lo dudé, pero en cuanto vi el precio, no me quedó otra que llevármelo. Eran 49 pesitos.

Llegando a casa lo puse en el estéreo. Obviaré los detalles. Confórmense con saber que la primera canción, "I Can't Explain", significó una impresión asombrosa que aún mantengo. La guitarra de Pete Townshend sonaba actual, el sonido proveniente de las bocinas no parecía pertenecer a 1965, sino a una interpretación en directo desde mi casa. La voz de Roger Daltrey sí que sonaba añeja...oh, pero ese bajo y la batería... eran otro asunto. "Let's Spend the Night Together" era prehistoria a su lado.

A partir de ahí el camino se abrió. Acaso por coincidencia, encontré rebajados en otra tienda a The Who Sell Out, Tommy y Who's Next. Estos, en especial por el primero, consolidaron mi aprecio por ellos. Sin tener que pagar más de 60 pesos por ninguno, siendo que eran ediciones especiales.

Actualmente varios de sus trabajos se me atragantan (Quadrophenia y Tommy sobre todo), ya no me gustan tanto y en lo que va del año apenas los volví a escuchar para escribir esto. Eso no quita que formen parte de las tantas razones que hacen a las etiquetas rojas inventos tan entrañables.

viernes, 16 de septiembre de 2011

16. "Weekend Without Makeup" - The Long Blondes

Del álbum Someone To Drive You Home (2006)


Quisiera poder decir que a todos mis grupos favoritos los he conocido gracias a escenas bellas y especiales de mi existencia. Desafortunadamente no es así, mi relación con una gran porción de ellas nació en momentos de ocio como el de las tardes en las que para combatir aburrimiento, te pones a buscar nueva música.

Internet es uno de los grandes inventos de la historia de la humanidad. No concibo la idea de nuestros antepasados pasando los días sin tener una computadora enfrente. Me da escalofríos de solo pensarlo. Sus posibilidades eran menores que las actuales. Jamás me verán criticar a las redes sociales ni al contenido que, dentro de la legalidad, se encuentre en el llamado ciberespacio. En este aspecto, celebro haber nacido en la época en la que estamos. Pero debo reconocer, al mismo tiempo, que internet ha arruinado un poco la forma en que, al menos en lo que a mí respecta, te relacionas con la música.

Claro, agradezco tener acceso a una cantidad enorme de artistas por medio de blogs, videos en youtube, redes sociales, descargas... La oferta jamás había sido tan amplia, y se aumenta a cada minuto que pasa. Hace veinte años era inimaginable poder conocer a intérpretes de poco fama desde el otro mundo. Los horizontes estaban limitados a lo que tu círculo te ofrecía. No podías buscar opciones, si acaso atrapar las contadas que tenías a la mano. En cambio, quienes tienen internet, gozan de las mismas posibilidades, se derriban las fronteras culturales y de conocimiento, haciendo que con un clic y un poco de tiempo, puedas obtener lo que antes, en el mejor de los casos, tomaba años y grandes cantidades de dinero.

Pero la música es extraña, ajena a cualquier tipo de lógica. De repente te das cuenta y ya te gusta un género que antes despreciabas o deja de gustarte una canción que antes amabas. Lo mismo que se ve en otros terrenos, solo que aquí adquiera una extraordinaria notoriedad.

Disfruto de bajar música, y sin embargo, también siento algo de pesar al hacerlo. Conseguir un disco ahora es tan fácil que ha perdido el encanto. En una noche puedes conseguir 10 nuevos trabajos, escucharlos una vez y luego olvidarlos. El equivalente a la comida rápida ha llegado a este rubro. Claro que tiene sus ventajas, incluso en número pueden superar por goleada a las desventajas, el hecho es que existen ligeros inconvenientes que le impiden la perfección, cosa por demás normal a la que deberíamos estar acostumbrados ya, en especial viendo cómo se manejan los hilos de este planeta.

