martes, 31 de mayo de 2011

Before Sunrise / Before Sunset


Existe la creencia de que los hombres odiamos las comedias románticas. Que para nosotros representan, básicamente, algo tan repulsivo como ver una ardilla atropellada en medio de la carretera. Para mí no es así. Confieso que de The Apartment a Serendipity, pasando por Annie Hall y Pretty in Pink, me considero un aficionado del género. Es más, una de ellas, tal vez la más cliché y el mayor blanco de burlas de todas, me parece encantadora. Me refiero a You've Got Mail, la cual llegué a ver dos o tres veces en un viejo vhs ahora extraviado. Para evitar que se preocupen por mi masculinidad, sepan que también soy fan de Sylvester Stallone y que habré visto la saga de Rocky más veces que a algunos de mis familiares lejanos. De hecho los soundtracks de las películas (con las canciones de maese Bill Conti y una selección de temas ochenteros) fueron de los primeros discos que compré con mis ahorros. Ahí estaba yo en mi habitación, con trece años, haciendo lagartijas y golpeando al aire con la aspiración de ser el sucesor del "semental italiano" mientras Survivor servía de motivación.

Total, que hace un par de días, por recomendación de Daniel, me dispuse a ver el par de cintas que dan título a esta entrada. Lo hice con reservas ya que la portada de la primera traspasaba los los límites de la cursilería, pero decidí confiar en su criterio (la de un apasionado del cine que sabe de lo que habla). Agradezco haberlo hecho, ya que desde el primer minuto caí enamorado de la protagonista, la bellísima Julie Delpy. La historia se desarrolla en apenas un día, donde las vidas de dos personas se cruzan a sabiendas de que la separación es inevitable. El diálogo es el mayor sostén. La gracia del lugar donde se encuentran (Viena) importa poco ya que lo deslumbrante está en la plática de Celine y Jesse. En ese aspecto pareciera una película de Eric Rohmer, si éste hubiera sabido mezclar su estilo casi documental con un aura romántica-intimista.

A veces, son las personas pasajeras con las que más podemos abrirnos. Sabemos que con ellas podemos decir cualquier cosa porque no existe una responsabilidad ni una relación que mantener. Así pasa con ellos, que luego de conocerse en un tren deciden pasar el día juntos para luego seguir sus respectivos caminos. La segunda parte retoma la historia 9 años después. Afortunadamente no cae en lugares comunes. A decir verdad todo en ella es triste y hermoso. Piensas en lo trágico de que dos personas que se complementan tan bien tengan que resignarse por el hecho de que sus hogares queden a kilómetros y kilómetros de distancia.

Prefiero ligeramente la primera, pero Before Sunset tiene una escena final entrañable que hace dudar. Recomendables las dos. Para una tarde acompañada o solitaria. Provocan un sentimiento que funciona en ambos contextos.

lunes, 30 de mayo de 2011

No está bien


Por culpa del calor infernal, voy hacia la ventana en un intento de abrirla un centímetro más. Imposible, la he recorrido por completo. No hay forma de que entre más aire. Maldigo a los barrotes que tiene. Estaría dispuesto a sacrificar la seguridad que ofrecen a cambio un soplo de viento fresco, aunque sea uno pequeñito.

Para lo único que me sirve ir hasta ella, es para ver y escuchar a dos niños. Son los vecinos que se alcanzan a ver desde mi habitación, el punto más cercano entre ambas casas. Ríen y juegan con una pelota. Niño y niña. Al primero le calculo 8 años, a la segunda 6. Súbitamente siento miedo y me alejo de ahí, recuerdo que estoy en ropa interior y que no quiero ser confundido con algún tipo de pervertido si su madre decide asomarse a ver cómo están.

