jueves, 25 de febrero de 2010

Minina

Hay detalles que de pronto hacen olvidar el aburrimiento, pequeño monstruo que siempre está ahí a la espera de ser detectado por la falta de ocupaciones interesantes.

Estoy sentado en el pupitre maltratado por los años. El maestro dicta una clase la cual no puedo precisar. Estoy en otro mundo, sólo que sin moverme del asiento. Es un lugar poco exclusivo, miles de estudiantes sin aspiraciones han reposado ahí antes. No hay tronos, se trata a todos por igual. Un mediocre tiene acceso a lo mismo que yo. Todo esfuerzo es en vano a la hora de llegar a sentarse. Los logros personales dan igual, muchos ni se darán cuenta. Por eso cuento los minutos para poder salir. Ya afuera te puedes distinguir, seguir tus ambiciones. Irte a dormir a una cama a la que no cualquier pelafustán tiene acceso. Te vuelves alguien.

Algo hace que reaccione. La mujer (lo intuyo por su cabello largo y caderas) que está enfrente de mí, acaba de maullar. Como los gatos, sí. O como las gatas, en su caso. Miau. Miau miau. Nadie aparte de mí parece darse cuenta de ello. El maestro sigue hablando, poco importa porque tengo la cabeza concentrada en otras dimensiones. Justo cuando pienso que ese breve instante se trataba de una fantasía, la chica vuelve a maullar. Volteo hacia la izquierda. Luego a la derecha. Soy el único que se da cuenta de la felina hipster que hay entre nosotros.

Quiero desentenderme pero no puedo. El sonido animal se agudiza. Es cada vez más frecuente y fuerte. Miau, miau, miau, miau-miau. Siento un dolor de cabeza espantoso, quiero que guarde silencio. La voz del profesor al menos era irrelevante, como música de fondo a bajo volumen. Tengo que hacer que pare. La muevo ligeramente con la mano.

Voltea.

Ronronea.

Y sonríe.

Tiene dientes. Sin colmillos. El área destinada al bigote está vacía. Se da la vuelta, deja de mirarme y vuelve a maullar. Ha de tener hambre.

Como no se detiene, la empiezo a odiar. Tal vez me convertí en un perro.


martes, 23 de febrero de 2010

El intrascendente post número 200

Haciendo cuentas (Dios bendiga a la calculadora de Windows) con esta entrada he podido por fin alcanzar la cifra de mis sueños. Doscientas entradas que no son ni muchas ni pocas; por el contrario, ni son pocas ni son muchas.

Habemus mierda (http://habemusmierda.blogspot.com/, entren si no lo han hecho, se los recomiendo) pasa por su etapa 2.0. En la primera apenas se publicaron cincuenta y ocho textos. Por fortuna, a partir del año pasado, esto tuvo un renacimiento cuasi bíblico que permite ahora, redondear esto, al número que más viene a la mente cuando se piensa en Sor Juana.

Y ya, para adelante. Me da flojera hacer un recuento exhaustivo de la historia de esto o una recopilación de lo mejor de lo menos peor. Tal vez me anime cuando llegue a las 219 publicaciones. Estén pendientes.

Texto que llega tarde

Cuando escriban algo, procuren publicarlo antes de que pierda sentido. Lo siguiente es un borrador escrito hace un par de días. Ahora que salió el sol, queda fuera de lugar. Aun así lo expongo nomás para no quedarme con las ganas.

***

Sigo con el tema del frío. Sin darme cuenta, ha pasado ya mucho tiempo desde la última vez que sentí calor_________________________________ (el espacio en blanco es para que pongan sus comentarios vulgares en doble sentido).

Deben ser ya dos meses sin tener que usar la cubierta de un cuaderno como abanico. Saben (y si no lo saben, éste es el momento) que adoro el frío y odio el calor, sólo que ayer me puse a pensar (me vi obligado a hacerlo, qué quieren) sobre lo desmoralizante que sería el que un día nos dijeran que nunca más hará calor.

