martes, 31 de enero de 2012

Un hallazgo en la calle

Salgo a buscar un lugar donde vendan comida cuando de pronto me encuentro a un perro. Esto no tendría nada de especial (los perros callejeros abundan sin que merezcan recibir una entrada en un blog) si no fuera porque el animal en cuestión tiene suéter y se acerca a mí temblando. Miré a los alrededores esperando encontrar a su humano por ahí. No sería la primera vez que veo a una persona sacar a pasear a su mascota sin correa. Hay quienes pueden hacerlo sin temor a que aparezca uno de esos seres mitológicos llamados automóviles y los atropellen. Después de medio minuto, comprendí que no vería a nadie en varios cientos de metros a la redonda, y que la insistencia del perro por treparme hacían indudable que se encontraba perdido.

Aborté la misión alimentaria para centrarme en la de regresar al pequeño con su familia. Caminé por ahí intentando ver a unos niños buscándolo o algún papel donde apareciera la combinación de palabras Se Busca. También pregunté a una señora que regaba el pasto si lo reconocía. Ninguno de los planes resultó satisfactorio, así que en medio del frío, y en vista de que mi nuevo compañero se encontraba al borde de la hipotermia, convine en regresar a casa para acomodar las ideas. De paso le daría un poco de comida al muchacho, sin olvidar ofrecerle un conjunto de paredes que amortiguaran el clima.

Ya que las croquetas no juegan un papel protagónico dentro de nuestra despensa, tuve que darle una serie de rebanadas de jamón de pavo que encontré en el refrigerador. Devoró cada una de manera sorprendente. La fracción de segundo que tardaba en tragarlas me hizo pensar que quizás no las mordía y que llegaban íntegras a su estómago. Después le puse un bote con agua que no se atrevió a lengüetear, debido tal vez a la formación educativa que recibió en sus primeros años de vida. No sería el primer animal refinado que me atravieso, ya antes he visto a gatos que se niegan a comer sin cubiertos y liebres incapaces de ir al orinar si no se les proporciona una habitación en la que puedan gozar de privacidad.

Me senté en una banca que tenemos en el patio delantero. De manera automática el perro saltó sobre mí y se acurrucó sobre mis piernas. Empezó a lamer mis manos y luego a mover su cabeza bajo las mismas. Lo acaricié. La verdad es que me cayó simpático. Hace tiempo no convivo de manera cercana con un solo cachorro, así que había olvidado lo nobles y cariñosos que pueden llegar a ser. Sin intención de polemizar, no creo que exista otra especie que se les compare. Cualquier persona que se sienta sola debe adoptar un perro antes de ir al psicólogo o concertar una cita a ciegas. Lo he visto con mis propios ojos, un perro cambia la perspectiva que se tiene de la vida volviéndola una aventura llevadera.

El plan era esperar unos días hasta que por las calles empezaran a circular esos papeles de Se busca que mencionaba atrás. Posiblemente se había perdido hace poco, así que preferible aguardar. Parte de mí, si soy honesto, deseaba que eso no sucediera. Viendo sus ojos empecé a crear una quimera donde recorríamos campos juntos y en donde lo adiestraba para orinar sobre el césped del vecino. Si bien el primer vistazo me hizo pensar de que se trataba de un terrier escocés, con un segundo análisis comprendí que se trataba de un Schnauzer obscuro, la raza de confianza en la familia. Lo interpreté como una de esas señales a las que uno se aferra a la hora de tomar decisiones, aunque en el plano objetivo no tengan ninguna importancia.

Tuve la urgencia de ir al baño así que lo puse en el suelo. Fue ahí cuando noté que hacía un ruido extraño al caminar. Una breve inspección me reveló la causa: debajo del suéter traía un collar y una placa. Vi que se llamaba Foxy, un nombre peculiar para un macho alfa. Tuve que replantear
lo que tenía ante los ojos y sí, en efecto, era una hembra. Con razón se veía tan fina, pensé. Según calculé, tenía entre ocho y diez meses. Era pequeñita.

