jueves, 28 de octubre de 2010

Elimando Unas Junes

Recibí dos mensajes de texto de un número desconocido:

Hola hola doñita muy buen dia. Oiga q hace? Q l parc si jj imvitn un dsayuno herbalife?

Hola hola muy buenas nochs doña ely. Kmo sta, qanto x sus mnsgs oq ya no c aqerda d la banda ¿? Jajajajaja

Hubo un par de días entre la llegada del primero y el segundo. En otras circunstancias (mejores tiempos y menos traumas ) hubiera contestado los SMS haciéndome pasar por doña Ely, o para aclarar al sujeto en cuestión que se equivocó de número o para decirle que intentara estafar a otra persona. Ahora simplemente vengo y lo posteo.

Abrí un blog de traducciones.

Hoy un maestro se abstuvo de devolverme el saludo. Procuraré tener una actitud diferente hacia él sin que se esto se extienda al resto del mundo.

El título de esta entrada no significa nada, fantaseaba con que nadie entendiera lo que digo de manera justificada por primera vez

Otra línea para decir que planeo recuperar la tradición de contestar todo comentario que dejen aquí.

domingo, 24 de octubre de 2010

Spazztube 2.1


Dando clic aquí (primero saluden al hombre que arriba utiliza el micrófono como dardo) irán a mi más reciente colaboración para Spazz: una serie de comentarios breves acerca de los siguientes temas:

Speedway
Teenage Love
I'm Down
Weekend Without Make Up
La Madrague

¿Quieren saber a qué artistas corresponden? entonces hagan lo que les digo y disfruten de los videos incluidos.

miércoles, 13 de octubre de 2010

En gratitud

(Imagen tomada de aquí.)

Estaba sentado en la banqueta. Son muy cómodas. Si un día voy a ser atropellado espero que sea sentado. Vaya desgaste eso de tenerse que poner de pie para morir. Miraba el cielo, que es lo que hacen las personas cuando no hay televisión. Segundos atrás había echado un vistazo alrededor. Nadie interesante; ninguna sonrisa. Iba a perder la mente. Las nubes estaban bien, tenían formas. No las alcanzaba a comprender, no importaba, lo mismo pasa con algunas pinturas que son consideradas obras maestras. No dibujo ni bien ni mal lo cual es una pena, me encantaría ser caricaturista. Pienso en eso cuando un vagabundo se posa a mi lado. Huele mal, ¿dónde se bañan los vagabundos? Alguna vez lo tienen que hacer, creo yo. La fantasía infantil de escapar de casa tenía algo claro: iré a Sanborns a lavarme las manos y la cara a diario. Quiero ser un indigente de categoría. Sería famoso, las propinas serían constantes. Los clientes preferirían dar cinco pesos a una mano limpia que a una ennegrecida. Higiene ante todo.

Las nubes se fueron. Ya no podía verlas. El hombre estaba cerca de mí. No era sólo su pestilencia, había otras cosas que me distraían. Noté que me miraba. -¿Se le ofrece algo? -le dije-, Me está estropeando la velada. -Yo a ti te conozco -respondió. Para mí todas las personas de la calle son iguales. Tienen una mirada similar, están sucios y pidiendo dinero. La ropa que llevan suelen estropearse al máximo por lo que termina por llegar a sus bases: se convierte en tela sin más. Luego el vello facial los cubre, es imposible mirar un lunar que los identifique. -No lo conozco, jamás lo había visto en mi vida y espero continuar de esa manera-contesté. Me levanté. Crucé media calle cuando el vagabundo gritó mi nombre. Decidí regresar.

Necesito un Dobermann. Tengo un gatito que no está dispuesto a morir por mí. El maldito sólo me quería por mi dinero, por mis croquetas. Como una mujer interesada sólo que en modesto. Pude haberme ido de ese lugar pero prefiero el miedo que la duda.

