domingo, 25 de abril de 2010

Un par de historias de librerías viejas

Este fin de semana me dejé llevar por un torbellino que terminó depositándome en Aguascalientes. Vaya experiencia más demoledora. Una vez recuperado del mareo provocado por tantas vueltas, aproveché para inspeccionar un rato la feria de San Marcos.

Muy buen ambiente, he de decir. Gente amable caminando por las pequeñas calles del centro y de la plaza de San Marcos. El tiempo era usado para bailar, tomarse fotos al por mayor y realizar aquellas actividades que el turista promedio suele hacer bajo el amparo del anonimato.

Joaquín Sabina dio un concierto el sábado. No entré, pero a eso de la medianoche vi que un puñado de fans estaban esperando en una de las salidas a que el cantautor saliera. Como el evento estaba por terminar, decidí acercarme a ellos, con la esperanza de que Sabina me autografiara un billete de doscientos pesos*. El milagro, no se dio (o no cedió, que viene a ser lo mismo), aunque cuando menos recibimos un saludo casi papal de lejitos a la vez que su camioneta casi arrolla a un par de fanáticos emocionados.

Omitiré detalles significativos, sólo diré que acabé durmiendo a las cinco de la mañana.

(Olvidé mencionar que se podía tomar -alcohol- en las calles cercanas a la feria. Lo pongo en este paréntesis porque mirando a atrás no sé dónde quedaría mejor)

Al otro día fui despertado con crueldad infinita, a las nueve de la mañana. Quesque para ir a un desfile. Valientemente levanté la figura y acudí. Hubo carros alegóricos, bailarinas no-sensuales, caballos, ya saben; todo lo que le gusta a las familias comunes y corrientes. También hicieron desfilar a personas de varias nacionalidades que radican en el estado de Aguascalientes. Al principio no entendía cómo el público podía admirar a esos individuos sólo porque habían nacido en otro país. Pero cuando pasaron los japoneses sonriendo y la gente les empezó a aplaudir, comprendí que, sin importar que tengamos diferencias en el color de piel, a fin de cuentas no somos tan diferentes, podemos entendernos y pasar un buen rato. Padre.

/Fin del momento Imaginesco/

El sol pegaba tan fuerte que te obligaba a entrar a cualquier lado con tal de recibir un poco de sombra. Fuimos a comer sin tanta hambre, sólo para refugiarnos. Qué bien se come cuando no estás cerca de casa, te preocupas menos por trivialidades tales como mantener la línea. Todo importa menos cuando te alejas de la rutina.

Más tarde fui a ver qué tenían en las librerías de viejo de la calle Matamoros, el equivalente hidrocálido a Donceles. Había tres que estaban abiertas. Como no tengo ganas de presumir (por ahora), evitaré decirles qué compré. En cambio, les contaré dos historias que llegaron a mis oídos mientras hurgaba entre los estantes de los locales.

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En la primera librería, estaba un grupo de ancianos platicando sobre temas varios. He de aclarar que no soy a alguien a quien le suelan interesar las conversaciones ajenas, por el contrario, me aburren muchísimo, lo que pasa es que hablaban tan fuerte y el espacio era tan reducido que era imposible ignorarlos. Ustedes podrían preguntar sabiamente ¿Por qué no te tapaste los oídos? . Yo respondería aún más sabiamente Porque se me hubieran caído los libros.

El tema central de su charla era la cornada que había recibido José Tomás en la plaza de Toros. Será en otra ocasión cuando dé mi opinión respecto a la tauromaquia (les adelanto que no es muy buena, a pesar de que admito que la estética de los trajes y ruedos tiene su encanto), por ahora me limitaré a contar que, según los viejitos, después de que el torero salió herido, aficionados saltaron al ruedo para recoger con servilletas la sangre de su ídolo para llevársela de recuerdo. Eso es fanatismo, y no pequeñeces, señores.

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Adoro poner los asteriscos esos.

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La segunda librería también tuvo su conversación interesante (la tercera que visité estuvo aburridísima). Ahora los protagonistas eran dos jóvenes: macho hippie y hembra hippie. Mientras yo revisaba las pilas de libritos huérfanos, ellos relataban malas experiencias que habían tenido con cierto roommate al que por fortuna nunca he visto en mi vida. ¿La peor de todas? El hippie decía que una vez, el roommate le había dado una bolsa negra con "carne" para que la metiera al congelador. Pasaron los días, y al muchacho este, en un arranque de hambre se le ocurrió prepararla ya que el otro ni la pelaba. El disgusto se lo llevó al descubrir que dentro la bolsa no había un filete, sin DOS pájaros muertos (con todo y plumas) que su amiguito había querido guardar para después disecar. La justificación fue "No pus, es que si te decía te ibas a enojar".

Vivan solos.

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Esto es lo único que contaré por el momento, ahora estos lejos de esa tierra calurosa aunque quizás vuelva para llevarme más cosas.