Nos gusta aquello que no podemos tener. En países como Ucrania, Finlandia y parte de Rusia desearían tener algo tan cálido como nuestros inviernos, y bueno, yo en general desearía un clima templado tirando a frío con lluvias cada cuarto día. ¿Me gusta el frío por sí mismo o porque no es tan común?, ¿Si el frío fuera la constante, extrañaría los días soleados? Posiblemente. Cuando la temperatura diaria se vuelve uniformemente baja, también te aburres. Todos las mañanas y noches lo mismo. Lo bonito de combatir el congelamiento con una taza de chocolate caliente es que no es una rutina, es lo especial.

El problema del frío extremo es que llega un momento en el que las cobijas dejan de funcionar, y como no todos tenemos una chimenea para quemar evidencia, no queda más que ponernos suéteres feos a los que recurrimos sólo en estos casos de emergencia. Ni hablar de las mujeres; frioleras (o friolentas, para decirlo nopalizadamente) por excelencia que si de por sí se visten como esquimales a la menor ventisca, en estas épocas terminan por envolver cada centímetro cuadrado de su anatomía con tela en forma de bufandas, chamarras, chalecos, gorros, guantes, etc.

Cuando regresen las altas temperaturas, seguramente extrañaré el clima actual. Uno termina por aprender a quejarse de todo.

The Beatles: Antes y ahora


Soy parte de la masa que adora al cuarteto de Liverpool casi en exceso. A pesar de ser un grupo extinto muchos años antes de mi fecha de nacimiento, tengo un lazo afectivo importante con ese grupo. Sé que nunca podré verlos en vivo (aunque vi a Paul en el lejano 2002), que difícilmente saldrán canciones nuevas aparte de las que conozco como la palma de mi mano, pero la respuesta natural que tengo cuando alguien pregunta por mi banda preferida siempre es la misma: Los Beatles.

Llama la atención el renacimiento que los Fab4 han tenido en los últimos años. Es cierto que nunca se han ido, desde su separación ostentan el título del grupo más popular del mundo, sí, pero recuerdo que en mi tierna infancia no eran tan apreciados como ahora lo son. Cuando yo iba en primaria casi me daba pena decir me gustaban. Todos los demás niños andaban locos por Eminem, Backstreet Boys, Limp Bizkit, NSync, etc. Yo en cambio pasaba las tardes escuchando Rubber Soul, Please, Please me... los primeras temas que consiguieron impactar conmigo fueron And I Love Her,Lovely Rita, Lucy in the Sky y I saw her standing there que fue clave. Entre los 12 y 16 años no escuchaba otra cosa que no fuera John, Paul, George o Ringo (con sus respectivas carreras solistas).

En ese lapso de tiempo podía recitar de memoria prácticamente cualquier letra de cualquier canción de ellos. Ahora tengo la memoria algo oxidada pero hubo un momento en el que pude obtener un doctorado en temática Beatle sin ninguna dificultad gracias a los libros y horas que pasé durante las primeras veces que tuve acceso a internet investigando no sólo sobre su música, sino también de sus vidas

Les digo, el fanatismo que tenía medio lo mantenía en secreto, no le veía el caso en compartirlo porque los de mi generación apenas podían balbucear los primeros veinte segundos de Yellow Submarine y como que no quedaba ponerme a debatir con ellos. De vez en cuando me ponía a hablar de la historia detrás de una canción, causando con ello una total sorpresa en los otros escuincles que nunca llegaron a profundizar como yo en aquellas bandas de las que sólo les interesaba el último hit.

Por eso ahora me sorprende, cómo los Beatles han tomado un segundo aire con las nuevas generaciones. Creo que todo empezó cuando a principios de la década se lanzó la recopilación 1 que incluía sus más grandes éxitos. Desde entonces se ha explotado su imagen con lanzamientos constantes: Let it Be...Naked, el espectáculo Love del Cirque du Soleil, películas en dvd, las remasterizaciones, y claro, lo que más los ha acerado a la juventud gamer: The Beatles Rock Band. Ese videojuego ha causado que niños que acaban dejar de usar el pañal sepan identificar que el narizón se llama Ringo o que George se apellida Harrison; Paul mismo en los pasados Golden Globes reconoció ser mejor conocido ahora como "El tipo del RockBand".