-¿Cómo sabe mi nombre?
-¿No te acuerdas de mí?
-Conozco a un par de embajadores, espero entienda que no presto mucho interés a los de su estilo.
-Una vez me diste una moneda.
-Veo que no le sacó provecho.
-Olvidé darte las gracias.
-No importa. Quien da limosna lo hace más por satisfacción propia que ajena.
-No te lo dije aquella tarde, pero soy un escritor. O lo era, no sé. El caso es que a nadie le gustaban mis poemas. Soy pobre porque lo único que sé hacer escribir. Si supiera pintar casas lo haría. Si pudiera hacer esculturas lo haría. Si fuera capaz de estafar no estaría aquí platicando contigo. Amigo, yo sólo sé escribir, lo cual es una condena cuando nadie te admira. A falta de lectores he tenido que recurrir a pedir dinero.

Sentí algo de pena por él.

-No se preocupe. La gente ya no lee. Mire a Kafka, a Dostoievski, escritores de primera línea que apenas son leídos hoy en día. Apuesto a que nadie en esta calle es un lector ávido. Pregúnteles por esos dos, muchos pensarán que el primero es un faraón egipcio y que el segundo un deporte de alto riesgo. Usted está como ellos. Con la diferencia de que le falta tener libros en la biblioteca, ser parte de algunas enciclopedias y de tener la característica de los grandes escritores: ser respetado sin haber sido leído...
-Tome, es un poema que escribí el otro día.
-No hace falta, hombre.
-Tengo decenas, acostumbro darle uno a todo aquel que se apiada de mí. Ahora me acerqué a usted porque la última vez que nos vimos no traía ninguno. Se lo debo.
-Ahora me tengo que ir, tengo que regar una planta.
-Nos veremos luego.

Llegué a casa. Me lavé las manos. Puse un disco de Neil Young. Abrí el papel que me dio.

Decía:

perdí a un amigo
tenía dos vueltas
una la conocía
era la mía.
le invité un trago
ya se lo había bebido,
estaba la distancia,
él y yo,
solos con el líquido.
para quién escribo,
no sé,
la manera en que vivo,
hace que pase el tiempo
mas no la vida,
así que alzo la pluma,
transfiero palabras
para que alguien,
que tenga sombra,
las salve.

lunes, 11 de octubre de 2010

Maestra Juanita


Recuerdo el año que viví en Monterrey con mucho cariño. En ese entonces era demasiado joven para darme cuenta, ahora doce años después puedo decir que esos 365 días fueron de lo mejor de mi vida. Simpatizo con la ciudad, me duele un poco ver que ahora se encuentre tan mal cuando hace no mucho era para mí cercano a un paraíso. En casa hasta el último mes no tuvimos estufa, no era necesario. Nos la pasábamos en restaurantes, o en puestos de comida callejera. Cada domingo era costumbre ir a un buffet, al de los Generales o al de algún hotel como el Holiday Inn. Subí como veinte kilos. No me percaté, como tampoco caché que había agregado palabras como "vato", "huerco" y "morro" a mi vocabulario. Tengo decenas de anécdotas. Vivía en un departamento, tenía muchos amiguitos: los de la colonia y los de la escuela. Iba en tercero de primaria. Al principio fue complicado porque cuando entré ya todos se conocían. Eran amigos del alma que estaban juntos desde maternal. La gente ahí era sociable, divididos en tribus que no se separaban hasta la universidad. Entonces llegué yo, como el único ente extraño a los alrededores. Me habían dicho que no hablara como chilango ni que mencionara nada del DF porque eso me haría ganar enemigos. No sé, nunca hubo necesidad. Todo transcurrió normal. Fui recibido cálidamente en una escuela pintada de guinda que más bien parecía rosa. Es desagradable que por querer tener una apariencia distintiva los colegios acaben recurriendo a despropósitos semejantes. No, todo iba bien. En la colonia era mejor, quizás hable algún día de ello. Por el momento me limitaré a contar de la maestra Juanita, la negrita en al arroz de esa excelente temporada.