*Dato innecesario: Alguna vez, a mediados de los setenta, Joaquín Sabina tocó en un pequeño bar que albergaba a George Harrison entre sus asistentes. El ex-beatle le dio como propina un billete de cinco libras , el cual, cuenta la leyenda, todavía conserva.

jueves, 22 de abril de 2010

Apología a la gordura


El tipo que me asaltó era flaco. Desconfío de los flacos, me ha ido mal con ellos. Las personas más nobles que he conocido tienen tejido adiposo de más. Hay algo en la gordura que enternece el corazón de sus propietarios. No es difícil darse cuenta por qué: el tonelaje extra es mal visto por la sociedad, los "gorditos" sufren en silencio. El rechazo, los insultos, las malas miradas se unen para convertirlos en seres humildes. Ser pachoncitos los vuelve cariñosos automáticamente. Son ositos que reparten amor entre sus semejantes.

Qué molesto es que, sobre todo recientemente, sean tan condenados por la sociedad. Su voluminosa anatomía es atacada por varios flancos. La mayoría de los reproches se intentan suavizar con el argumento de que es por su bien, por su salud, lo cual es mentira, a fin de cuentas la gente se agarra de cualquier pretexto para atacar al otro. El famélico no soporta que exista alguien que pueda comer chocolates y tacos en cantidades industriales mientras ellos viven aferrados a apios y hojas de eucalipto.

De cualquier cosa se quiere hacer un suplicio. Los mayores placeres de la vida son condenados sólo por joder. Hay que entender de una buena que vez que la humanidad quiere arruinarnos la fiesta.

Algunos ejemplos:

-Si miras las pantorrillas de una chica que camina por la calle te llaman degerando.
-Si le echas un chorrito de rompope a la gelatina eres un vicioso.
-Si compras algo que te gusta te llaman despilfarrador.
-Si empiezas ahorrar te llaman tacaño.
-Si te bañas rápido eres un cochino
-Si te tardas en bañar eres un inconsciente
-Si sacas buenas notas eres un ñoño
-Si sacas malas notas eres un imbécil.
-Si te defiendes eres violento
-Si contradices a alguien eres un intolerante
-Si vas en auto eres un flojo
-Si vas a pie eres un pobre diablo

La vida me ha enseñado que a cualquier acción corresponde una agresión. Hagamos lo que hagamos, recibiremos quejas e insultos.

En el caso de los gordos, el ataque es intensivo. Un marrano no puede engullir una barra de chocolate sin que detrás esté un amargado diciendo "te va a hacer daño". Lo peor es que creen que hacen un favor, se sienten samaritanos conscientes al estar regañando sin saber que la angustia que provocan es tan dañina como lo de que supuestamente te advierten. El bombardeo de "consejos", altera la presión y los nervios.

Para aquellos seres defensores de la salud, lo importante es vivir sin gozar. Vive ochenta años con recato, pasa tus días limitándote a lo desabrido. Hasta que un día mueres sin justificación. Me imagino que llegar al lecho de muerte debe ser desesperante cuando te pones a pensar que el esfuerzo por mantenerte al margen de las tentaciones no te sirvió para durar miles de años.

Obviamente pesar doscientos kilos está mal. Consulten a su médico si el sobrepeso les impide realizar adecuadamente actividades básicas como caminar, respirar y mirarse los pies; pero urge que los llamados kilitos de más sean reivindicados. No es posible que por un lado se condene a la anorexia y por el otro se vapulee a los niños de mejillas abultadas.

Desgraciadamente esta horrible costumbre ha terminado por modificar los gustos de la juventud. Ahora las mujeres en vez de buscar panzas estéticamente viriles, quieren cuerpos flacuchamente maricas. La frontera entre la masculinidad y la femineidad poco a poco empieza a desaparecer para dar paso un nuevo humano al que sólo se puede diferenciar del otro observando el área genital.

Las diferencias entre chicas raquíticas y chicos ídem, son mínimas. Bellezas en otrora como Lindsay Lohan dan paso a esperpentos indignos del deseo.

Un hombre que se precie jamás se preocupará por la báscula, el sexo opuesto debe asumir que la naturaleza de su género le permite ciertas concesiones. Una lonja de hasta dos pulgadas debe ser halagada por las novias:

Me encanta tu agarradera congénita, mi amor.

Tomen nota.

El consejo que les hago hoy es: disfruten de la vida. Mientras su médico de cabecera no les diga que están al borde del colapso orgánico; coman, beban y realicen aquello que les brinde placer siempre dentro de los límites de la legalidad. Eviten recurrir al canibalismo, pues.

miércoles, 21 de abril de 2010

Ahora me asaltaron

Todo se conjuga para que este mes tenga temas diarios para actualizar este blog. Luego del caso de la chica fresa pensé que no habría nada de similar tamaño para comentar, pero hoy un incidente demuestra que, una vez más, estaba equivocado.

Sí, sufrí apenas el segundo asalto de mi vida. El primero ocurrió la vez que un doctor me robó el cordón umbilical valiéndose de una herramienta punzocortante. Desde entonces (hace 21 años) no había sido víctima de un atraco de iguales proporciones, hasta hoy que un par de tipejos coordinaron fuerzas para despojarme de mi celular y cartera.