A la mayoría de mis grupos preferidos los conocí antes de tener una conexión de alta velocidad. Conseguir un disco era complicado, de modo que ponías todo el empeño para tomar el camino adecuado. Hubo años escolares en los que dejaba de comer en los recreos con tal de ahorrar el dinero que me daban para poder comprar un álbum. Cuando ya tenía la cantidad suficiente, iba a la tienda y hacía una exploración de una o dos horas con el objetivo de encontrar algo que valiera la pena. Revisaba con cuidado los estantes, viendo las portadas, considerando alternativas y comparando precios. Cuando sabes que solo cuentas con una oportunidad, tienes más cuidado. Ya con la decisión tomada, iba a casa y escuchaba una y otra vez lo que sea que hubiera adquirido. Le sacaba todo el jugo posible, leía el booklet incluyendo los créditos en letra pequeña.

La sobreoferta provoca que la atención disminuya. Es difícil ponerle esmero y dedicación a miles de temas. Bajas y bajas nuevos lanzamientos sin poder apreciar los matices que solo se revelan con las repetidas escuchas. No hay tiempo, queda tanto por delante que las segundas oportunidades están reservadas para una mínima cantidad de afortunados.

Y no quiero comportarme como un nostálgico (aunque lo sea), de hecho prefiero estar así que como en el pasado, donde te frustrabas por no poder conocer lo que deseabas debido a que tu presupuesto era limitado o porque ni siquiera tenías conciencia de lo que rotaba por ahí. Nomás quería señalar un aspecto interesante sobre cómo ha evolucionado el consumo en esta materia.

Conocí a The Long Blondes en los primeros días en que tuve conexión inalámbrica. Estaba desesperado por bajar lo que fuera, quería compensar el tiempo perdido consumiendo la mayor cantidad de megas que pudiera. Luego de descargar a los clásicos de cabecera, tuve que recurrir a otras fuentes, y como mis referencias no eran del todo extensas, eché mano de cualquier revista que se atravesara en el camino. Iba a las secciones de reseñas y bajaba las que tenían mayor puntuación o una portada llamativa.

Creo que fue en una Rolling Stone donde vi un disco llamado Someone To Drive You Home, titulo que me encantó igual que el arte de portada. Bajé tres canciones: "Once And Never Again", "Giddy Stratospheres" y "Weekend Without Makeup". Cada una fue un deleite mayúsculo. De todo lo que había bajado a granel, fueron las únicas que realmente me entusiasmaron. Pronto conseguí el resto del álbum y se convirtió en un indispensable.

Lo mejor llegó después, cuando busqué información de los integrantes. Ahí me di cuenta de que la vocalista, Kate Jackson, era una mujer guapísima con la que me empecé a obsesionar de manera preocupante. Cual adolescente que agota su disco duro con material diverso, empecé a guardar cualquier imagen de ella que encontrara. Me enamoré. Seguí la estela de las nuevas composiciones y no me detuve hasta su triste separación que llegó, curiosamente, en el día de mi cumpleaños. El año era 2008 y tuvieron que hacerlo por los problemas de salud del guitarrista y compositor principal.

Fuera de cuestiones estéticas que pudieran quitarle objetividad a mi opinión, la verdad es que sigo sin entender por qué jamás fueron populares. Tenían puñados de grandes canciones pop dignas de llegar a los primeros puestos de ventas. Eran los herederos de Blondie y Pulp. Contaban con la imagen, el carisma, las letras. Y aún así se quedaron en la modestia del circuito independiente. Esto de la fama es traicionero. Fluctuante, injusto. Tal como la vida, tanto como el enigma de aproximarse a lo nuevo.



jueves, 15 de septiembre de 2011

15. "The Back of Love" - Echo & the Bunnymen

Del álbum Porcupine (1983)