Yo veía que los de primero, segundo, cuarto, quinto y sexto tenían maestros jóvenes y de aspecto simpaticón. Los envidiaba porque Juanita era todo lo contrario, era alguien a la vieja usanza, llevaba ropa vieja y pasaba de los sesenta años. Yo le caía mal. Una vez le entregué mi tarea escrita con letra cursiva y ella no creyó que estuviera hecha por mí. Decía que la letra era demasiada bonita y que yo escribía feo. Me pidió que pasara al pizarrón para hacer una prueba comparativa, -a ver, escribe una M -me dijo. Lo hice, y me salió horrible. Obviamente no es lo mismo escribir en un bello cuaderno con un lápiz bien afilado que hacerlo con un gis moribundo. No necesitó más, ninguna explicación la convenció. Fue la primera vez que me quedé sin recreo.

Era un buen estudiante. De esos que sacaban 8.1 de promedio. Así había sido en los dos primeros años de primaria. En Monterrey todo cambió. La maestra se ensañaba tanto conmigo que llegó el momento en el que dejé de esforzarme. Recuerdo haber pensado "si me va a regañar que al menos lo haga con motivos", fue así que empecé a dejar de poner atención, de estudiar y prepararme para los exámenes. Creo que fue ahí cuando inició la tendencia de mal estudiante que continuaría hasta la preparatoria.

A la mitad del curso hicimos un examen bimestral. Días después la profesora nos dejó ver los exámenes calificados para ver en qué nos habíamos equivocado. Había un seis bien remarcado con rojo en el mío. No le dí importancia, lo guardé en mi mochila. A la mañana siguiente Juanita me estaba esperando en la entrada a la escuela. Me pareció muy extraño. Olvidé decir que tenía un ojo desviado, bizco como se suele decir. A veces costaba darse cuenta que te estaba mirando, Luego de dudarlo unos segundo me interceptó. -Vamos a la dirección -dijo. Ahí estaba la directora de la escuela. Se veía enojada, los ojos de Juanita eran una belleza a lado de los suyos que parecían de pistola.

-¿Dónde está el examen?
-En mi mochila.
-¿Y qué hace ahí?
-La maestra nos los dio.
-No es cierto, directora. Se los presté un ratito para que los vieran nada más.
-Sí se los dio entonces-
-Bueno...sí, pero todos lo devolvieron excepto él.
-No sabía que lo teníamos que regresar.
-Se los dije clarito, joven. No me haga quedar mal por favor.
-Acaban de violar el reglamento interno de la escuela.
-...
-...
-Usted váyase a clase en lo que hablo con la maestra.

Todo un drama sólo porque me había llevado une examen dizque oficial a mi casa. Imagino que hubo un fuerte regaño de por medio porque al otro día Juanita me anunció que estaría dos meses sin recreo. Dos meses, sí. A diario veía cómo todos salían corriendo con el sonido de la campana. Menos yo que me tenía quedar en el salón frío y su focos ahorradores de energía. Cuando no llevaba lunch me daba cinco minutos para ir a comprar algo a la tiendita. Luego regresaba a hacerle compañía. Ahí estábamos los dos, sin decir nada. Ella con su chayotes al vapor y yo con mis sincronizadas frías. De lejos se escuchaban gritos de diversión, celebraciones de gol, risas , caídas. Miles de instantes irrepetibles transcurrían conmigo sentado en un pupitre.

La malvada no se rindió, ¿no tenía otra cosa que hacer? No, no se llevaba bien con los maestros. Una vez le pedí a mi ángel de la guardia hacerla cambiar de parecer. Algo me decía que luego de una o dos semanas se hartaría y levantaría el castigo. No sucedió. Probablemente no quería estar sola y yo era su justificación. No tenía a nadie en el mundo, así que sólo le quedaba joderme a mí. Fantástico.