Iba caminando tranquilamente rumbo a la escuela (1:50 pm aproximadamente) cuando a escasas cuadras de llegar, fui interceptado por un hombre que se acercó extrañamente a mí. Se pegó tanto a mi cuerpo que pensé no tardaría en manchar mis pantalones. En eso, sacó un desarmador para colocarlo en la zona donde se ubican algunos de mis órganos vitales al mismo tiempo que decía:

Dame tu cartera y el celular o te pico.

Sospecho que el maleante estuvo espiándome durante semanas, de otro modo no me explico cómo supo que yo tenía celular y cartera. Who knows?

No hice nada durante los primeros seis segundos. Naturalmente el asaltante se irritó.

Ándale, sácalos orita mismo o chingo. Ni se te ocurra moverte.

En situaciones como esta, el tiempo pasa tan rápido que no reaccionas como deberías. Es como cuando un balonazo te pega en la cabeza: cuando quieres actuar ya es demasiado tarde. Si alguien te hubiera dicho minutos antes que alguien iba a patear un balón con dirección a tu mollera podrías elaborar una estrategia, y en el momento oportuno darías un paso para apartarte de la trayectoria del balón. Lo mismo pasa con quienes te atracan, ellos se encuentran en una posición de ventaja porque saben qué es lo que va pasar, en cambio la víctima viene distraída sin imaginarse lo que le espera. Por eso cuando el momento fatídico llega, no se logra una reacción lo 100% adecuada. De estar mentalizado hubiera podido emplear mi célebre patada tornado dejándolo parapléjico, snif snif.

Sin decir nada le di el celular y una cartera que tenía doscientos y tantos pesos. Luego de esos huyó mientras decía, "échate para atrás". Del otro lado de la calle lo esperaba un vocho azulado en el que escapó, el cual era conducido por una escoria poco agradable a los sentidos con peinado Mohawk.

Sobre la cartera, además de los doscientos pesos, traía lo siguiente:

  1. El boleto borroso de cuando fui a ver Watchmen.
  2. Credencial de universitario insatisfecho.
  3. Un calendario de cartón portátil del 2006.
  4. Algunos dólares viejísimos que estaban pegados unos con otros.
  5. Tickets de compras varias.
  6. Credencial de elector.
  7. Tarjeta de débito.
  8. Monedas que ahora nunca llegaran a las manos de cerillos necesitados.
  9. Un par de calcomanías de discos de Elvis Costello y Bob Dylan.
  10. Credencial de amigo Porrúa.
  11. Billete de emergencia de 100 pesos conmemorativo del centenario de la revolución.
  12. Pelusa acumulada.
Gracias al contenido, los malditos ahora saben dónde estudio y el lugar donde vivo. Saquen los globos y serpentinas, por favor.

No fue el atraco del siglo, lo sé. Me duele lo de la tarjeta de débito (ya reportada), porque de ahí sacaba de a poquito sumas suficientes para satisfacer necesidades básicas como chocolates Crunch. El celular en su momento costó 1800 pesos, y todos los números de la agenda tenían nombre clave excepto por el poco original "Casa". Sigo a la espera de la primer llamada de una voz distorsionada.

Queda como consuelo la poca inteligencia del asaltante. No me pidió el reloj, ni los lentes obscuros que valían más que el celular y lo de la cartera juntos, el ticket que lo comprueba, por cierto, estaba dentro de la billetera. Pienso que como notó lo bien que se me veían, decidió pasarlo por alto.

Eso o el par de pandilleros, nomás querían el celular para realizar actos delictivos. Desgraciadamente registré honradamente mis datos al Renaut. así que posiblemente acabe inmiscuido en algún caso de extorsión telefónica sin enterarme.

Una vez que se fueron, noté que un policía había observado todo sin hacer nada. Quizás era de la seguridad privada que cuida unas oficinas que están por ahí, pero vestía como tal. Al final se me acercó y con su walkie talkie le habló a uno que estaba igualito a él. Luego llamaron a una patrulla que me pidió algunos datos. Apostaría a que los delincuentes llegarán a viejos sin ser detenidos.

Es curioso que justo cuando hace apenas unos días hice esfuerzos importantes para regresarle a una chica la cartera que le pertenecía, la fortuna se me volteara haciéndome perder la mía en circunstancias peores. Una muestra más de que este mundo es injusto, las acciones buenas que hagamos debemos llevarlas a cabo por la satisfacción propia, por estar actuando correctamente, porque eso del karma no funciona, al menos no para mí.

***

Hice un dibujo del asaltante, si alguno de ustedes lo ve en la calle, avise a las autoridades. El retrato se asemeja bastante a la realidad:



PD: Cuando llegué a la escuela me dijeron que la clase se había suspendido.

martes, 20 de abril de 2010

Cómo reconocer a un melómano principiante

Pobrecita de la rubia de lentes.

Generalmente cuando adquirimos una nueva afición queremos que todo el mundo se entere. Es parte de nuestra naturaleza comunicar a nuestros amigos (en caso de tenerlos) que el monito con el que conviven, ha expandido sus horizontes de ocio.

Esto se da especialmente a edades tempranas. Cuando un chiquillo se inscribe a clases de Karate, lo primero que hace, incluso antes que comprar su Keikogi, es anunciar a los cuatro vientos (eviten cuestionarme sobre el origen de la expresión) entre todos sus compañeros de escuela, que pronto podrá partir tablas de madera en dos sin necesidad de usar una afilada segueta.