También empieza a remoderme la conciencia. Las casas no están demasiado separadas. Si puedo escucharlos ahora por la mañana, ¿Será que ellos lo hacen por las noches? ¿Escucharán la música pop deprimente que pongo casi a diario? Empiezo a preguntarme si todas esas letras de rupturas y almas quebradas llegaran a sus tiernos oídos. Tan sólo la idea de que pueda estar provocando eso me revuelve el estómago. Ellos no tienen la culpa de mis traumas, no deberían estar escuchando a Elvis Costello, Mark Mulcahy, Leonard Cohen y a Bruce Springsteen. Ellos deben ser felices. Crecer escuchando a Shakira, el tipo de música de las personas que sonríen. A los snobs que se regodean en sus gustos musicales les encanta burlarse de los demás por no tener la "cultura musical" con la que ellos cuentan. Yo no, con ligeras excepciones (digamos que esto sería un exceso), la mayoría del tiempo los envidio. Bailan, se divierten, pueden tener decenas de amigos a los que les gustan las mismas bandas, tiene cuerpos espectaculares. Fíjense dos veces en quienes tienen supuestos malos gustos musicales. La mayoría de ellos tienen una vida sin grandes problemas emocionales. Son los letristas avanzados los que te convierten en alguien sensible, alguien que deja de ver la vida de la manera adecuada, o sea la que es suficientemente superficial como para no volverte loco.

Vengo y leo los últimos posts que he escrito y siento algo similar. No es correcto que muestre una posición tan negativa de lo que me rodea. Hay niñas de 16 años leyéndome, joé. Hay jóvenes que quieren dedicarse a la comunicación. Hay personas optimistas a las que podría estarles estropeando la cena. Nadie debería tomar lo que digo de manera definitiva. Miles de chicos estudian comunicación y les gusta. Si tienes las ganas de elegir esa carrera, hazlo. No piensen que porque a mí me va mal con ustedes pasará lo mismo. Incluso en mi Escuela, de la que me quejo tanto, podrías encontrar lo que buscas. Lo veo a diario, la mayoría de mis compañeros AMAN lo que tienen. La mayoría de ellos ADMIRAN a los maestros. La mayoría de ellos no se ARREPIENTEN de estar ahí. Lo mío es excepción, así que no hay por qué preocuparse. No hay por qué amargarse la vida, un periodo de tiempo verdaderamente corto, amigos. Me aterra pensar que esté cambiando la perspectiva de alguien por exponer tanta miseria. Lo lamento si lo he hecho. En verdad. Jamás ha sido mi intención. Igualmente es culpa suya, no deberían dejarse influir por lo que dice un desconocido por internet. Salgan por ahí, hagan amigos, estudien lo que quieran, o no estudien, tomen agua de jamaica. Escuchen a Eminem.

Procuraré cambiar el giro de las próximas entradas. De cualquier forma de nada sirve "desahogarse". No le crean aquellos que dicen escribir para *tambores* "exhorcizar sus demonios". O créanles, hagan lo que quieran, me da igual. Sólo sepan que, en lo que a mí respecta, no funciona. Si escribir sirviera para solucionar algo, me pasaría el día escribiendo. Lo haría 8 horas al día. Lo consideraría tan importante como dormir o comer. Como no, ni siquiera le doy valor a este blog.

No me escuchen. Tomen el sol. Sonrían.

domingo, 29 de mayo de 2011

Por la mañana

Últimamente he dormido pésimo. Han sido tres semanas en las que no he logrado hacerlo por más de 6 horas consecutivas. No es que antes fuera alguien que podía dormir como un ángel, siempre he sido de los que traen ojeras y andan irritables por la falta de sueño, pero al menos tenía los fines de semana en los que me desquitaba con 9 o hasta 10 horas en la cama, que eran una bendición tomando en cuenta que de Lunes a Viernes dormía 5 horas y media, aproximadamente.