Escuchar la radio tenía su encanto a ciertas horas durante la década pasada. Cuando no tenías acceso a internet de alta velocidad y querías descubrir algo nuevo, no quedaba de otra que sintonizar una estación con la esperanza de encontrar una tonada agradable. Había, desde luego, una serie de inconvenientes. A veces te encontrabas con una canción a punto de terminar, lo que impedía que supieras si el comienzo era igual de bueno que su final; o, si había un mal locutor, tenías que aguantar chistes lamentables hasta que se dignaran a volver a poner música. O el tener que aguantar programación pésima a cambio de que, como un milagro, apareciera de vez en cuando una medianamente destacable. Lo peor, no obstante, era cuando te enamorabas de un tema sin poder saber siquiera su nombre o el del artista.

Hubo decenas de canciones que solo pude escuchar una vez. El tener una conexión de dial-up impedía que me conectara por las noches, que era cuando las estaciones ponían la mejor música. Además, y por extraño que pueda parecer en la actualidad, la noción de googlear no estaba del todo extendida, había otros buscadores y ninguno tenía la precisión de la que ahora podemos disfrutar. Encima, no abundaban las páginas con letras que permitieran, de algún modo, encontrar a base de fragmentos la coincidencia adecuada. Lo intenté varias veces con resultados negativos; por si fuera poco, cuando lo creía lograr, no servía nada, mi conexión era tan lenta que bajar un mp3 se convertía en una misión imposible. Guardar un archivo de 5 megas, me llevaba una tarde entera, y eso en el mejor de los escenarios, porque era común que la conexión se cayera, haciendo que las cuatro horas que había invertido en llegar al 43% de progreso, se fueran directo al caño.

Comencé a escuchar la radio con cierta resignación. Sabía que si ponían algo extraordinario, lo más probable era que se tratara de la última vez que tendría contacto conmigo. Cuando el tema terminara, nos separaríamos para siempre, sin saber cuál era el nombre de la banda o el título de la pieza en cuestión. Quedaba disfrutar al máximo esos tres minutos de duración, a sabiendas de que la experiencia sería irrepetible.

Tal como pasa a diario cuando caminas a lado de desconocidos que bien podrían tener mucho en común contigo, pero con los que no puedes interactuar por la normas sociales que imperan. Tal vez, sin darnos cuenta, compartamos asiento en el autobús con el que podría ser el amor de nuestra vida. A simple vista no podemos enterarnos de que tenemos cosas en común o que hay coincidencias importantes en nuestra forma de ver el mundo. Lo mismo con las personas que están adelante en la fila del banco o los que están en otras mesas del restaurante. Son un misterio. Soy incapaz de vivir cómodamente sabiendo que quizás me esté perdiendo de grandes seres humanos.

Y ahí estaba yo, torturándome y gozando al mismo tiempo. Por una parte disfrutaba de la selección musical y por el otro estaba triste porque sabía que me estaba despidiendo de ellas al mismo tiempo, que la huella que dejaban en mí se borraría algún día y que no podría recuperarla.

Hubo una canción que se distinguió sobre el resto. Me volvió loco. La escuché un día a medianoche, quedé prendado a ella y no cambié de estación durante una hora con la ilusión de que alguien revelara su nombre, cosa que no pasó y que hizo que me obsesionara. Recordaba que empezaba con un sonido de batería, que era obscura, cantada por un hombre y con un solo discreto de guitarra. Describiéndola así, podrían obtenerse miles de coincidencias, así que la situación era delicada. Difícil realizar una investigación exitosa con tan poca información.

Pasé las siguientes semanas sintonizando la misma estación. Tal vez la vuelvan a poner, pensé. No fue así. De hecho, jamás la volví a escuchar.

De manera paralela, encontré en casa una recopilación doble de synthpop y new wave. Gracias a ella conocí a Ultravox, OMD, Heaven 17, Midge Ure y a Echo & the Bunnymen. De estos últimos venía "The Back of Love", luego de conocerla tuve la impresión de que era del mismo grupo que tocaba la canción que me tenía obsesionado. La obscuridad, las guitarras, la voz del cantante se parecían. Apunté en una hojita el nombre de los Bunnymen con la voluntad de iniciar una búsqueda dentro de su catálogo. La meta era encontrar la pieza misteriosa que empezaba a borrarse de mi memoria.