Somos presumidos, vamos. Cada que alcanzamos un logro, queremos que quienes nos rodean lo reconozcan para que el esfuerzo haya valido la pena. Es normal, todos lo hemos hecho en menor o mayor medida alguna vez. Por supuesto hay quienes exageran, como aquellas celebridades que citan a los medios cada que van a darle cinco pesos a un vagabundo. Ya lo había comentado una vez, pero son claros ejemplos de hipocresía en el que la caridad es un mero pretexto para promocionar su imagen pública.

Eh, lo siento. No quiero desviarme y convertir este texto en una diatriba más en contra de la humanidad, así que pasaré al tema central que logró motivarme lo suficiente para dejar de rascarme la panza para venir a teclear algunos cuantos párrafos.

Como les decía al principio, en cuanto albergamos una novedad, el primer paso a seguir es anunciarlo rápidamente. Esto no quiere decir que lo hagamos directamente, muchas veces se emplean técnicas veladas que irónicamente terminan resultando igual de obvias.

Tomemos el ejemplo de la música. Cuando alguien comienza a sentir debilidad por un disco o grupo en particular, todo su universo acaba por girar entorno a él.

Así tenemos al primer signo que delata a la ternurita del melómano principiante:

  • Habla demasiado de música.
Ejemplos:

Gracias, mami; el plátano estuvo tan exquisito que me recordó al primer álbum de The Velvet Underground.
Ese Jarabe tapatío estuvo bien, pero Metallica es mucho mejor.

Tengo un amigo que se llama José, como José Luis Perales.

Como se puede apreciar las referencias son básicas y forzadas. Se aprovecha cualquier oportunidad para manifestar las respectivas preferencias auditivas. El chiste es que el mundo entero sepa lo importante que la música es para ti, y que eres bien "rockero". Les digo, unas ternuritas.

Pasemos al siguiente punto

  • Dice títulos de canciones completos.
Ejemplos:
No manches, mi favorita de The Beatles (evitan decirle Álbum Blanco para apantallar) es Everybody's Got Something to Hide Except For Me and My Monkey, está bien chistosa.
Uts, ayer casi chillo con Last Night I Dreamt That Somebody Loved Me.

Un melómano experimentado tiene un dominio tal del tema que ante sus semejantes no necesita gastar saliva ni tiempo. Le basta con decir que su favorita es Me and My Monkey o que Last Night lo hace llorar. El novato se pone en evidencia, busca ser tan correcto que acaba por verse exagerado. Son como Marge Simpson en aquel capítulo del Chanel rosa: Se esfuerza tanto para no desentonar que a lado de la sobriedad de la clase alta se le nota rebuscada.

  • Divulga información errónea de su grupo favorito
A Brian Jones lo mató Mick Jagger porque le tenía envidia.
¿Sabías que Marilyn Manson era el muchacho que salía en Los Años Maravillosos?

Paul McCartney está muerto y fue sustituido por un granjero irlandés.


Sediento de sobresalir, el n00b emprende una búsqueda de datos por internet de manera indiscriminada que luego compartirá con sus semejantes. El problema es que sólo se queda con con aquellas notas superficiales que muchas veces son falsas. Recurre a temas dignos de las prensa rosa para escandalizar y aparentar que sabe mucho, sin saber que se encuentra haciendo el ridículo.

  • Le gusta todo.

Menudo discazo The Division Bell.
Digan lo que digan lo último que ha estado sacando Sting está buenísimo.

Hablamos de personas con criterio limitado quienes temen contradecir los cánones establecidos por la sociedad. Para ellos cualquier bodrio que tenga el nombre de Pink Floyd (dicho sea de paso, les encanta la película de The Wall aunque no le hayan entendido) en la portada tiene que ser aplaudido Son pequeñas ovejas, disfrutan sin protestar todo lo que sus referentes (algún tío o crítico musical) les dicen.

***

Comúnmente la etapa pretenciosa se supera después de cumplir trece años. Aun así, se han reportado casos de que veinteañeros, treintañeros, cuarentones y hasta octogenarios que siguen queriendo impresionar a gente todavía más tonta que ellos. No está de más señalarlos públicamente para superar el hecho de que alguna fuimos iguales.

lunes, 19 de abril de 2010

Conclusión de algo que nunca empezó

Para quienes se frotaron las manos a la espera de que les relatara cómo acabó el caso de la cartera fresa, acaso creyendo que todo finalizó como una bella historia romántica, les tengo malas noticias.

Vengo llegando de la cita no amorosa con la jovencita del Tec, y sólo puedo expresar palabras de desilusión.

Llegué puntual al lugar pactado. Las pocas partículas de optimismo que todavía albergo dentro me hacían creer que ella ya estaría ahí, recibiéndome con un pastel y un caluroso abrazo. Desde ya aviso que no vuelvo a crear ilusiones de este tipo porque siempre acaban en decepciones.