Admito que la noticia me entristeció. La placa tenía una dirección y un número. Ya no podía pensar en quedármela, a menos de quisiera experimentar una fuerte dosis de remordimiento. Aun así confieso que lo pensé. No por ser un ladrón. Ya en el pasado he regresado varios celulares y carteras que me he encontrado. Si se hubiera tratado de un objeto cualquiera (por más valioso que fuera, pienso en una computadora portátil o un iphone) lo habría regresado sin siquiera pensarlo. Con un animal fue diferente, hubo varios factores para ello. De entrada me había encariñado. Bastaron unos minutos para que me rindiera ante Foxy. Hace mucho no me topaba con alguien así. Además la vi demasiado flaca, me pareció que en su casa no la alimentaban bien. Hasta llegué a tener una escena mental en la que la historia había comenzado con ella escapando de casa, donde la maltrataban y obligaban a lavar los platos. Por si fuera poco se mostraba agradecida y amorosa conmigo; nada asustada o con ganas de huir, así que no lo veía como un gran crimen. Podía darle un hogar, alimento y cuidado.

No obstante, de tiempo atrás sigo la filosofía de no hacer nada que no me gustaría que me hicieran. Pensé en sus dueños (odio la palabra cuando hay un ser vivo de por medio). Quizás fueran buenas personas y la estuvieran buscando. O quizás era la mascota de un niño pequeño que lloraba su ausencia. En el pasado viví la frustración y tristeza de la pérdida de perros y gatos que jamás volvieron a pesar de que ofrecimos altas recompensas. Lo supe entonces, la tenía que regresar. Tenía que regresarla a pesar de que el número telefónico de la placa estuviera fuera de servicio y que tuviera la tentación de aferrarme a ese otro indicio.

Lo hice horas más tarde. Quise que conviviéramos un último rato, detalle que hizo el final todavía más doloroso.

La casa no quedaba lejos. Salí con bufanda por la baja temperatura en el ambiente. Ya anochecía. La cargaba, que era mi forma secreta de darle un abrazo prolongado. Se acurrucó. Después de unas cuadras encontré su hogar, no muy lejos del lugar donde originalmente nos habíamos topado. Timbré dos veces. Una mujer preguntó quién era. Dije que había encontrado una perrita. ¿Qué perrita?, dijo. Una negra, dije. No respondió. Abrió la puerta. Me la quitó de las manos. Me contó que no se había dado cuenta de que había salido. No lucía preocupada. Me dijo que gracias. Le dije que la cuidara, pero creo que no me escuchó porque cerró la puerta sin responder.

Llegué a casa y la extrañé. Tal vez más de lo que esa señora —que ni estaba pendiente de ella— hizo jamás. En el fondo no quería devolverla. Me arrepentí. Un sentimiento común cuando tomas las decisiones correctas.


lunes, 30 de enero de 2012

Tenía los dedos feos


Muchos se lo dijeron. Tenía los dedos feos. Ella procuraba ignorarlos, pero cuando salía a la calle llevaba unos guantes de lana puestos. Cuando la tenías cerca debías esforzarte para poder mirarla a los ojos. Era difícil sacar de la cabeza lo tenía allá abajo. Corrían infinidad de historias al respecto. Por más simpática que fuera, era un detalle del que no podías olvidarte. Ya a los cuatro años aprendió a saludar de beso obligada por las circunstancias. Estrechar las manos se volvía un peligro. La mayoría terminaba por enfadarse con ella. Cómo te has atrevido a saludarme, le decían. Yo procuré ser amable. Lo fui siempre con cualquier persona por más deforme que fuera. Una vez, cuando llevé una bolsa con fruta a la escuela, se acercó para que le diera un poco. Pensé en arrojar un cubo de sandía directo a su boca, al final lo tuve que descartar porque aquello no era cuestión de alimentar a una gaviota, era una chica dulce que pedía una parte de mi almuerzo. Tenía dedos feos, era todo, y nadie quería verlos. Así que le regalé la bolsa para no tener que volver a meter la mano por ahí. Un día le pregunté si lo sabía. Si lo de los dedos era un problema. Me dijo que no estaba de acuerdo con la mayoría. Que a ella sus dedos le gustaban, que si los escondía era para evitar los disgustos ajenos. La idea de molestar a los demás le parecía horrenda. Así que usar guantes era suficiente. Dos pájaros de un tiro. Por una parte se ahorraba las miradas displicentes de los vecinos y por el otro protegía a sus pulgares de las inclemencias del clima. Fue también la primera vez que vi sus dedos. Le pedí que me los enseñara por fin y la verdad es que no estaban tan feos. Vi unos padrastros, además de unas uñas mal recortadas. Después de tanto tiempo estuvieron por fin antes mis ojos. El espectáculo fue decepcionante. No vi deformaciones, ni un solo callo. Sus manos eran parecidas a las mías. Dejé de entender las razones de los comentarios. Le sonreí. Enlazamos nuestros brazos y salimos por ahí. La quise mucho. A la mañana siguiente empecé a usar guantes. Dije que era por el frío. No me creyeron. Tuve mala suerte. No podía cruzar los dedos.