Ahora no sé qué pasa, hasta en los sábados y domingos duermo poco. Si me acuesto a las 5 a.m. acabo por despertar antes de las 10. El otro día, después de mucho años, me sorprendí al estar despierto un sábado a las 8 de mañana. Lo extraño es que no me siento cansado. Me levanto como si hubiera soñado por días enteros. El problema no es ese, me da igual optimizar el día y no me alegra la idea de tener más tiempo para "aprovechar". Me gustaría dormir más aunque no lo necesitara. Si algún científico inventara una pastilla con la que se pudiera recuperar la energía en una hora, no la compraría. No me gusta mucho estar despierto, sinceramente. Prefiero dormir. Desearía poder hacerlo por 23 horas, tan sólo abrir los ojos de vez en cuando para certificar ante los demás que no he muerto. Es más, quisiera dormir toda la semana y sólo despertar los Lunes para firmar un papel como quienes tienen que ir a los juzgados.

Sueñe o no sueñe, adoro el tiempo que paso con los ojos cerrados.


(La imagen la saqué de aquí).

lunes, 23 de mayo de 2011

Así es como se responde a las preguntas

Últimamente he optado por contestar de esta forma cada que alguien hace este tipo de preguntas:

-¿Cómo has estado?
-Perfectamente, ¿y tú?

-¿Qué tal de la escuela?
-De maravilla, afortunadamente.

-¿Cómo te sientes?
-Mejor que nunca.


He descubierto que lo mejor es mentir. La gente hace ese tipo de cuestionamientos por cortesía, no esperan que salgas a contarles un drama. Así que mejor guardárselo. Al fin y al cabo hay situaciones en las que nadie te puede ayudar. Cualquier palabra de "consuelo" que puedan decirte importa poco. Al contrario, luego sueltan obviedades que dan arcadas. Ya saben los: no te preocupes; todo va a estar mejor; sé cómo te sientes; el tiempo lo alivia todo; échale ganas; no pienses en eso.

Lo hacen de buena voluntad. Pero la buena voluntad no lleva muy lejos. Los problemas se resuelven de otra manera. La mejor es, les digo, mentir. Que no hay que estropearle el desayuno a nadie, y hay que ser educados. Imaginen que de pronto le diera a la gente por soltar lo que traen dentro. Sería terrible, contaríamos nuestras decepciones y ganas de desparecer. Que da asco vivir en este mundo. Que actuar correctamente es, a veces, contraproducente. Deprimiríamos a nuestro interlocutor. Eso no da, la tristeza es contagiosa. Hay que cubrirse la boca, como con los estornudos.

sábado, 21 de mayo de 2011

La vida intermitente


Cambio de opinión todo el tiempo. Tardé año y medio en elegir una carrera y a los dos minutos de hacerlo, ya me estaba arrepintiendo. Entré a Ciencias de la Comunicación porque me gustaba escribir. Eso y porque odiaba cualquier otra actividad disponible. Luego me di cuenta que en la comunicación se ve mucho además de la escritura que ocupa un lugar importante, pero limitado. El tener radio, fotografía, mercadotecnia, la vertiente organizacional y decenas de materias de relleno, deja poco para aquello de la pluma y el papel. Se estudian muchos temas, se profundiza en pocos. Ahí la gran debilidad. "Debí meterme en Letras", he pensando miles de veces. Y ahora me pesa la edad. Tengo 22 años, e iniciar en otro lugar supondría tomar clases con párvulos de 17. Casi un sexenio de diferencia. Si ya de por sí me siento viejo con mis compañeros de 19 o 20, no quiero imaginar cómo sería rodearme de jóvenes que andan en otra onda lejana a la mía.