Los Beatles pues, se han convertido en una banda socialmente aceptada, quizás demasiado (algo similar a lo que ha pasado con los Simpson, guardando distancias). No sé qué pensaría el polémico John de esto. Tal vez le incomodaría (él tan rebelde y contracultural) ser parte de un fenómeno tan familiar. Qué se le va a hacer, si en mis primeros años (que tampoco están tan lejanos) como fan de tercera época me sentía solo con el Sargento Pimienta bajo el brazo, ahora me siento hasta rodeado. Tanto abuelitas como niñitas los disfrutan igual que yo.

domingo, 21 de febrero de 2010

Psíquicos, mediums, espiritistas...


Los mediums son personas ignorantes que son consultadas por señoras ignorantes con esposos que ignoran a dónde va a parar su dinero.

jueves, 18 de febrero de 2010

Diatriba contra el queso Oaxaca

En los últimos días me ha costado más que nunca levantarme para ir a la escuela. No siento ningún tipo de identificación con la vida universitaria. Me parece que es una época en la que la gente suele sobrevalorar todo: la amistad, el amor, los estudios, sus capacidades...Entonces todo tipo de insatisfacciones se suman al frío para quitar las ganas de abrir los ojos y salir la cama.

El otro día debieron darme un premio por ponerme de pie. Creo que nadie en la historia ha hecho un esfuerzo tan mayúsculo para ir a un lugar decepcionante.

Entonces regreso, el hambre hace de las suyas. Voy a consultar al refrigerador (el oso polar de los electrodomésticos). Casi no hay nada; sólo frío, ingredientes incompatibles y un paquete de queso Oaxaca. Tengo que desquitarme con algo. Ante la falta de opciones me lanzo contra el queso. Esa variedad nunca me ha gustado; si eliminamos al queso amarillo, es el peor de todos. Su celebridad está basada en que puede rasgarse. Gran cosa, la cáscara de un plátano hace lo mismo a un precio mucho menor. A la hora de fundirlo con otro ingrediente (agarré un chorizo de soya que seguía sin caducar) la fusión no es del todo perfecta como nos suelen hacer creer, hubo partes de chorizo que quedaron sin contactar con la leche cuajada esa.

Después de echarle limón y sal, lo comí lo más rápido que pude. Estudiar te quita casi toda la mañana como para darse el lujo de desperdiciar más tiempo por la tarde.

Fui a mi cuarto a ver videos de Tom & Jerry.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Un presunto podcast #4 - Pensamientos alrededor de Facebook.

Me di cuenta que el anterior podcast era el colmo del egocentrismo. Yo respondiendo preguntas acerca de mí mismo en plena soledad rebasa algunos de los límites permisibles socialmente. Aunque ya deberían estar acostumbrados por la dinámica que ha tenido esta bitácora desde hace tiempo, para este nuevo episodio he decidido tomar un tema que es un poco más de interés general como lo es Facebook.

Algunas cosas que vienen incluidas en lo que escucharán si son los suficientemente cariñosos:

-Hay 5 minutos de zumbidos.
-La melodiosa alarma de mi reloj
-Pequeñas fallas de audio que afectan la grabación y la recomendación musical.
-Los 1500 amigos de mis amigos
-Tlacoyos
-La granja virtual, aka Farmville o FarmVIL.
-Fotos de perfil.
-"Face", FB, etc.
-El poder destructivo de las etiquetas.
-Mi voz deshecha, por culpa del maldito frío y a la combinación de mentas con bebidas refrigeradas.

Suficientes spoilers.

Click en la imagen para bajar


O escúchenlo online:







lunes, 15 de febrero de 2010

Un presunto podcast #3 - Respondiendo nada

Su podcast de desconfianza ha regresado por mera terquedad.

En esta edición, como siempre, toco temas de poco interés general y me la paso hablando de mí mismo.

Dura veintitantos minutos, se tocan temas como el coleccionismo de desodorantes, revistas, machismo, comida mexicana, turismo, etc. Hay recomendación musical también.