domingo, 29 de enero de 2012

Aprovechando lo que pasa


Tuve un sueño extraño. Soñé que venía al blog y les decía esto, acerca de un sueño que tuve en el que estaba escribiendo. Enfrente de la computadora, con una botella de agua a un lado. Disculpen ustedes si he venido a contarlo. En estos tiempos son pocas las oportunidades para volver realidad nuestros sueños.

jueves, 26 de enero de 2012

Condiciones indispensables para disfrutar de un taco


Los tacos son uno de los elementos que convierten a la vida en una experiencia aguantable. Si los mexicanos han resistido tantas penurias a lo largo de estos años, es porque al final tienen un consuelo culinario que sirve de impulso para sobrevivir al día siguiente. Es común ver a las personas que sufren depresión dejar de comer, una decisión contraproducente para su recuperación. No son conscientes de ello, pero la solución a la mayoría de sus problemas internos puede estarse escondiendo detrás de una orden de suadero o en una generosa parrillada en compañía de los amigos. En definitiva, una vida de carencias puede compensarse con el gran consuelo que proporciona este platillo (es incómodo llamarle así a lo que sería más apropiado denominar bendición), de modo que, mientras exista, será difícil acabar con nuestra cultura: la felicidad está envuelta en una tortilla.

Dicho esto, hay que remarcar algunos puntos necesarios para tener una aproximación acorde a la leyenda. Todo lo que viene a continuación son obviedades que no está de más remarcar, siempre será conveniente recordarlo para evitar caer en las garras de muchos pseudotaqueros que denigran una profesión que de tan noble debería considerarse sagrada.

Sin otra coma que agregar, aquí vienen las condiciones indispensables para disfrutar de un taco.

  • 1. Doble tortilla.

Con tristeza veo que la tendencia actual en el mercado es la producción tortillas igual de delgadas que la hoja de un cuaderno cuadriculado (una micra menor a los de doble raya). La proliferación de las dietas, así como la nociva cultura de la "vida sana" han llevado a extremos que no hacen otra cosa que estropear la base de nuestra gastronomía. Todavía a mediados de los noventa existían establecimientos donde lo reparaban con una maniobra maestra: colocando dos tortillas debajo de la carne. Unos cuantos supimos aprovechar la oportunidad para aplicar una técnica a la que llamo la clonación. Quienes estén interesados en aplicarla, deben saber que ésta consiste en repartir el interior de un taco entre las dos tortillas para así tener una doble porción. Es recomendable hacerlo únicamente en lugares donde sirvan copiosamente, de no ser así es preferible conformarse con la presentación que se nos sirve, a menos de que se quiera pasar por la penosa situación de masticar tan solo una rodaja de masa con dos cuadritos de bisteck en su interior.

En la actualidad son pocos los sitios donde la tradición de la doble tortilla sobrevive, en caso de encontrar uno, conviene apuntar la dirección para enseguida guardarlo en un bolsillo cercano al corazón.

  • 2. Higiene.

El otro día acudí en compañía de un familiar a un puesto de tacos que, según decían, combinaba las bondades del sabor con las del precio. De inmediato adiviné las razones: el equipo detrás del negocio constaba apenas de dos brazos, dos piernas y una cabeza pertenecientes todas ellas a una misma persona. El encargado se encargaba de: preparar las órdenes; repartir refrescos; pasar el trapo por la barra; esparcir la cebolla y cilantro sobre la carne; colocar las tortillas sobre el comal; preguntar qué desea; estimar la cuenta en una calculadora; recibir los billetes; rascarse la espalda; morderse las uñas y recoger las cáscaras de pistache del suelo, etc. Todo ello, de manera sorprendente, sin la ayuda de unos guantes térmicos que aminoraran la asquerosidad del espectáculo.

No faltarán los individuos que, en un afán de alardear osadía, dirán que una pizca de suciedad mejora el sabor de la comida. Lo mejor que se puede hacer con esta clase de sujetos es complacerlos con un vaso de agua extraída directamente del caño, procurando, cómo no, agregar una medida extra de estiércol para que puedan saciar la sed provocada por la cena.