Creo que los dos meses se extendieron, perdí la noción del tiempo, el caso es que perdí muchos recreos hasta que un día dijo las palabras mágicas:

-Ay, Carlos, ya vete. Diviértete.

Animado, salí corriendo con una sonrisa de oreja a oreja que se vio fracturada con el sonido de la campana. El tiempo de descanso había terminado justo cuando llevaba catorce segundos afuera. Miré hacia atrás y por primera vez la vi sonreír.

***

Debo decir que esto no fue lo suficientemente fuerte para arruinarme la vida. Semanas después de terminar el curso dejé Monterrey junto con mi familia para no regresar. Me pregunto si esta señora seguirá dando clases, y si tendrá ahora otras víctimas. Ya les contaré de algunos otros de mis maestros en otra ocasión.

jueves, 7 de octubre de 2010

El mundo necesita más árbitros alemanes


Para quien no se haya enterado: el video pertenece a un partido de la segunda división alemana. En medio de una jugada, Peter Niemeyer del Hertha BSC intenta tocar el hombro de la árbitro Bibiana Steinhaus. Antes de lograrlo, la mujer da un paso atrás por lo que el jugador termina por tocar ligeramente su seno izquierdo. En lugar de enojarse, hacer como no que pasó nada o sacar una tarjeta amarilla, Bibiana se echa a reír.

Me encantó la reacción. Da gusto que todavía existan personas con sentido del humor, que aun en el trabajo, sepan relajarse y entender que hay algunos errores que no merecen el drama. Ojalá todos siguieran su ejemplo. Y no estoy diciendo que salgan de sus casas a manosear mujeres, ni que, si son chicas, permitan que cualquier desconocido se aproveche de ustedes. No, lo que quisiera es que todos nos relajemos un poco. Las calles están llenas de individuos que se ofenden y te echan bronca si apenas los rozas con el hombro al pasar a lado de ellos. Acá tenemos la idea de que los alemanes son todos fríos y que los latinos somos cálidos y amables. Y no, gran parte de la gente es todo lo contrario. Andamos muy alterados, cualquier pequeñez es motivo de furia. Tranquilos. Estamos llenos de fallos, cuando menos burlémonos de ellos. La menor sonrisa es mejor que cualquier coraje.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Trayectoria criminal




Hoy estaba tan dormido que estuve a punto de robar un libro. Cada que me aburro y tengo unos minutos de sobra entre clases voy a la biblioteca. Ya he hablado un poco de ese lugar acogedor el cual brilla por su poca ventilación. Tienen algunos buenos títulos, alguna vez pensé en sustraer uno, cambié de planes cuando lo pude conseguir por mi cuenta. Analicé la situación y llegué a la conclusión de que, como nadie lo leía, no afectaría mucho que lo "perdiera" y pagara la multa. No era una atrocidad. Poco después preguntando en Porrúa resultó que me lo podían conseguir; una edición ochentera ligeramente fea. Leíble, eso sí.

Desde entonces todo siguió normal. Hasta hoy, que el maldormir me tuvo sin concentración. Luego de leer más o menos tres páginas decidí irme del sitio. Al cruzar la puerta empezó a sonar una alarma escandalosa (como toda buena alarma). Genial, traía el libro junto con mi libreta y copias. No me había dado cuenta que lo llevaba conmigo. Tampoco creía haberlo dejado, nada, simplemente no pensaba. La dependienta del la biblioteca se acercó a mí, le entregué el mamotreto rápidamente. Ni siquiera me disculpé lo suficiente, en otras circunstancias hubiera iniciado un discurso para limpiar mi imagen, algunas palabras para que creyera que fue sin intención. Le habría contando sobre la pésima semana que he tenido, que tenía sueño. No lo hice, se lo dí y me fui rápidamente. Estaba muy cansado.