Click en la kitscheada esa para descargarlo

O escúchenlo online:



Es todo, pueden sentarse

domingo, 14 de febrero de 2010

Post especial del día de San Valentín

Hay dos frases que están más relacionadas de lo que usualmente se cree. La primera es esa que reza que del odio al amor hay sólo un paso. La otra es, si no puedes con el enemigo, únetele. Y creo que eso es el amor: Ir por la vida enfrentando personas hasta encontrar una con la que tienes que ceder. Las manifestaciones que este sentimiento provoca son tan ridículas bajo la óptica de quienes nos rodean, que sólo las toleran para que cuando a ellos les toque se regrese la inmunidad, prueba de ello es que cuando somos niños (etapa en la que estamos menos corrompidos y por lo tanto con menos responsabilidades sociales) el ver a parejas besándose en la boca nos parece algo asqueroso, y lo decimos. Conforme vamos creciendo, nos damos cuenta de que, al amar, exhibirse en público es un sacrificio que, con la persona correcta, vale la pena.

Obviaré quejarme de lo comercial (como si en estos tiempos hubiera algo que no lo fuera) que es el 14 de Febrero, también evitaré amargarme profundamente sólo porque hay parejitas en el mundo que en estos momentos están abrazadas o regalándose osos de peluche de cincuenta pesos. Después de todo, mientras mi anatomía no se vea salpicada, debería darme igual lo que los demás hagan.

Pasen un bonito 14 de Febrero. Tengan pareja o no. Lo importante es aprovechar las ofertas del fin de semana.

sábado, 13 de febrero de 2010

Crónica de algo

Ahora que Fernando Savater anduvo de gira por el país para recibir doctorados honoris causa, tuve a bien hacerle compañía dentro del espacio reservado al público para que no se sintiera tan solo.

Acudí puntualmente a la cita, tan puntual que no vi a nadie que llegara tarde, además de que alcancé ser uno de los pocos que consiguieron un asiento dentro del pequeño auditorio donde de desarrollaría la ceremonia solemne.

Ya dentro maté el tiempo admirando el bello papel tapiz de las paredes. Sólo tuve que esperar quince minutos mientras todo empezaba. Conseguí buen lugar, aunque en un lugar tan pequeño como ese, hasta el peor ubicado puede percibir si el invitado se bañó.

***
(Breve recuerdo: me enamoré de una acomodadora de asientos. Traía un moño rojo en la cabeza que la hacía parecer un regalo de la naturaleza)

***

Entonces salió Fernando Savater acompañado de un grupo de hombres vestidos de traje, que yo pensaba que eran sus guardaespaldas, hasta que la señora a mi lado me informó que eran rectores de no sé qué secundaria. Luego de unos aplausos a los cuales contribuí sacrificando mis huellas dactilares, tomaron asiento en lo que parecían unas comodísimas sillas.

El protocolo nos recetó un par de discursos con semblanzas wikipedísticas del autor que carecían de la sencillez y cercanía que precisamente a él caracterizan; por fortuna todo lo que empieza tiene que acabar, y una vez que se acabaron su vaso de agua, abandonaron el estrado para dar paso a la entrega de una medalla que ya quisiera yo para colgarla en mi refri.

Una vez bien amarrada, la medalla cedió el protagonismo a Fernando Savater que improvisó o recitó de memoria un ameno y divertido discurso, que arrancó (por fin) los primeros síntomas de interés entre los asistentes quienes pagábamos ocurrencia e ideas con sonrisas.

La charla terminó, y todos evacuaron el lugar como si hubiera un incendio. Yo en cambio, sabiamente aguardé un par de minutos mientras la zona se despejaba, lo hice porque sabía que los hombres de barba blanca suelen dar regalos, así que tuve una ligera de esperanza de que Fernando Savater autografiara el par de libros que llevaba bajo mi brazo, lo cual efectivamente pasó sin ninguna dificultad (pocos se quedaron y él iba dispuesto a ejercitar la muñeca).

Puedo presumir que hasta lo hice reír con un comentario que estaba fuera de lugar:

-Hola, ¿me puede firmar este libro?
-Claro, ¿para quién va a ser?
-Para Luis Miguel*
-Toma, aquí tienes
-Gracias.

