lunes, 30 de enero de 2012

Tenía los dedos feos


Muchos se lo dijeron. Tenía los dedos feos. Ella procuraba ignorarlos, pero cuando salía a la calle llevaba unos guantes de lana puestos. Cuando la tenías cerca debías esforzarte para poder mirarla a los ojos. Era difícil sacar de la cabeza lo tenía allá abajo. Corrían infinidad de historias al respecto. Por más simpática que fuera, era un detalle del que no podías olvidarte. Ya a los cuatro años aprendió a saludar de beso obligada por las circunstancias. Estrechar las manos se volvía un peligro. La mayoría terminaba por enfadarse con ella. Cómo te has atrevido a saludarme, le decían. Yo procuré ser amable. Lo fui siempre con cualquier persona por más deforme que fuera. Una vez, cuando llevé una bolsa con fruta a la escuela, se acercó para que le diera un poco. Pensé en arrojar un cubo de sandía directo a su boca, al final lo tuve que descartar porque aquello no era cuestión de alimentar a una gaviota, era una chica dulce que pedía una parte de mi almuerzo. Tenía dedos feos, era todo, y nadie quería verlos. Así que le regalé la bolsa para no tener que volver a meter la mano por ahí. Un día le pregunté si lo sabía. Si lo de los dedos era un problema. Me dijo que no estaba de acuerdo con la mayoría. Que a ella sus dedos le gustaban, que si los escondía era para evitar los disgustos ajenos. La idea de molestar a los demás le parecía horrenda. Así que usar guantes era suficiente. Dos pájaros de un tiro. Por una parte se ahorraba las miradas displicentes de los vecinos y por el otro protegía a sus pulgares de las inclemencias del clima. Fue también la primera vez que vi sus dedos. Le pedí que me los enseñara por fin y la verdad es que no estaban tan feos. Vi unos padrastros, además de unas uñas mal recortadas. Después de tanto tiempo estuvieron por fin antes mis ojos. El espectáculo fue decepcionante. No vi deformaciones, ni un solo callo. Sus manos eran parecidas a las mías. Dejé de entender las razones de los comentarios. Le sonreí. Enlazamos nuestros brazos y salimos por ahí. La quise mucho. A la mañana siguiente empecé a usar guantes. Dije que era por el frío. No me creyeron. Tuve mala suerte. No podía cruzar los dedos.

2 comentarios:

Miucha Malicieux dijo...

Yo también tengo los dedos feos nyo, pero como a mí me gusta incomodar gente nyo, tal vez les toque el rostro cada que los vea nyo :3

Mari dijo...

No entendí lo último: ¿Te contagió de algo raro en las manos y por eso eso no podías cruzar los dedos o al fin y al cabo tus dedos eran más feos comparados a los de ella?