No había llegado todavía, así que tomé asiento en unas sillas que estaban cerca en lo que llegaba. Total (me dije), un retraso de cinco minutos lo tiene cualquiera. Lo que no sabía es que el angelito tardaría MEDIA HORA en arribar a las instalaciones del supermercado seleccionado como punto de reunión. Se aprovecho de mí de la manera menos divertida posible. Originalmente había fijado quince minutos como el límite máximo de espera, de no aparecerse regalaría los lentes al primer niño pobre con astigmatismo que se cruzara en mi camino.

Dieron las 5:15. Supe que no iba a irme todavía y que extendería la espera por quince minutos más. Media hora de preciado tiempo es, según los cánones internacionales el límite de la paciencia humana.

5:28 y todavía no llegaba. La espera fue tan tediosa que cada auto que llegaba al estacionamiento me entusiasmaba menos que el anterior. Era altamente probable que sus padres al fin de cuentas no la hubieran dejado ir. También el retraso podía deberse a algún accidente automovilístico o a que su perro había escapado de casa. Opciones había muchísimas, lo importante es que yo estaba siendo humillado por una quinceañera que quizás no merecía semejantes atenciones.

Justo cuando el reloj indicaba que eran las cincoymedia me puse de pie con el fin de entrar a hacer unas compras que tenía pendientes. En eso alcancé a ver a lo lejos a una muchacha de cabello abultado que caminaba junto a dos tipitos rumbo a donde yo estaba. Era ella.

Estaba un poco más afelpada de lo que se alcanzaba a apreciar en las fotos. Del mismo modo parecía que venía de estar practicando rugby ya que su aspecto era relativamente desaseado. No me importaba mucho porque nunca tuve intenciones donjuanescas con ella, aunque alguno pudiera albergar la esperanza luego de que lo relatado en esta historia es digno de película mexicana multi-nominada en los premios Ariel.

Una vez que estuvo a un par de metros de donde yo estaba, me puse de pie y le dije, toma, esto es tuyo. Ella me dijo "Ah, gracias". Sus dos amiguitos se me quedaron viendo. Para romper el silencio incómodo le pregunté si había perdido realmente la cartera en el cajero, le platiqué de la teoría del asalto a mano armada que tanto jugaba con mi corazón. Contestó que sí, que se le había olvidado dentro de la cabina de Santander. Eso sólo podía significar algo: Claudia era medio tontita.

Sólo alguien desequilibrado podría olvidar una billetera dentro del sitio donde fue a sacar dinero. Una vez realizada la transacción ¿Dónde guardó su tarjeta? ¿Porqué no relacionó la extracción de billetes con el estuche destinado a salvaguardarlos? Nunca lo sabré.

Se portó distante y fría con alguien que invirtió horas para que ella recuperara sus lentes. Tal vez pensó (normal en un mundo lleno de ladronzuelos como éste) que yo había sacado sus ahorros del bolso. Quién sabe, de todas formas no debía llevar mucho, por algo tuve que ir al cajero.

Todo terminó con el gracias menos efusivo que he recibido. También dijo que me debía una. Ojalá que cuando pierda las llaves, sea ella quien las encuentre.

En fin, nunca debemos esperar justicia. Hice mucho por una desconocida que no lo apreció como debería. ¿Fue un desperdicio? No, porque me hubiera arrepentido de no haberlo hecho. Debemos actuar con rectitud por los demás, sí, pero también por nosotros mismos.

domingo, 18 de abril de 2010

El caso de la cartera fresa

Ah, los domingos. Es un día que inspira tanta flojera que hasta Dios lo usó para descansar (así lo demuestran los fósiles). El de esta semana, entonces (y para no romper la tradición) lo usé para eso: para ser los menos productivo posible. Las clases de catecismo que llevé durante la infancia me dejaron la enseñanza de que el domingo era para eso, imposible que traicione esos principios.

Desperté a eso de las once y media de la mañana. Una pena porque hubiera querido dormir mucho más ya que el otro día me había acostado a las cinco. Es terrible despertarse temprano cuando no hay nada que te impida seguirla. Un misterio el por qué me levante sin que nadie ni nada me lo pidiera. Tal vez fue un llamado del destino, como en retrospectiva veo ahora que analizo lo que me pasó hoy.

Iba bajando las escaleras cuando un sensación extraña en el estómago me abordó. Descartada la opción del embarazo comprendí que se trataba de hambre, por lo que seguí bajando escalones hasta llegar al primer piso de esta litera arquitectónica que tengo por hogar.

Inspeccionando el refrigerador hallé alimentos poco apetitosos para inagurar la jornada de zampadera dominical. Ni hablar, una lata de pepinillos no se le puede antojar a nadie, y menos cuando las opciones de acompañamiento son chiles habaneros, una barra de mantequilla y medio kilo de duraznos putrefactos. Sólo quedaba abandonar la seguridad del techo que me cubría en búsqueda de productos que saciaran mi apetito.

Tuve que bañarme, no me gusta que la gente perciba un desaseo en mi persona, prefiero que me vean y piensen que soy un tipo limpio que merece todo su respeto. Luego de secarme (no quería que me diera un aire al salir) emprendí el camino hacia el Superama más cercano, que es también el supermercado que me queda a menos kilómetros de distancia. Posiblemente si hubiera un Wal-Mart por aquí hubiera considerado la idea de ir a él, porque tiene precios más asequibles. Sin embargo tengo una predilección especial por Superama, porque sus instalaciones son acogedoramente pequeñas. Detesto ir a una tienda en la que tenga que recorrer un kilómetro para encontrar una lata de aceitunas. Así que no me duele mucho pagar unos centavos extra por estar una tienda tan agradable como esa. Además la gente que hay ahí es educada. Toda una experiencia.