(Saqué el segundo libro que llevaba)

-También éste, por favor.
-Claro, ¿este para quién va ser?
-Para Luis Miguel
-¿También? Ok.
-Le hubiera pedido uno para Luis y otro para Miguel.

(Risas)

Adjunto una prueba de que Savater firma como si se llamara Samy:


*Nombre cambiado como homenaje a El Sol.

miércoles, 10 de febrero de 2010

No colecciones cosas feas que te hagan ver como un drogadicto

Sin importar cuánto cuidemos nuestra imagen pública llega un momento en el que algo sale mal. Hoy que fui a surtirme de novelas a una librería totalmente raquítica (en donde más que comprar lo que quieres, compras lo que hay) sufrí un ligero bochorno que temo termine con la reputación que había forjado en ese establecimiento en los últimos meses.

Luego de adquirir ejemplares de Boris Vian, Fernando Savater, Alberto Huerta y Eduardo Antonio Parra, hice lo más sensato que se me ocurrió: ir a la caja a pagar. Lamentablemente ya corrieron la muchacha que me había gustado por lo que desembolsar centavos se volvió todavía más doloroso de lo normal.

Aquí quiero abrir un paréntesis imaginario:

Hace unos meses llegó a mis manos una de esas bolsitas de pastillas sabor menta de la marca usher, sí, de las que dan en las taquerías para que la peste se esfume de la boca. En ese entonces me llamó la atención que a manera de galletas chinas modernizadas, el empaque de las pastillas tenía una frase que me gustó:

Más vale perder un minuto en la vida, que la vida en un minuto.


Viéndola ahora creo que no es la gran cosa, pero por algún tipo de locura estacional decidí mantener intacto el mal aliento y mejor guardé las usher en la cartera para coleccionarla. Desde entonces ha estado ahí de intrusa compartiendo habitación con billetes de veinte pesos.

El paréntesis imaginario ha llegado a su fin. Proseguiré con el relato.

Una vez inspeccionados los códigos de barra, la nueva cajera (que no difería mucho en belleza con la anterior, dicho sea de paso) dijo la cifra que debía pagar sino quería ser acusado de robo. Rápidamente tomé mi cartera y el momento tétrico llegó cuando al sacar un billete la bolsita de pastillas mentoladas (que ahora estaban hechas talco por la presión) salieron volando hasta caer en el mostrador. La joven que me atendió imaginó lo peor, y volteó a verme como tratando de adivinar de qué parte de Colombia era yo.



Apenado, tomé las pastillas (de menta) y disimulando traté de restarle importancia.

Hasta recordé este video:

El ataque glacial

Escribo esto mientras agua helada se termina por secar luego de tomar una de las peores duchas de mi vida.

Por cuestiones de logística, este es el segundo día en el que me veo obligado a bañarme con agua fría. Ayer lo hice con resultados positivos, los últimos rastros de gas lograron que el agua estuviera fría pero no al borde de la congelación como ahora pasó. Quisiera poder ducharme con ropa para sentir menos frío, en cambio tuve que mentalizarme para creer que estaba en las Bahamas con la intención de que la tortura tuviera un impacto menor. No funcionó.

Hay quienes dicen que tomar un baño con agua fría trae beneficios a la salud, lo cual sin dudas es una barbaridad, no hay más que analizar mi caso y el posible impacto que esta desgracia podría provocar en mi desarrollo espiritual. Eso sin contar el desperdicio de agua que hice sin querer. Porque cuando el agua está tibia, y eres alguien respetable como yo, entras y vas a lo tuyo. En cinco o diez minutos cumples tus propósitos esenciales y hasta algo más. Por el contrario, cuando estás ante una cascada de aguas gélidas, lo que te queda de inteligencia te ordena mantenerte lejos de ahí; por eso terminas por quedarte con la mirada fija viendo las gotas pasar hasta que encuentras el suficiente atrevimiento para dar un paso adelante y mojarte, lapso en el que pasan alrededor de veinte minutos de agua que nunca volverá a ser la misma.