A las pocas semanas compré la edición especial de Ocean Rain. En la contraportada venía enlistada una tal "The Killing Moon". Tenía vagas referencias respecto a ella. Y, no sé por qué, consideré que tal vez fuera la que andaba buscando. Puse el disco y en automático salté a la pista 6. Hubo una decepción inicial. No, no era esa. Pero conforme fue avanzando, me di cuenta que por sí misma era una maravilla que merecía toda la atención que pudiera ofrecerle.

Los formatos físicos te brindan seguridad. A diferencia de la radio, donde dependía de lo que dijera o no un locutor, con el disco podía consultar letras, duraciones, nombres, equipo. Esta certeza se volvió pronto una necesidad, a partir de ahí empecé a comprar álbumes de manera constante.

Para la radio, decidí hacer uso de cassettes para grabar lo que me gustara. Mis primeros mixtapes consistían en los pedacitos que alcanzaba a registrar. Temas incompletos que formaban un collage musical. Usé muchísimos, no quería que me volviera a pasar lo mismo. En lugar de escuchar, me preocupaba más por estar ajustando la cinta y comprobar que estuviera funcionando correctamente. Cuando se llenaban, las metía un cajón. Rara vez las consulté. En el fondo lo que quería era hallar ese tema viejo que moría en mi cabeza.

Con el paso del tiempo fui escuchando más y más a los Bunnymen. Con cada nuevo disco renacía la esperanza. Pero no, ninguno de ellos contenía lo que estaba buscando. Lo positivo es que caí en cuenta de que esto me había servido para encontrar a una agrupación de alto calibre que pronto se convirtió en una de mis favoritas. De una situación frustrante, nació un nuevo amor.

¿Entonces de quién era la canción que escuché en esa peculiar noche? No lo sé, la he olvidado casi por completo. Aún conservo la idea de que si vuelvo a toparme con ella, la reconoceré de inmediato. Otras veces pienso que no, que mi mente juega sucio y que en realidad no era para tanto. O que ha pasado por mis oídos decenas de veces sin que lo notara por mitificarla de tal forma que la he convertido en una experiencia que quedó anclada en el pasado.

Siempre me quedará la duda, igual que esta certeza:



miércoles, 14 de septiembre de 2011

14. "I'm a Realist" - The Cribs

Del álbum Men's Needs, Women's Needs, Whatever (2007)


En una entrada anterior comentaba que no creo en nada que tenga que ver con brujería, maldiciones o conceptos sobrenaturales. Sin embargo, en ocasiones (por costumbre) uso palabras de cierto modo relacionadas. Por ejemplo, siempre he considerado que tengo mala suerte. O sea, no creo que exista la suerte pensándola como una característica de nacimiento (uno forma con sus acciones el éxito o el fracaso), pero volteo a ver a los demás y me doy cuenta de que, comparado con la mayoría, suelo ser poco beneficiado en cuanto a aleatoriedad se refiere; así que uso esa palabra como un comodín refiriéndome a lo nada alentador del panorama en general.

Sin ser un participante recurrente en apuestas y juegos de azar, desde pequeño la he llevado mal con esto. Mis ojos ardían al ver que a mis amigos les salían el doble de tazos en las bolsas de papas mientras a mí ni uno me salía. Igual he tenido resultados negativos en rifas, sorteos, concursos, volados, pronósticos, e incluso cuando he tenido la fortuna de triunfar, he perdido, como en aquella ocasión en la que fui acreedor a un modesto frutsi gratis que al final no pude cambiar porque el dueño de la tienda se negó a aceptar la tapita rota.