Como había agotado todos mis fondos monetarios tuve que pasar al cajero del Santander contiguo a las instalaciones del supermercado. Todo iba normal, o eso parecía hasta que volteé a la derecha y vi lo que motivó este post:

Estimado lector, eso es una cosa dorada y una cosa negra.


Evidentemente una cartera y un estuche de lentes estaban ante mí. Vaya sorpresa la que me llevé, tenía cuando menos seis años sin encontrarme nada que sobrepasara el valor de una cono de papel.

Fue entonces cuando entré en un dilema. Podía irme sin tocar nada fingiendo demencia senil prematura o tomar las pertenencias para emprender la búsqueda heroica de su dueño. La primera opción me ahorraba riesgos además de tiempo. La segunda era más seductora. Si dejaba esos artículos ahí me quedaría con la duda para siempre. Mejor que las tomara yo a que el siguiente lacra que pasara por ahí se la quedara. Supe que lo mejor que le podía pasar al olvidadizo en cuestión era que yo sacara eso de ahí. Fue lo que hice al final.

Si hubiera sido entre semana se lo habría entregado a algún oficinista del banco con la esperanza de que la propietaria (primer deducción: esa cartera doradamente afeminada no podía ser de un hombre) lo fuera a reclamar, pero como era domingo estaba cerrado así que estaba solo metido en la complicación.

Guardé todo en las bolsas del pantalón y entré rápidamente al súper. Mientras buscaba entre los pasillos algo para tragar estuve pensando porqué alguien dejaría no una, sino dos cosas de valor abandonadas ahí. Si había ido a sacar dinero como yo ¿Dónde lo guardó?, ¿No necesitó los lentes para ver las pequeñas letras del cajero? Ahí todavía no revisaba el contenido del lingote de oro. Tan respetuoso soy, joé.

Miles de teorías cruzaron por mi mente, aunque lo más importante en ese momento era salir de ahí con la denigrante hamburguesa con papas de veintitrés pesos que había seleccionado como comida.

Minutos después, ya en casa y con el hambre eliminada, abrí la bolsa de oro en cuestión. Tal vez encontraría algo que me ayudara a regresarla a quien le pertenecía.

Esto era lo que tenía dentro:


Sólo eso, nada más.

Saqué tres conclusiones:

-En efecto, la cartera era de una mujer. Una rubia (y no, no era Dakota Fanning, la edité por cuestiones obvias), guapita y que a todas luces era fresa.

-Alguien se me había adelantado, y le había sacado todo el dinero. Porque... ¿Qué muchacha del Tec no trae al menos un billete de cincuenta pesos?

-La señorita tenía pésimos gustos cinematográficos.

También consideré la opción de que tenía en mis manos evidencias de un secuestro express. Podía ser que por andar ayudando me hubiera metido en un problema serio.

El caso era muy raro, incluso me arrepentí de haber actuado como lo hice. Hubiera sido más sencillo hacer lo que la mayoría haría: no prestarle atención y seguir con mi vida. Desafortunadamente soy una persona noble y con principios, jamás podría comportarme como un subnormal. Fui educado con otros propósitos, y siempre buscaré hacer lo que considere correcto aunque eso me meta en apuros.

Sin pistas, acabé rendido. Estaba frustrado porque una preparatoriana andaba por ahí (en el mejor de los casos) sin sus anteojos y sin su billetera. Y yo los tenía sin que me correspondieran. Lo peor del asunto es que no encontraba cómo poder remediarlo.

Luego de un rato tomé una decisión sensata: al otro día iría al banco para entregarla a uno de sus empleados como hubiera hecho en cualquier otro día. Era la única opción que me quedaba...o eso creía...

En un arranque de inspiración divina, se me ocurrió que podía buscar a la chica por Facebook. Después de todo, su combinación de apellidos era lo suficiente peculiar para que las probabilidades de éxito fuera altas.

Y sí, no tuve que hacer una búsqueda ardua para encontrarla. Le mandé un mensaje diciéndole que había encontrado sus lentes y cartera. Contestó luego de una hora agradeciéndome, me dijo que lo del dinero ya no importaba (o sea que sí, un miserable sacó lo que traía y luego se largó), que cuándo podíamos vernos para que le entregara sus chucherías.

Nos encontraremos mañana a las cinco afuera del cajero en cuestión. Quedé satisfecho con lo que hice. El dinero ya no estaba, pero los lentes costaban al menos quinientos pesos y eso era suficiente para que el esfuerzo valiera la pena. Me puse a pensar que hace veinte años esto no hubiera sido posible, no había una red social que lo permitiera. Y tampoco blogs en donde contarlo.

Reliquias literarias

Digan lo que digan, sigue existiendo una diferencia entre leer un libro en PDF que directo del papel. Es cierto que lo más importante es el contenido: lo que el autor nos ofrece, sin embargo (llámenme nostálgico, perros) una edición conmemorativa de un clásico siempre estará por encima de un juego de copias de treinta centavos.