Hubo detalles interesantes que noté durante esta experiencia. Por ejemplo (al menos en mi caso), de manera instintiva, en lugar de recibir el agua de espaldas como es costumbre, cuando está fría te pones de frente a la regadera porque la espalda es lo más preciado que tenemos (no por nada es lo que damos a masajear a las geishas modernas) de modo que hay que protegerla lo más posible. También llama la atención cómo los brazos son menos sensibles a las temperaturas extremas que el resto del cuerpo que se encuentra mucho más acostumbrado a estar cubierto de ropa. Humedecer los brazos es relativamente sencillo, las complicaciones vienen cuando se trata del abdomen o de la recientemente mencionada espalda.

Pude haber omitido por un día la limpieza, pero es mejor que sepan que soy alguien bastante limpio, por lo que estos sacrificios valen la pena. De todos modos ya tengo trazado un plan para mañana, con el objetivo de no volver a pasar por esto de manera inmediata. Ahora sí, desde temprano los del gas tendrán un cliente que los aclamará, y si por alguna razón vienen cuando no estoy, llevaré a cabo el plan B el cual consiste en pedirle a la vecina que me regale una taza de gas.

lunes, 8 de febrero de 2010

Papelera de reciclaje

Algunas ideas basura que dejo aquí antes de borrarlas de mi disco duro mental. Un par sacadas de tares escolares.

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Crap



I

-¿Cuánto fue?
-57 pesos
-¿Y cuánto le diste?
-57 Pesos
-¿Y por qué no te dio cambio?
-¡Porque fueron 57 pesos!
-Ah.


II

La línea entre la ética y el profesionalismo es delgada e inestable, depende de cada quien saber en qué momento se debe parar en seco.


III

Más que tocar puertas, lo más importante es saber abrirlas.


IV


Una trayectoria se forma a través de pequeñas decepciones hasta toparse con lo que en un principio esperábamos.


V

San Chárbel es el Santa Claus de los niños que se portan mal.

viernes, 5 de febrero de 2010

Comida como repelente

Hoy platicando con algunas personas (no digo sus nombres porque, bueno, da igual) caí en cuenta de lo poco arriesgado que soy a la hora de comer. Hay infinidad de platillos a los que he rechazado porque prejuiciosamente sé que no me gustarán.

La comida proveniente del mar es a la que más rehuyo, es extraño porque aunque a la mayoría de mi familia gusta de ella, yo (y no es que me quisiera hacer el original) no la tolero. Tengo la teoría de que el vivir remojados hace a los peces y mariscos adquirir un sabor nauseabundo que se mantiene en el paladar aunque te laves los dientes. Con ciertas reservas llego a disfrutar del salmón y en tiempos de crisis nunca está de más recurrir a las latas de atún con algunos condimentos que disimulen sus sabor de origen. Aparte de eso; no, tendrían que practicarme una lobotomía para que accediera a meter en mi boca pulpo, ostiones, camarones (empanizados o no), trucha, langostinos, etc.

Por supuesto que no es lo único, les mostraré una pequeña e improvisada lista de alimentos o bebidas que siendo bastante normalitas (doy por hecho que intuyen que la carne de león me da asco) y populares no me gustan:

-Mermelada
-Fresa
-Huevos estrellados, cocidos.
-Leche sola (peor si está tibia)
-Habas
-Sopa de fideo
-Cebolla hervida
-Tacos de tripa, sesos, lengua, cabeza y similares.
-Ejotes
-Hot Dogs
-Fresas
-Chicles rositas
-Gomitas
-Cualquier parte del pollo que no sea la pechuga
-Malvaviscos
-Nachos
-Chayotes
-Jamón

Dejo mucha inmundicia fuera, la lista definitiva planeo publicarla en cuanto reciba una oferta importante de alguna empresa editorial, así que estén pendientes. Mientras tanto, ustedes pueden elaborar una también, para compartirla con los demás.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Frío con frío

Ayer que el frío decidió manifestarse lo suficiente como para que pudiéramos sacar vapor por la boca estuve recorriendo las calles disfrutando la ausencia de sol. La gente se viste con más elegancia cuando se exhiben menos, las tareas se realizan más eficientemente y se camina más rápido. Existen las ansias de regresar pronto a casa, donde la chimenea o el calentador nos cobijarán.