Una de las intenciones era dedicarme a la publicidad o al periodismo. De la primera no he visto nada, de la otra me he ido desencantando terriblemente. Voy a la mitad de la carrera. Las historias de los maestros en las que se hace énfasis en los malos sueldos me desaniman. Por si no fuera suficiente se trata de un medio corrupto en el que es difícil mantener la honorabilidad. Llevo una materia llamada "Periodismo de Investigación". Tres veces a la semana, a las 7 de la mañana. Para lo único que me ha servido es para abrir los ojos: No quiero dedicarme al periodismo. No quiero suplicarle a ningún funcionario por una entrevista. No quiero estar horas bajo el sol para obtener unas estúpidas declaraciones. No quiero asistir a eventos. No quiero platicar con colegas ni relacionarme con nadie. No quiero recibir 200 pesos para hablar bien de alguien. No quiero asistir a una conferencia donde ofrecen café con panecillos gratis. No quiero nada de eso. Sólo estar encerrado en mi habitación con la luz apagada. Quiero un trabajo donde la exigencia máxima sea quedarse tirado en la cama durante todo el día. En eso se ha convertido mi vida: en resistir hasta que se haga de noche. Entonces dormir. En este mundo ya es un gran mérito no aventarse desde un cuarto piso como para que encima tengas que salir a ganarte unos cuantos pesos diariamente.

Hace unos días para la materia que mencioné, encargaron realizar una nota sobre la seguridad dentro de la Universidad. Quise matarme. Eso implicaba que tenía que salir a obtener declaraciones, a buscar la noticia. Una miseria. Yo estaba triste, quería estar hecho bolita sin que nadie me molestara. Y ahora, con tal de no volver a cursar "Periodismo de Investigación" a las 7 de la mañana, bué, tendría que hacer un esfuerzo sobrehumano. Para algunos es fácil. A ellos los admiro: los que despiertan con ánimos de comerse el mundo; los que tienes miles de ideas; los que saben cómo resolver problemas; los que improvisan y salen adelante; los que pueden escribir ocho cuartillas sin detenerse a pensar que lo hacen pésimamente. Al principio de la carrera podía hacerlo; ahora las circunstancias son diferentes y mis ánimos mucho menores.

Entonces ahí voy, al Departamento de Seguridad de la Uni e inmediatamente cambio de nuevo de opinión. Soy recibido amablemente por la atractiva secretaria. Soy saludado con sonrisas por el personal administrativo del lugar. No me ponen ninguna traba y el encargado principal me recibe como a un rey. Súbitamente me entran ganas de llorar. No lo hago. Es una sensación agradable, similar a la que tenía cuando entré a la escuela. Días en los que estaba motivado por adquirir conocimientos y el conocer nuevas personas. Pongo mi celular para grabar la conversación, y hablo con el amable hombre durante espacio de una hora. Hablamos de los tópicos que debía abordar en mi trabajo. Luego, la mayor parte del tiempo, nos desviamos a asuntos más importantes, como la vida, literatura y cine. Hablaba elocuentemente, daba sabios consejos, propios de alguien al que ya dominaban las canas. Luego de enterarnos de que compartíamos el gusto por la poesía, imprimió un poema de su autoría y me lo dedicó. Le dije que yo había perdido las ganas por dedicarme a escribir. Me dio un consejo que no revelaré. Lo aprecié mucho. Deseé que en mi escuelita hubiera un maestro como él. Aprendería bastante, quizás dejaría de quejarme, vería la educación de otra manera.

Hubo un detalle. A la mitad del encuentro empezó a sonar mi celular. Por respeto y por lo entretenido que estaba, no lo quise contestar. Pero siguió suene y suene, de modo que era mejor hacerlo para que por fin callara. Era un número desconocido.

-Bueno -dije.
-Buenos días, ¿Rafael Rodríguez?
-No, me parece que se equivocó de número.
-Oh, ya veo. Disculpe, ya que estamos hablando quisiera aprovechar la oportunidad para preguntarle si ya cuenta con los servicios de Banco Santander.
-No me interesa, gracias.
-Mire, ahorita tenemos una promoción de una tarjeta blablablablablablablablá...
-No estoy interesado
-Deje le comento los beneficios que tendrá si usted blablablablablablablablá...
-Estoy ocupado, ya le dije que no me interesa. Déjeme en paz por favor.
-¿Conoce a alguien que esté interesado en alguno de nuestros servicios?