Lo malo de tener un blog añejo como este es que ya no te acuerdas bien si ya contaste algo. Recientemente sobrepasé los 300 posts ¿Ya escribí de la vez que robé unos carritos de un Aurrerá? No lo sé, de todas formas ya que estamos en esto vale la pena contarlo.

Tenía ocho años. Era todavía más inocente que ahora. Los surpermercados tenían menos ofertas y más ilusión. Había unos aviones y carritos de juguete encantadores. Traían un impulsor que al ser presionado los hacía salir disparados. Muy bonitos. Los tomé y le dije a mi papá:

-¿Cuál me quieres comprar, el avión o el carrito?

No entendí por qué se río. No sólo le estaba dando la oportunidad de comprar algo divertido (mucho más que los alimentos que llevaba), además le estaba dando opciones a elegir. Tenían tan buen corazón que, aunque me gustaba más el carrito, le daba la última palabra a él. No fuera que se sintiera triste por mi elección. Dijo pídeseloalosreyes o alguna palabra que no entendí. Yo no podía hacerlo. En México hay millones de niños y en la tienda sólo tenían veinte juguetes así. Si parpadeaba se acababan. No había otra opción. Me llevaría los carritos y para compensarlo no le pediría a los reyes eso, sino un juego de nintendo. Era lo más justo que podía hacer.

Estuve unos veinte minutos haciéndome tonto hasta que mis padres terminaron las compras. Cuando se se dirigieron a la caja los perseguí. Tenía la caja del juguete en mis manos. Las coloqué a mis espaldas para que no lo notaran. Imitaba el andar de Sherlock Holmes sin saberlo. Seguí en la mía hasta llegar al auto. Antes de salir un policía se me quedó viendo. Le sonreí, y me devolvió el gesto. No sonó ninguna alarma.

Debo decir que no me sentí mal. Hoy en día no lo haría, no por miedo, por cuestiones éticas. Pero en aquel tiempo no estaba tan consciente de lo que hacía. Y no es que fuera por la vida como un demonio, al contrario, era tranquilo y educado. Tenían miles de artículos en Aurrerá. Sólo pagaban los adultos. Ellos a quienes les daba pena caminar raro y sonreír a la autoridad.

Y ahora soy así.


martes, 5 de octubre de 2010

No me duerman que estoy despierto


Although I laugh and I act like a clown. Beneath this mask I am wearing a frown.

Urge que cambie hábitos de sueño. la humanidad lo necesita. Tres veces a la semana entro a las siete y dos a las ocho. Para el primer caso me baño en la noche, para el segundo en la mañana. Poco a poco he ido prolongando el límite para dormir. A los doce años era simpático irse a la cama a las doce y media. A la una a veces. A los quince la una se consolidó como hora de almohada y ahora casi a los veintidós lo más común es que duerma a las dos y media. Lo cual es un problema. Uno grave, no es cualquier cosas dormir cuatro horas. Puede que luego tome una siesta en la tarde, está bien, mas no es igual. Incluso a veces acabas peor. Duermes, digamos, hora y media, bien, ese periodo que no es ni corto ni largo hace que despiertes en estado zombi. Entonces es media hora o una hora más en lo que despiertas por completo. Eso significa que si la tomo a las cinco tendré que esperar hasta las siete (o más) para desarrollar una actividad física o intelectual de manera decorosa.

En las pasadas vacaciones con cierto dejo de inocencia había tomado la determinación de hacer tres cosas a diario:

  • 1) Ver una película
  • 2) Escribir durante una hora
  • 3) Leer

Lo primero resultó francamente imposible. Estar 120 minutos frente a una pantalla es demasiado cuando una combinación de ansiedad, deberes y necesidad fisiológicas se cruzan en el camino. Lo segundo también; terminé por caer en cuenta de que con este ritmo sólo me quedan seis horas productivas. A lo mucho le puedo dedicar 30 minutos, en el mejor de los casos. La lectura es lo que más o menos he mantenido. Eso sí, mi ritmo bajó dramáticamente en los últimos dos meses. Ese primer semestre de 2010 en el que leía seis o hasta siete libros al mes ha pasado. En Septiembre a duras penas leí uno. Siento que algo anda mal con el tiempo. Siento que me dan menos de lo que me corresponde. Algún lacra debe estarse quedando con esos segundos que tanto extraño. Hay una anciana, la conocí el otro día. Tiene 94 años, se ve perfecta. Ríe y bebe. Mueve los brazos, platica, come, respira. Está mejor que yo, investigaré si no es ella.