Hace unas semanas encargué unos libros a Porrúa y tiempo después cuando me los entregaron lloré de la emoción. Lo bueno es que nadie se dio cuenta porque hacía tanto calor que las lágrimas se evaporaron en cuanto salieron.

Libros sobre colcha floreada (2010)

Esa es la mercancía que amablemente me entregaron. Hago tanto alboroto porque esos libracos son casi imposibles de conseguir hoy en día. Los cuatro son del gran Álvaro de Laiglesia. Uno de ellos es una primera edición española, otro una segunda de 1964, y otro (el azulito) una primera edición mexicana de la cual sólo se imprimieron 2000 ejemplares. Joyitas todo ellos, ninguno se ha reeditado en lustros. Lastimosamente se trata de un autor que ha quedado injustamente olvidado. No hay ni siquiera versiones digitales de su extenso trabajo novelístico. Quizás cuando cuente con un buen escáner, me anime a compartirlos. Total, ya no se encuentran originales, así que mejor ayudar a divulgarlos.

Era tan guapo que tenían que tapar su barbilla para evitar que el lector se distrajera.

Debo reconocerle a Librerías Porrúa que, a diferencia de Gandhi, que vende puros libros nuevecitos cubiertos con plástico asfixia niños, ellos sin perder su naturaleza corporativista, todavía conservan algunos tesoros históricos dentro de sus bodegas.

Nada como leer un libro que es más viejo que tú. Literatura previa a la Beatlemanía.



Mugir de mujeres

La mujer es un oximoron con piernas. Nada tan contradictorio como ellas. La mujer es un ser que perdona todo excepto que la trates bien. Se sienten atraídas por aquello que les da miedo. La mujer se pone seria cuando más quisiera hablar; la mujer pide lo que no le puedes dar y rechaza lo que sí; La mujer dice que está bien cuando está mal y dice que está mal cuando está bien. Tratan de volver loco al hombre usando un arsenal de artimañas del tamaño de sus caprichos. Lloran, patalean, gritan. Sacrifican la imagen con tal de alcanzar sus propósitos. Son capaces de traicionar sus principios con tal de llevarte la contra. La mayoría explota la cartera de sus parejas, igual que sus nervios. Conquistan por su piel suave, atacan con afiladas uñas. Son pacifistas pero les gustan los hombres violentos. Si todo va bien se aburren, si todo va mal lo disfrutan aunque actúen como si no. Todas son decentes, dicen. Dicen. Hacen preguntas que inician conflictos. Cuestionamientos que sólo admiten una respuesta: la que les conviene. Menosprecian al caballeroso e idealizan al patán. Prefieren los músculos que el cerebro y el auto por encima del ingenio. Odian la soledad por lo que no les importa unirse a personas vacías. Compiten con las de su especie, quieren al hombre de sus amigas. Si son blancas les gustan morenos, si son morenas les gustan blancos, si son guapas les gustan feos, y si son feas les gustan todos.

Por eso a veces me dan tanta flojera.

sábado, 17 de abril de 2010

Acostumbrados a las costumbres

Al parecer mis familiares se hartaron de mí y me abandonaron. Debo decir que son bastante tolerantes, cualquier otra pareja me hubiera depositado en el basurero municipal envuelto en una sábana luego de ensuciar el primer pañal. Vaya resistencia la de ellos.

Entonces me dejaron este fin de semana solito, todo indica que el acabose llegó luego de que se tomaron a mal la exposición de ropa interior que realicé en los pasamanos de la escalera. Los artistas de vanguardia nos hemos distinguido históricamente por la censura hogareña de la que somos víctimas. Decepciones como esta sólo logran que acabemos con los sueños rotos y conformándonos con un empleo mediocre en el que no somos justamente valorados.

A decir verdad esto no está tan mal, al menos tuvieron la decencia de dejar víveres suficientes que me servirán para alcanzar la meta de cien kilogramos que me impuse como próposito de año nuevo hace algunos meses.

Además estando solos es como podemos conocernos mejor. Cuando estamos acompañados actuamos influidos por los otros, hacemos o dejamos de hacer cosas con tal de no escandalizar al prójimo. La soledad en cambio, nos permite mandar al carajo las normas sociales para actuar como queramos, o como podamos. Desafortunadamente interactuar con humanos durante largos lapsos de tiempo termina por alterar nuestra personalidad, por lo que aunque nos encontremos en completa libertad, seguiremos respetando algunas partes de la normativa que nos han enseñado como correcta.

Hace rato que fui al baño a hacer de la pipí, cerré la puerta con seguro. No había nadie en la casa que pudiera espiar la técnica que utilizo para bajar el zipper del pantalón, sin embargo la costumbre, la educación o alguna acción divina terminaron por provocar que realizara algo completamente innecesario. La inercia nos lleva a hacer aquello que el tiempo convierte en una obligación.