Colgué. Seguí platicando con el amable señor de otras cosas. Me recomendó una película que trataba de un joven negro que aspiraba a dedicarse a la literatura. La bajaré en cuanto la encuentre. Me despedí de él después de un rato. Me dijo que cuando pasara cerca de ahí lo buscara para platicar. Soltó un par de consejos más. Nos dimos la mano y dijimos hasta luego. Antes de salir, la secretaria se despidió cordialmente. Abandoné el lugar con una gran sonrisa ¿Eso era el periodismo? ¿Conocer gente linda que te saque en unos segundos del marasmo en el que estabas hundido? ¡Recuperé la fe en la carrera, carajo! Puse algo de James en el ipod, el día era hermoso y el panorama soleado. Ya no quería dejar las ciencias de la comunicación, de cualquier forma sólo quedaban 2 años por delante a los que vería bajo una renovada óptica. La culpa había sido mía, la amargura impedía que notara la belleza que a diario nos rodea.

Por la noche me dispongo a realizar el trabajo. Transcribir parte de la entrevista, y escribir algunas reflexiones. Pan comido.

Conecto mi celular.

El archivo no está.

Lo busco en otras carpetas.

Tampoco.

Lo desconecto, lo vuelvo a conectar.

No sirve de nada.

Entro en pánico.

Lo desconecto y lo busco manualmente.

Sigue sin aparecer en pantalla.

Asumo que desapareció.

La llamada del empleado bancario -que justo tuvo que marcar el número equivocado en ese ratito- había arruinado, de alguna forma, la grabación. Desde aquí quiero agradecérselo al muy miserable.

Me deprimo. Apago la luz y paso las 7 horas siguientes en un estado lamentable. Intentando recordar las declaraciones del entrevistado. Estoy al borde del colapso. Logro teclear un trabajo que nomás es para "cumplir", para sacar un 6 y no reprobar. Lo que pudo ser un gran texto digno de un 10, se convierte en un fiasco. Uno de los tantos que conforman la vida. Justo cambio de opinión otra vez. La carrera es una puta mierda a la que no quiero dedicarme ¿Qué necesidad de tomar el riesgo de volver a pasar algo así? Pienso en abandonar los estudios. Irme a vivir bajo un puente con gente maloliente. O dedicarme a promocionar tarjetas bancarias por teléfono.

Ya no me da tiempo ni para dormir media hora. Son las 6:15 am, quedan 45 minutos para la última clase del semestre, en donde entregaré el trabajo final que tanto dolor me costó. Decido tomar una ducha. El agua sale helada. Para empeorar el panorama, mi madre olvidó prender el boiler. Pienso en ir sucio a la clase. Lo descarto. Agarro valor y me meto a la regadera. Duro diez minutos dentro, bañándome como si no hubiera mañana. Sin gritar, sin gemir. Hay otras sensaciones más duras que el tener agua a punto de congelarse sobre la piel. Salgo con mucho frío, temblando y tosiendo. Es lo bueno que tiene tocar fondo, que puedes hacer lo que sea.

jueves, 19 de mayo de 2011

I Need You, Seven Seas

c

Hubo un tiempo (o quizás dos), en el que una declaración como la de esta canción funcionaba para conquistar a una chica, o recuperarla, según fuera el caso. Ahora las aguas han cambiado, hay que evitar a cualquier precio decirle a alguien "Te necesito", "Te extraño", "Vuelve por favor" o similares porque, de inmediato, te conviertes en un ente medio marica digno de ser despreciado. El amor y el acto de extrañar a alguien son confundidos con desesperación, lo peor que puede haber a ojos de la mujer promedio que, en cuanto pueda, se irá con el primer motociclista insensible que pueda maltratarla en el mercado. Soy ferviente admirador de Help! (1965), un álbum increíblemente romántico que, como el trabajo anterior (Beatles For Sale), concentraba gran parte de los esfuerzos en el dolor de la pérdida. "I Need You" es una gema de George que, cursi o lo que quieran, muestra esa ansia inocente de querer recuperar al ser amado. Junto con "You've Got to Hide Your Love Away", "You're Going to Lose That Girl", "Ticket to Ride", "It's Only Love" y la pista titular, ha estado jugando el papel de indispensable en mi reproductor en los últimos días. Uno más de los grandes álbumes que nos regalaron The Beatles.