Esto hace que pierdas confianza. Llega el punto en el que crees que todo lo que esté fuera de tus manos va a salir mal, aunque no necesariamente sea cierto. Así estuve durante años, desgracia tras desgracia hasta que un día, eso cambió.

Era el 2008, un año en el que estuve sin estudiar mientras me animaba a elegir una carrera universitaria. Los días consistían en levantarme a las 2:30 p.m., comer, usar la computadora y volver a dormir. No había muchas emociones; la mayoría de la gente iba a la escuela o trabajaba mientras yo estaba ahí echado en la cama. No hice nada útil. Pude aprovechar el tiempo para aprender un idioma o tocar un instrumento y no, la verdad es que no me di cuenta de que desperdicié meses que ahora me gustaría recuperar. No lo sufrí tampoco, de hecho me cayó bien el tener un reposo que me hiciera olvidar el tortuoso último año de la preparatoria. De cualquier forma, los highlights del día radicaban en cosas simples como una nueva caja de cereal en la alacena o la programación de una película agradable por televisión. Así hasta que una tarde leí una noticia que me entusiasmó.

Resulta que The Cribs iban a venir a México. Yo no los conocía hasta que Johnny Marr se unió a ellos. Johnny es mi guitarrista favorito junto a George Harrison, y jamás pensé tener la oportunidad de verlo por aquí (aunque la tuve en 2007, cuando vino como integrante Modest Mouse al concierto que dieron junto a RHCP precisamente, pero era en el Foro Sol, un lugar grandísimo, y este sería en el José Cuervo salón, mucho más íntimo), así que cuando me enteré de la visita que haría con este nuevo grupo, todos mis pensamientos se centraron en ir.

Por desgracia no tenía dinero. No trabajaba, tampoco hacía nada útil que pudiera justificar la solicitud de un préstamo a mi padre para comprar boletos. De hecho mi presencia en casa era víctima constante de comentarios despectivos por parte de mis familiares, de modo que estaba solo en esta empresa con fines musicales.

La fecha se acercaba y por tanto mi euforia disminuía. Veía pocas probabilidades para asistir al concierto. Lo peor es que aproveche los días para escuchar la discografía de The Cribs y realmente me gustaron, en especial Men's Needs, Women's Needs, Whatever, el trabajo que venía a promover. Ya no quería ir solo como un pretexto para ver a Johnny Marr en persona, lo quería hacer también para escuchar un puñado de grandes canciones.

Llegué al borde de la desesperación. Dos semanas antes del concierto estaba resignado a no ir. Y entonces algo cambió. Entré a la página de Sopitas y vi que estaba regalando boletos por medio de una mecánica. Dado los antecedentes, no me entusiasmé demasiado, nunca había ganado nada y no veía forma de que esta fuera la excepción. De cualquier forma decidí participar, nada perdía con intentarlo, además de que era mi última oportunidad.

Se trataba de pronosticar el resultado del partido Atlético de Madrid vs Schalke 04 de la previa de Champions League. Debías incluir los minutos en los que caerían los goles y los autores de los mismos. El que más se acercara, se llevaba el boleto doble. Viendo los comentarios , me di cuenta de que gran parte de ellos apostaban por marcadores cerrados (1-0, 1-1, 2-1, 2-2, 0-0, etc.), eran tantos (más de cien) que era poco probable que resultara victorioso atinando a los minutos de los goles, así que opté por una pequeña goleada. Mi pronóstico fue de 3-0 con un gol de Forlán (28') y dos del Kun Agüero (70', 82'). Confiaba en que así sucediera.

Sí, confiaba. Como pasó con este post, dejé por un rato los pensamientos negativos y realmente pensé que podía lograrlo. Por un día fui un seguidor más del Atleti, olvidé al Real Madrid y los apoyé, quería que ganaran con todo mi corazón. Fue uno de los partidos más emocionantes que he visto en mi vida.