lunes, 4 de octubre de 2010

Ropa vieja


Soy malo para recordar nombres de calles así que no les inventaré una, sólo diré que iba caminando por una de ellas cuando vi un aparador repleto de playeras. Esto comúnmente no significa nada especial, más si tomamos en cuenta que compro ropa más o menos cada que se inauguran los juegos panamericanos. Pasa que llevo meses buscando una camiseta negra con el logo de los cazafantasmas y vi en ese lugar una posibilidad seria de encontrarla.

Cuando entré a la tienda vi tantos colores que eché un vistazo rápido en busca de una olla de llena de oro protegida por un duende. En su lugar estaba la encargada del lugar dándome las buenas tardes. No todos los días se puede tener suerte. Ni hablar, es algo que he comprobado a diario.

Playeras rosas, diseños con flores y corazones... no veía a ningún fantasmita por ahí. Al parecer en ese lugar tenían algo contra los seres sobrenaturales.

-Disculpe, buena mujer, ¿Dónde se encuentran las playeras de hombre?
-Son esas.
-¿Cuáles?
-Esas, las que acaba de ver.
-¿Las rosas y verde fosforescente?
-Sí, se están vendiendo mucho.

Entiendo que los hipsters busquen a toda costa un modo alternativo de estilo, entiendo a que haya personas a las que les guste arruinar la vista de los demás, entiendo que debe existir apertura... ¡Pero esto es excesivo! Las divisiones de la moda y masculina se reducen paulatinamente. Llegará el día en que la única diferencia entre la ropa de mujer y la de hombre sea la persona que las usa.

Si hubieran tenido un buzón de sugerencia pediría que incluyeran diseños relativos a las películas de Stallone para compensar la situación. Como no, vengo y hago este post.

Vean si no cómo se vestía hace unos cien años:



Como pueden ver hay una diferencia clara entre ambos sexos. La hembra luce una bella falda con blusa escotada. Para resaltar su femineidad incluso trae accesorios de la más alta manufactura como lo son el machete y la carabina. A la derecha, el esposo va descalzo (los zapatos son invento para niñitas), con un pantalón que leguas se nota, raspa; una camisa obscura ataviada con un pañuelo. Todo coronado con un sombrero y un trapo que le cubre media vista. Un aplauso respetuoso para él.

Vean en cambio la degeneración a la que hemos llegado:

Si bien el chico que trae los audífonos puestos puede pasar por alguien relativamente decente (no así su cabellera excesivamente cuidada), el pelirrojo resulta perturbador por donde se le vea. La atractiva dama que posa en medio de la fotografía tendría más posibilidades de entrar en una convención de misóginos que él. Comúnmente la camiseta sin mangas es usada por sujetos petulantes que gustan presumir de levantar y bajar pesas (huy, denles las llaves de la ciudad), este no es el caso, en esos brazos hay menos músculo que en una barra de aluminio, así que no hay cómo justificar semejante vestimenta. Igual mis fuentes no ofrecen mayor información por lo que esa imagen bien pudo ser tomada en una fiesta de disfraces, por lo que prefiero no juzgar...

El anterior es un ejemplo light (no hay por qué inundar el blog de imágenes gore) , he visto casos extremos de supuestos hombres con jeans fucsia que dejan bastante qué pensar. Lo importante es recalcar un hecho trágico: ¡Sigo sin encontrar la maldita playera!