Hace un mes, en una clase en la que poco tenía que ver, un maestro estuvo preguntándonos con qué celebridad nos identificábamos. Cuando llegó mi turno me quedé en blanco. No podía pensar en algo relativamente obvio con lo que pudiera cumplir. A la mente me venían Enrique Urquijo, Morrissey, John Lennon y Antonio Vega. Mencionar a John hubiera sido exhibirme, y los otros tres no eran lo suficientemente populares para ser reconocidos entre mis compañeros. Al final, por la presión de las miradas, dije: "Enrique Urquijo". Total, nadie lo conocía ahí y me ahorraría explicaciones. Confié en que nadie lo googlearía y que nadie se enteraría de la personalidad inconstante que tenía el músico español. De cualquier forma, me puse a analizarlo después: con quien más me identifico no se trata de un famoso, ni un familiar. Nadie vivo o muerto. Vamos, con quien más me identifico ni siquiera es humano: ¡Se trata de un solo de guitarra! El de "Seven Seas", de los Bunnymen, concretamente; ejecutado por el maestro Will Sergeant en el mítico Ocean Rain (1984). Sin contar con ningún tipo de noción musical, puedo decir que en esos 20 segundos de sencillez, melancolía, sensibilidad, elegancia, sobriedad y gusto, se resume mi personalidad y sentimientos. Difícil de explicar. El año pasado la tocaron el el Corona Capital y el golpe emocional fue brutal. No me la esperaba (soy de los que se abstienen de ver setlists en los meses previos a un concierto), y de pronto, estar ahí a unos cuantos metros, viendo a una banda que jamás pensé vendría a México tocando una de mis canciones favoritas mientras anochecía fue conmovedor. Cuando llegó el solo grité en medio de la indiferencia de la mayoría de los presentes que únicamente esperaban a que saliera Interpol. No puedo hacerlo de la manera en que hubiera querido, era imposible reaccionar a la altura de lo que sentía.


miércoles, 18 de mayo de 2011

Trabajar en una gasolinera


Quisiera trabajar en una gasolinera. Tienen unos uniformes estupendos. Las labores son relajadas. Y manejas mucho dinero. Eso me gusta. Recibir cientos de pesos; contarlos, dar el cambio. Imaginar que cada uno de esos billetes son míos aunque al final tenga que devolverlos. Me pregunto cuánto pagarán. No importa mucho, a decir verdad. Me conformo con que me den uno de esos trajes verdes gruesos. Encima, ejercitaría los dedos: prender la bomba sería el único esfuerzo. Podría platicar con mis compañeros el resto del tiempo. Sobre futbol, mujeres y caricaturas, por citar algunos ejemplos. Atendería a muchachas guapas, limpiaría sus cofres e imaginaría que el parabrisas son sus pechos cada que paso el trapo mientras las veo. Donaría las propinas a los pobres. En lo que respecta a los ratos muertos que conforman la mayor parte del día, no sé a qué los destinaría. Probablemente a escribir algún texto, con la tranquilidad que otorga el saber que los celulares a la redonda se encuentran en silencio.

Por eso me gustaría trabajar en una gasolinera.

viernes, 6 de mayo de 2011

Cosas por las que no te dan ningún premio


Cada que paso por la tienda de ropa, la veo completamente vacía. El espectáculo es triste: una señora de cincuenta años está sentada en un mostrador a la espera de que alguien decida entrar. La inversión que ha hecho parece importante, vende ropa importada, tiene un montón. El local es grande y está ubicado en una zona con movimiento. La renta no debe ser barata. Tiene el piso limpio, pone música agradable y el aroma es a incienso. Ha puesto todo lo que se puede de su parte, no ha fallado. Hay comerciantes que alcanzan el éxito sin esmerarse una cuarta parte de lo que hace ella. Dos veces a la semana veo la situación de esa tienda y me pongo triste. Qué mundo tan cruel. Ojalá el mérito fuera lo único, lo malo es que hay otros factores a considerar, y no importa cuánto te esfuerces, siempre hay un pequeño porcentaje que se escapa de tus manos.