Bajo es perspectiva iba yo, cuando divisé a lo lejos un establecimiento de raspados. El lugar estaba completamente vacío, la empleada parecía aburrida pues recargaba su cabeza sobre el mostrador. Sentí un poco de pena. Bajo esas condiciones climatológicas, era probable que no hubiera vendido nada en todo lo que iba de día. Así son los clientes de volubles, apenas unos grados centígrados por debajo de lo normal y se olvidan de ti. Son egoistas, poco solidarios e hipócritas porque son de los primeros que, luego, con otros motivos manifiestan que debemos apoyar a nuestros hermanos necesitados. Pero ahí estaba la joven con su gorra olvidando lo que significa una venta sin que ningún hermano acudiera en su auxilio.

Tomé un poco de valor de mi bolsillo y acudí a remediar el asunto. Pedí un raspado de vainilla tamaño grande con un por favor al principio y un gracias al final.

Ya con el vaso en la mano regresé a caminar por las calles, siendo víctima de miradas que me acusaban de demencia por masticar hielo. Pero yo me sentía casi un héroe por hacer un acto bondadoso en el día.

martes, 2 de febrero de 2010

Superama me debe dos centavos

Como ya les había comentado, tengo muchas horas libres por la mañana; eso me ha permitido los últimos días ir al supermercado a comprar algo de desayunar sin tener que preocuparme por llegar tarde a clase. Con el paso del tiempo, uno se da cuenta de que el exceso de comida chatarra, por increíble que parezca acaba por hartar, para remediarlo he recurrido a las barras de ensaladas que hay en Superama. Llevo varios días abasteciendo mi estómago con combinaciones de lechuga, zanahoria, queso, pollo, etc.

Generalmente todo transcurre con normalidad, sin embargo, hoy ocurrió algo curioso. Luego de servirme, llevé a la pequeña charola a ser pesada, el contenido tenía lo suficiente para quitar el hambre, al final la cuenta de la báscula (se paga por kilo) indicó que debía pagar $19.98; traía un billete de veinte pesos y para darle uso me dirigí a la caja para entregárselo a la cajera para que me dejaran salir sin problemas. La señorita amable que me atendió me dijo que eran veinte pesos, lo cual provocó una total indignación de mi parte. La etiqueta pegada en la charola decía claramente $19.98 no $20.00. Realmente molesto llamé al gerente del lugar pidiendo que aclarara semejante atraco a mano armada del que estaba siendo víctima. Sorpresivamente el señor con corbata se puso del lado de la empleada, preguntó si era broma y al negar tal improperio terminó su ofensa llamándome exagerado.

La fila de carritos seguía creciendo a mis espaldas (tengo dos), los otros clientes se mostraron poco solidarios con una actitud negligente mientras yo estaba siendo estafado. Cuando un comité conformado por dos cajeras, un cerrillo desnutrido, el gerente y el encargado de seguridad me dijeron que no podían darme dos centavos terminé por frustrarme hasta las lágrimas y salí corriendo sin decir nada más. Pero eso no se quedará así, He optado por conservar el ticket para reclamar lo que me pertenece una vez que las monedas de dos centavos empiecen a circular en el mercado nacional.

Acabo de recordarlo

Un momento que marca la infancia de todo niño es cuando, un día mientras camina agarrado de la mano de su madre voltea al suelo y ve a un pájaro muerto. Muchas veces se trata del primer contacto con la muerte, ocurriendo de una manera sorpresiva, intensa y violenta. Apenas contando con algunas referencias vagas vistas en películas infantiles, el chico, de pronto se enfrenta al explícito cadáver hormigoso de un ave; ese animal en específico lo vuelve especial, ya que a diferencia de los pollos colgados que con anterioridad pudo haber visto, éste tiene plumas que se supone son símbolos de vida. Pero no, ahí está, tirado e inerte. Sin cantar. Miles de pensamientos se hacen presentes en apenas un segundo antes de que inútilmente se desvíe la vista pretendiendo no haber mirado nada. Una negación que resulta inútil, porque algo ha cambiado en nosotros.