*Mujeres: Manden al diablo los limitantes pantalones y regresen a las faldas. De las cortas, por aquello del calentamiento global.

Hombres: Dejen el guardarropa de sus hermanas en paz.

sábado, 2 de octubre de 2010

Mi mamá me Momus


Es imposible que cague si no tengo algo para leer entre manos. Una vez un maestro nos dijo que lo único que nos diferenciaba de un animalito cualquiera era que nosotros podíamos leer mientras defecábamos. Eso nos humanizaba, y hacía menos humillante la experiencia. Ya desde antes de esa clase era para mí obligatorio llevar una revista o un libro para acompañar. Hay gente que no tiene la costumbre, lo experimenté y (sufrí) la vez que fui a la casa de un familiar político. El maldito no tenía un revistero ni un libro a la vista. Generalmente no uso baños públicos o ajenos. Esa vez me urgía. Y no quedaba de otra. Estaba en un dilema porque necesitaba bajar doscientos gramos pero no había nada qué leer. Me debatía entre la obligación orgánica y mis principios. Cuando no aguanté más, decidí sentarme para cagar mientras leía toda la información que venía en la parte de atrás de una pasta dental. Ingredientes, recomendaciones, números de atención al cliente, dirección de la fábrica. Necesitaba mirar letras. Luego seguí con un enjuague bucal.

En casa es otra cosa. Tengo un gran regimiento de lecturas para estas ocasiones. La semana pasada tomé un viejo ejemplar de Rockdelux. Ya sentado me di cuenta de que ya casi me la sabía de memoria. Cada artículo, cada reseña, cada columna. Todo había pasado por mis ojos. Vaya desperdicio, me dije. Es una pérdida de tiempo releer algo de lo que todavía te acuerdas. Luego hojeé la mágazine esta, y encontré algo desconocido. Era una entrevista que la verdad me apetecía poco. Traía la foto de un tipo con un parche en el ojo. Era feo. Si hubiera tenido la opción de leer una entrevista a Paris Hilton la hubiera tomado. Pero no. Esa era la única página de las noventa que conformaban la publicación. De hecho era la última.

Sin otra alternativa empecé a ver lo que el tipo decía. No era ningún tonto, me di cuenta de inmediato. Sus respuestas eran buenas y simpaticé con él. Casi al principio empezó a hablar sobre aquella célebre frase de Andy Warhol en la que decía que en el futuro todos seríamos famosos por quince minutos. Momus (así se hace llamar aunque su nombre real es Nick Currie) lo corregía, y decía que lo que tenemos, gracias a Facebook y las redes sociales, es una sociedad en la que todos somos famosos para quince personas. Según esto él creía, años atrás, que internet lograría segmentar el mercado de manera que llegaría el momento en el que el mainstream desaparecería. Hay tantas opciones, tantos blogs de descargas, tantos banditas de Myspace que es imposible concentrarse en un sólo grupo. Ya no habrán un fenómeno como la Beatlemanía. Luego agregó que recientemente había cambiado de opinión. Facebook no había evitado que todos siguiéramos al pendiente de lo que hacía Madonna. U2 sigue llenando el estadio azteca.

Otra cosa que me llamó la atención fue su simpatía por los trolls de internet. Según Momus la gente de internet se toma demasiado en serio así misma y cree que los Trolls son lo más cercano a artistas cibernéticos. Los compara con Gainsbourg y Jacques Brel (a los que llama "Trolls con discurso") por provocadores.

A la mitad estaba completamente enganchado a sus palabras. Mis necesidades fisiológicas habían concluido, no así las ganas de terminar con la entrevista. Venía un extracto de la letra de una de sus canciones llamada "The Homosexuals" la cual dedicaba a obreros de la construcción que lo insultaban y lo llamaban gay cada que pasaba cerca de donde trabajaban. En sus actuaciones en vivo cambiaba el "ellos" por "tú" para incomodar al público, mirando directamente a uno o más de los asistentes haciéndoles creer que se dirigía a ellos:

Tu sordera pasa por amor a la música,
me llamas homosexual,
pero no voy a sacarte de tu error,
mejor me acostaré con tu mujer,
y le haré cantar notas de placer,
que tú nunca escucharás.