La higiene es vital. Hasta donde sé, nadie quiere comer mugre de uña un domingo por la noche. Ni en lunes, ni en sábado, ni en miércoles, ni en martes, ni en viernes, ni mucho menos en jueves.

  • 3. Variedad de salsas.

La población se divide entre quienes prefieren la verde y los que prefieren la roja (están también los que no gustan de la salsa, pero no merecen siquiera incluirse dentro de la categoría "humano"). Más allá de que existan personajes que las combinen, la inclinación por una u otra se trata de una señal importante para conocer la personalidad, a veces escondida, detrás de un individuo. Basado en años de observación, puedo afirmar que la salsa verde domina el paladar de los consumidores menores de 30 años. La gente madura, por su parte, confía en las bondades de la roja. Junto a empezar a disfrutar las lentejas y perder la fascinación por los dibujos animados, el cambio de bando hacia el club de la roja se erige como uno de los puntos de inflexión rumbo a la madurez.

De cualquier forma, una taquería de prestigio debe incluir otras opciones en sus mesas. Entre mayor sea la oferta de salsas, mejor. Quienes crean que esto puede producir un gasto innecesario deben saber que al contrario, se trata de una decisión inteligente con miras a aumentar los ingresos. El dinero perdido en la compra de chiles y tomates se recupera gracias a que los clientes se verán tentados a pedir más receptáculos comestibles en donde puedan echar varias cucharadas de, digamos, esas salsas exclusiva de ajo o tamarindo. Sobra decir que el nivel de picor debe ser de 3/4. Ni tan ligera que parezca jugo de tomate, ni tan picante que dé la impresión de ser una estrategia para evitar pasar mucho tiempo en el molcajete.


Si el alto precio de la granada, tapioca o remolacha impiden la preparación de una mezcla especial, basta con ofrecer al menos las cuatro alternativas básicas para complacer al visitante promedio.

  1. Salsa verde
  2. Salsa roja
  3. Guacamole
  4. Pico de gallo (con los ingredientes finamente picados)
Se agradece la presencia de chiles toreados, habanero, cebollitas y otro tipo de linduras. Personalmente no soy aficionados a los excesos de algunos lugares en donde sirven nopales, frijoles y hasta puré de papa. Queda en cada uno determinar hasta qué nivel llega su glotonería.

  • 4. Tener hambre.

No me malinterpreten: unos tacos al pastor no se desprecian ni siquiera después de haberse atiborrado en un bufé. Se deben aceptar y consumir con gusto bajo cualquier circunstancia. Lo que sí debe mencionarse es que la abstinencia es lo mejor que puede hacerse cuando se quiere apreciar algo en su máxima expresión. Dejen de hacer pipí durante cuatro días para saber el placer que supone una actividad tan simple como orinar. O dejen de dormir durante 38 horas para ver la almohada con otros ojos. Lo mismo pasa con la comida. Si ustedes no han desayunado a eso de las seis de la tarde, su cuerpo empezará a liberar una sustancia llamada siminitra que potenciará el sabor de los tacos en casi un 400%. El momento ideal llega cuando se hace agua la boca. Y el platillo al que se refiere esta entrada es insuperable a la hora de combatirlo. Ni la pizza, ni la sopa de arvejas pueden compararse en este aspecto.

  • 5. Limones competentes.

Los limones deben estar cortados a la mitad. Cuando están cortados en cuatro partes o, lo que es peor, en ocho, puede afirmarse que se ha perdido una parte importante de la tragadera. De nuevo se hace presente la manía de ahorrar a toda costa sin importar que el mayor perjudicado sea el cliente. En la lógica del empresario, este método disminuye el desperdicio; algo que en teoría podría ser cierto (se fomenta la precisión en el uso: al final si no lo utilizas por completo lo que se va a la basura es una octava parte, no una mitad), sin embargo en la práctica puede llegar a ser contraproducente. A la hora de devorar la comida, las personas regresan a un estado salvaje en el que la conciencia pierde peso frente a la intención de saciar los más bajos instintos. La frustración de no poder exprimir un limón de forma satisfactoria lleva a repararlo de forma exagerada, de modo que en lugar de usar medio limón, se termina por perder el control sobre el consumo, haciendo que en un recuento las cifras indiquen que de trozito en trozito hemos acabado con un cuarto de limones dejando así vacía la charola destinada a almacenarlos.