Agüero anotó el primero luego veinte minutos. El Schalke estaba metido atrás, así que ese gol fue como un respiro, aún quedaba tiempo para la goleada que necesitaba. El marcador quedó así al medio tiempo. Sentí nervios, la negatividad volvió a rondar por el ambiente. Los alemanes únicamente defendían complicando cualquier intento de golpe. Luego, al minuto 54, Forlán, un jugador al que detesto, hizo el segundo en una gran jugada individual. Salté del asiento. La proeza ya no era descabellada. Necesitaba un gol más. El problema es que el Atlético no, el partido de ida había quedado 1-0, así que con estos dos goles de ventaja les bastaba para pasar a la siguiente fase.

Pero los jugadores de esa plantilla tenían mucho carácter, y siguieron adelante. Romántico como soy, imaginé que se estaban esforzando para que un muchacho a miles de kilómetros de distancia, pudiera ver a uno de sus artistas favoritos. Es lo que tiene el deporte. El futbol es mucho más que "correr detrás de una pelolita" como se encargan de mencionar muchos imbéciles. Una victoria o una derrota cambia el panorama de vidas enteras, incluyendo la mía en ese instante.

De repente el partido se cerró. Por minutos el Atleti cesó los bombardeos, el Schalke hacía sus intentos por remontar. Faltaban ocho minutos para el final. Lamenté no haber apostado por el 2-0 como habían hecho muchos, tal vez atinando el minuto en el que caían los goles hubiera podido desempatar. ¿Cómo se me había ocurrido arriesgar con un 3-0? En esas estaba cuando de pronto hubo un contragolpe. Se la pasan al Kun quien desborda y se quita a un rival. Tira a portería. El guardameta rebota el balón. El argentino no se rinde: va y la busca. Tira una diagonal cuando aparece un pierna por ahí. Es la de Luis García. El del Liverpool. La empuja. Es gol. Gritos.

Estuve a punto de llorar. No podía creerlo. Ni siquiera temía a una remontada final que me arruinara. Ni a un impedimento externo. Estaba optimista y seguro. Iba a ver a Johnny Marr Era un gran momento.

Todavía hubo una anotación final de penal. Daba igual, nadie había pronosticado un 4-0. Era yo el que más se había acercado al marcador, e incluso había adivinado el minuto en el que se daría el tercero (82').

El amable Sopitas me dio los boletos y fui al concierto. Magnífico, por cierto. Creo que entra en mi top 3 de todos los tiempos. El lugar no estaba lleno, pero el ambiente era intenso. Estuve hasta adelante, y además de deleitarme viendo a uno de mis ídolos, disfruté a una de las pocas bandas que siguen conociendo el significando de la palabra rocanrol. Ryan Jarman estuvo borracho sobre el escenario cantando como si no hubiera mañana, cortándose los labios con el micrófono, bebiendo, tocando y sangrando. En el encore, tomó la decisión de aventarse sobre el público, su pierna cayó sobre mi hombro y el público enloqueció. A duras penas pudo regresar vivo con el resto del grupo gracias a los integrantes de seguridad. Entre tanto alboroto quedé en otra parte del lugar. Mucho más atrás. Desde ahí escuché el último tema de la noche, mi favorito hasta el día de doy: "I'm a Realist".

Después de varios meses, estaba siendo feliz. Me di cuenta de la que vida no es estar encerrado en un cuarto comiendo y navegando por internet. Supe que tenía que entrar a la universidad de una vez (y lo hice). Conocer nuevas personas, escuchar nueva música. Volver a sentir lo que sentí esa noche.

Casi pierdo un zapato. Delante, The Cribs decían: I'm a realist / I'm a romantic / I'm an indecisive piece of shit, una línea con la que me identificaba horas antes. Pero en ese instante no lo hacía. Estaba pletórico. Era otro. Y mientras, sin saber por qué, una chica, a la que jamás le vi la cara, se pegaba peligrosamente a mí. Fue una gran noche. Se la debo al futbol, a Sopitas, a un grupo de Inglaterra... pero sobre todo, me la debo a mí.