El texto continúa en ese tono, más adelante se mete con Alan McGee quien alguna vez lo acusó de hacer "música de clase media". Currie antes era un artista de Creation, luego se salió por diferencias. Para él, Mcgee está obsesionado con eso del conflicto de clases, cuando debería estar más preocupado por el estado de la música indie que se la ha pasado siendo un reciclaje de lo que se hacía en los setenta.

Un personaje interesante, sin dudas. Luego investigué para enterarme que el parche del ojo no lo usa por cuestiones estéticas. Perdió la visión luego contraer una enfermedad por usar un lente de contacto sucio. En 1999 sacó un álbum titulado "Stars Forever" con treinta temas, cada uno escrito especialmente para una persona. Las hizo por encargo, ofreció sus servicios a mil dólares por canción.

Dejo dos para quienes no lo conozcan:




En ATN.

viernes, 1 de octubre de 2010

Mierda de artista

La de arriba es una de las noventa latas que tuvieron la fortuna de alojar 30 gramos de mierda auténtica de un artista italiano. La envidia de toda letrina, vamos. Piero Manzoni fue un provocador que constantemente hizo una crítica al mercado del arte en sus obras, a las cuales cargaba de fuertes dosis de egocentrismo. Entre las las más llamativas se encuentran "Sculture Viventi", una base mágica que convertía en una escultura viviente de su autoría a todo el que se subiera a ella; "Fiato d'artista", globos que contenían su bendito aliento; otras curiosidades incluyen performances en los que invitaba al público a comer huevos que traían marcada su huella dactilar y la creación de líneas trazadas sobre tiras de papel resguardadas dentro de tubitos certificados.

A diferencia de quienes venden la ociosidad y la simpleza como arte conceptual, bajo el amparo de cómplices disfrazados de expertos, en Manzoni siempre prevaleció la burla y el desprecio hacia aquello que lo recibía con los brazos abiertos. Basta decir que "Merda d'artista" valía literalmente su precio en oro y que, con el tiempo, su valor fue aumentando, hasta nuestros días en los que cada latita se valora en unos 30000 euros. Sería interesante conocer la opinión de este hombre sobre el hecho de que lo que un principio se trató de una ironía poco sutil, se haya convertido en un ladrillo más de la pared del despilfarro masturbatorio del coleccionista moderno; nos tendremos que quedar con la duda, gracias a tuvo la mala idea de morir hace ya casi cincuenta años.

Cuando el dadaísmo se aburguesó, cuando se convirtió en un refugio fácil, hubo necesidad de criticarlo. Siendo el dada un movimiento contestatario, bien podríamos definir los trabajos de Manzoni como críticas a la crítica. O también como un "anti anti-arte".

El contenido de las latas ha sido cuestionado en varias ocasiones. Cualquiera que haya defecado alguna vez, sabrá que la idea de juntar y distribuir caca no es tarea fácil. Recordemos las veces en que nos han hecho llenar frascos de Gerber como prueba de ello. Algunos creen que dentro de esos contenedores hay otras cosas como puré de papas o mierda de canario (sin instrucción artística). La verdad es que da igual, lo importante es el significado y la leyenda que los rodea. Por lo mismo casi ninguno de los propietarios ha tenido prisa de ir a la cocina para hacer uso de un abrelatas y comprobarlo. Excepto por uno, que años atrás se atrevió a investigarlo para darse cuenta de que lo que había adentro, era otra lata de mierda.

Dalí decía que la diferencia entre una fotografía y una pintura de Velázquez eran seis millones de dólares. Probablemente lo que nos separe de una galería sea la cadena del inodoro. Ténganlo en mente.