De preferencia los limones deben carecer de semilla. Estarlas retirando es un verdadero fastidio, aunque hay quienes incluso llegan a disfrutarlo impulsados por la adrenalina del ritual.

***

Queda mucho que mencionar, tendré que detenerme ya que la intención original era dejar un top 5. Lo importante es señalar lo que hace de nuestra comida un manjar inigualable. Afortunadamente cada ciudad, cada zona y cada persona tiene una taquería de confianza a la que se puede acudir cuando se necesita recuperar la fe en nuestra existencia. Los animo a seguir alimentándose hasta que su corazón aguante.

viernes, 20 de enero de 2012

Apenas te distraigas

Tuve que ir a un cibercafé para recordar lo deprimente que es un lugar así. Es triste saber que hay gente que sigue viviendo sin internet en casa, usando teclados antes manoseados por desconocidos, muy probablemente aficionados a comer alimentos grasosos sin animarse a usar gel antibacterial después. Imposible saber cómo le hacen para estar a gusto en territorio lleno de espías, con empleados vigilando que no entres a páginas indebidas y vecinos en computadoras aledañas dispuestos a ver lo que escribes apenas te distraigas.

¿Cómo hacen los dueños para sacar ganancias? 10 pesos la hora cuesta estar perdiendo el tiempo ahí. No es mucho, he visto que tienen pocos clientes. El recibo de la luz por su parte debe ser costoso. Quisiera conocer las estrategias con las que estos lugares logran mantenerse a flote. Acaso los administradores sean personas de altos recursos económicos que tienen asegurada la vida, siendo que prestan el servicio sin otro afán que el de la caridad para las personas necesitadas que no tienen conexión en la comodidad de sus hogares. Con las papelerías pasa igual, ¿pueden realmente pagar la renta con la media docena de monografías de cincuenta centavos que venden al día?

Sacar copias debe ser el peor trabajo del mundo. Se nota que es aburrido y que la retribución económica es apenas simbólica. Poniéndome en sus zapatos, creo que el precio justo por una copia debería ser de cinco pesos. Cumplir una función tan monótona merece una compensación de proporciones enormes. Sugiero que quienes se dedican a esa labor heroica tomen vacaciones en la playa cada que puedan; la vida es muy corta como para andar viéndola en blanco y negro.

Decía, me vi obligado a ir a este cibercafé. Noté que estaba arruinado. Sentí ternura al ver que detrás del demostrador había un estante con productos a la venta. Entre las linduras se hallaba una copia original de Windows 98 tasada en $800. La caja estaba desgastada con una pérdida de color propia de una exposición prolongada al sol. Con un precio ligeramente menor, tenían la versión 9.0 de Corel WordPerfect, lanzada originalmente en tiempos cuando aún era tolerable conocer gente que no conociera la importancia vital del clic derecho de un ratón.

Aparte de unos cartuchos de tinta descontinuados, el objeto más preciado, el ya no va más, lo último de lo último, era una memoria usb con la friolera de 256 megas de capacidad ofrecida a cambio de 400 pesitos. Quizás el dueño cree que algún día llegará un príncipe montado a caballo con la misión de comprarlo todo. El valiente no se rinde, jamás desechará esa mercancía. Sin importar las burlas constantes, mantendrá el talante. Los productos se quedarán donde están. Es importante hundirse junto a nuestros principios. Se debe pagar el precio por mantener vivos los sueños.

Luego de ser notificado del precio que tenía que pagar por las ocho impresiones que hice, abandoné el lugar escandalizado por los exorbitantes precios, al igual que conmovido por lo aferradas que pueden llegar a ser las ilusiones.

sábado, 14 de enero de 2012

Tan solo como volviendo a empezar



"(Just Like) Starting Over" es una canción triste que parece no serlo. A decir verdad, la letra es bastante optimista, sobre el amor que renace día a día y de los planes que restan por delante. Lo que la hace triste es el contexto. John Lennon venía de cinco años en el retiro y el sencillo con el que reaparecía en el mercado era precisamente éste, titulado Tan solo como volviendo a empezar. John estaba entusiasmado con lo que él creía un nuevo comienzo, ya con una familia formada (el nacimiento de su hijo Sean significó para él la sanación emocional que lo mantuvo agobiado desde la muerte de su madre en 1958). Tenía decenas de planes y canciones por componer. Vislumbraba una vejez a lado de Yoko, viendo pasar los últimos días cerca de una costa de Irlanda. Un regreso a sus orígenes ya como un hombre triunfante que logró lo que nadie, ni él mismo, pudo imaginar décadas atrás.