Antier me animé a entrar después de mucho tiempo sin hacerlo. Inmediatamente fui recibido con una sonrisa y con un cordial bienvenido. A sus ojos yo era una celebridad, o lo más cercano a un cliente en mucho tiempo. Preguntó por mi nombre y me ofreció un vasito de té. Empezó a platicarme sobre sus hijos, de lo orgullosa que estaba de ellos. Su hija estaba por entrar a la Universidad, sólo estaba a la espera de ver si recibía una beca, vital para que pudiera costear la carrera. Yo soltaba un comentario corto de vez en cuando: qué bien, excelente, me da gusto, hay que echarle ganas. No podía decir otra cosa, no la conocía y me encontraba ahí para que el lugar no se viera tan solo. Cuando era niño me daba cuenta que bastaba que entrara a un negocio desierto para que inmediatamente, y como si fuera magia, empezaran a llegar los clientes. Era como un imán. No importaba si era un restaurante, una boutique o museo, en cuanto entraba con mis padres el lugar levantaba, no pasaban dos minutos sin que el lugar se llenara con otros clientes que iluminaban el rostro del dueño. Llegué a pensar en ofrecer mis servicios como atracción clienteril. Con la tienda de ahora no funcionó, posiblemente haya perdido mis poderes sobrenaturales desde entonces, el caso es que diez minutos ahí no fueron suficientes para que alguien siguiera mi ejemplo. La mujer continuaba hable y hable, mientras yo fingía estar viendo las tallas en las etiquetas (lo que me interesaba era saber los precios). Agradecí cuando sonó el teléfono y fue a contestarlo.

-¿Sí, bueno? Ella habla, ¿qué desea? Ah sí, ya habíamos platicado... Ya sé que quedamos hoy, pero ha sido un mes complicado. Sólo he juntado la mitad. Deme hasta el lunes, por favor...No se preocupe, tengo varios clientes que me han encargado ropa y otros más quedaron de pagarme por estos días...


La voz se les escuchaba entrecortada, había bajado al máximo el volumen de la música por lo que el silencio empeoraba la escena. Luego de colgar vi que bajaba la mirada. El cabello le cubría la cara. Se escuchaba un pequeño ruido: estaba llorando. Inmediatamente agarré un pantalón y una camisa que estaban ahí. No me fijé en la talla ni en si me gustaban (luego ya más calmado comprobé que no eran de mi estilo), lo único que quería era comprar algo, ayudar a esa pobre mujer que se esforzaba por salir adelante, mientras decenas de miserables obtienen dinero a raudales dedicándose a labores carentes de ética.

Pagué. Casi me quedé sin dinero. Antes de irme oí un vuelva pronto y noté una sonrisa por ahí. Sé que una compra tan mínima no hace gran diferencia. Probablemente la tienda se irá a la quiebra y lo que pagué resulte insignificante para pagar las deudas. Pero no podía irme así como así, todavía tengo algo que me obliga a hacer algunos sacrificios para que otras personas no sé sientan tan mal. Lo aprendí de mi madre que, por años, compró cada fin de semana cosas que no necesitaba de una papelería atendida por un par de viejos que ante la tecnología se estaban viendo desplazados, simplemente para que tuvieran alguna venta que hiciera llevadera su vida. Sé que a veces resulta peor alargar la agonía, y que de los fracasos rápidos vienen comienzos con posibilidades promisorias. Sin embargo, no siempre se puede voltear a otro lado y actuar como si nada estuviera pasando. Sobre todo si ya tienes suficientes conflictos para no poder dormir por las noches.