Lo terrible es que las cosas cambian de un instante a otro. La historia ya la saben. A las pocas semanas del lanzamiento de Double Fantasy,  John Lennon sería asesinado. Todos los planes e imaginarios se fueron con él, dejando con nosotros la sensación de que, quizás, eso que añoramos, jamás llegue a cumplirse. Por más que a veces parezca claro o creamos que sea posible.

Cada que escucho la guitarra del principio pienso en eso. Me aterro. Es, les digo, una canción bastante triste. E increíblemente hermosa.

miércoles, 4 de enero de 2012

Leo solo el primer párrafo


Leo solo el primer párrafo. Si no me gusta, lo desecho. Así hago con cada texto. Puede parecer injusto, lo sé. No puedo remediarlo. Hoy en día soy incapaz de terminar una lectura si ésta no tiene un comienzo contundente.

Lo lamento por los grandes intermedios, por los grandes finales que no veo. Se trata simplemente del comienzo. De ahí viene lo demás. Es difícil que borre esa primera impresión.

Después voy por la vida pidiendo segundas oportunidades. Qué descaro el mío.

Hay un largo camino. No tengo tiempo para quien no se esfuerza en ser extraordinario en la primera línea,

enero.

lunes, 2 de enero de 2012

Pensamientos del nuevo año


Creo que debo ir asumiendo que quizás nunca me convierta en lo que soñaba ser.

Los últimos días del año me hacen pensar sobre el lugar en el que me encuentro parado. No sé si el actual sea el correcto.

De niño pensé que a esta edad ya estaría realizado. Que tendría algún rumbo. Que estaría cerca de la meta.

Lo cierto es que no. He envejecido sin aprovecharlo. Notar que las personas de 22 años son más jóvenes que yo me tuvo varias horas sin dormir la otra vez.

Del 2011 salvo el último mes. Y eso la primera quincena, que luego se puso feo también.

Seguro lo sabrán: la depresión y los suicidios aumentan en navidad. Entre tanta alegría uno se vuelve más consciente de sus propias limitaciones.

Viajar, por ejemplo. Ir a Europa es un deseo poco original. La mayoría piensa en ello. Y creo que todo clasemediero en verdad piensa que algún día lo conseguirán. La realidad es que pocos lo hacen. Es un asunto que me resulta tristísimo. En año nuevo me puse a pensar si no seré yo uno de los tantos entusiastas que al final jamás lo logran. No sería raro, sería la norma.

Sobra decir que Enero es el tiempo de los anhelos. Normal, este comienzo simbólico se presta para dar pie a propósitos. El entusiasmo está en el aire. Lo que me preocupa es que he vivido esto cada año para que al final solo queden decepciones. Veremos si ahora cambia algo. Es duro asumir que mucho se nos va escapar de las manos.

Anoché soñé con un concierto de Morrissey en el que interpretaba "La carcachita".

No estás segura aquí.

Preferiría no saber nada de la mayoría de mis familiares. Con verlos una o dos veces al año debería ser suficiente. A otros lo estimo y por lo mismo quisiera ahorrarles el fastidio que representa pasar tiempo juntos.

La canción que más escuché en 2011 fue "Bobby Jean" de Bruce Springsteen según lo reporta Lastfm. Le siguen "Alison", "It Ain't Me Babe", "For No One", "Between The Bars" y otras igual de trágicas. Ver la lista da una perspectiva acertada de lo que fue 2011 para mí. No hay casualidades, uno se refugia en determinado tipo de canciones que combinen con el estado de ánimo.

Convivir me da flojera extrema. Actualmente son apenas dos o tres las personas con las que puedo intercambiar palabras por más de cinco minutos sin que me den ganas de dormitar.

Quise iniciar el año escuchando a The Beatles. Por la mañana estuve escuchando sus primeros sencillos. Siguen siendo grandes canciones. "I Want To Hold Your Hand", "This Boy", "From me To You", "Please Please Me"... a su manera cada una de ellas me ponen contento. Lástima que solo duren tres minutos.

Veremos si recupero el ritmo en esta bitácora. Si fuera por ganas todo estaría perdido.