La nostalgia también influye. Seguramente han visto a esos señores que van a la peluquería cuando ya ni siquiera tienen cabello, es la añoranza de tiempos mejores o simplemente un miedo a romper la rutina. Una vez presencié el caso de un anciano que tenía apenas sesenta y seis cabellos sobre la cabeza (lo sé porque los conté mientras esperaba mi turno) con el que el peluquero estuvo entretenido cerca de media hora. La jocosa plática que mantuvieron jugó con mi paciencia criminalmente. Cada uno de los cabellos tuvo un trato personalizado. Alrededor de treinta segundos por cabeza (es un decir) le dieron a los malditos. Nomás les cortaba medio milímetro dejando, así una armoniosa pelusa que recubría la parte sureña de su cabecita. Cincuenta pesos por algo que él pudo hacer desde su propia casa con la ayuda de un cortauñas. Cada quién

Ahí lo tienen, costumbres reguladoras las nuestras. En ocasiones nos da miedo salirnos del manual, es más fácil seguir comportándonos como nos han enseñado. Es la seguridad que brinda la tediosidad.

Vida arte

Una de mis películas favoritas se llama Une homme et une femme. Me gusta mucho por varios motivos; destacaría la fotografía (en todo momento cambiante; dependiendo de la escena se pasa del blanco y negro, al sepia o al color), su estructura dinámica, el soundtrack a cargo de Francis Lai y la belleza de Anouk Aimée. La cinta trata de la naciente relación amorosa entre dos viudos que se conocen en el internado de sus respectivos hijos. Ambos apenas se van recuperando de la pérdida de sus antiguos amores, cuando de pronto, una semi casualidad los reúne. Ella se dedica al cine (su marido muere precisamente cumpliendo su trabajo de stuntman) , y él es piloto de carreras. El caso es que, cerca de la mitad, hay una parte en la que empiezan a tener una plática sobre su relación. Entonces uno de ellos, cita una frase de Alberto Giacometti, el célebre escultor suizo quien alguna vez dijo que si en medio de un incendio tuviera que elegir entre salvar a un gato o un rembrandt, salvaría al gato. "Y luego lo dejaría libre" agregó.

Después de eso viene un diálogo en el que la pareja discute la importancia de la vida sobre el arte, o más bien sobre el objeto, una postura con la que estoy completamente de acuerdo.

No nos damos cuenta, pero a diario convivimos con personas normales,que seguramente nunca trascenderán históricamente. A pesar de ello, el valor de la vida sigue estando por encima de las creaciones. Las obras (esculturas, pinturas, música, libros) son reflejos o representaciones físicas de un pensamiento y trabajo previo, pero la mente que está detrás (el ser) es quien la carga de talento, no el material usado para su elaboración. Cualquiera que guarde la suficiente bondad dentro de sí, siempre preferirá salvar a su semejante que a un ente inanimado..

viernes, 16 de abril de 2010

John y Paul


Paul McCartney como músico le da mil vueltas a John Lennon. Fácil. Recuerdo una entrevista (tal vez de la Antología, no recuerdo) en la que Paul relata cómo le es posible tocar cualquier instrumento que le pongan enfrente. Aunque sea uno desconocido para él, sólo le bastan 15 minutos para encontrarle el modo y las notas. Es un virtuoso en ese aspecto, no por nada, bien que mal tiene cuatro discos de música clásica en su curriculum. Tiene tanto control, experiencia y facilidad para la composición, que incluso sus peores álbumes (pienso en Press to Play y McCartney II) son decentes. Vamos, es alguien que, por mero oficio cada que se pone enfrente de su instrumento, saca algo que está encima del promedio. Un dotado.

John Lennon en cambio, era limitadísimo musicalmente. A duras penas podía tocar la guitarra y el piano. No digo que fuera una basura, tocar desde temprana le ayudó a ser cumplidor. Aun así, al compararlo con cualquier estrella de rock, nos damos cuenta de que es más bien flojo en ese aspecto. Sin embargo poco importa porque hay algo en él que no se puede encontrar en McCartney ni en nadie. John era alguien auténtico, al escuchar (o leer) sus letras te dabas cuenta de inmediato. Podías estar en desacuerdo con su discurso, pero se le tenía que reconocer la sinceridad con la que lo plasmaba. Era un personaje estelar y cercano a la vez, de ahí que sea tan adorado. Es increíble que después de tantos años nos podamos identificar plenamente con un loco oriundo de Liverpool. A veces se mitifica a las estrellas de rock, cuando lo cierto es que no son muy diferentes a nosotros los simples mortales que vamos a super en busca de ofertas. La fama y el dinero no quitan que tengan los mismos problemas amorosos, personales y existenciales.

Algo que le ayudó hasta el último momento de su vida fue su poco pudor. John se desnudó literalmente o simbólicamente durante toda su trayectoria musical. Aun sabiendo que tenía un público de miles, jamás tuvo empacho en dar a conocer su mundo interno. Volviendo a una odiosa comparación, basta con repasar las canciones de este dúo para darse cuenta de sus personalidades opuesta y complementarias. Paul te platicaba de la soledad de Eleonor Rigby pero no de la propia, John en cambio era el protagonista central de sus temas. Tal vez por eso era más contradictorio, como somos a fin de cuentas todos los seres humanos. Igual como se llamaba a sí mismo perdedor luego se consideraba un héroe. Tampoco tenía reparo respecto a lo familiar, lo cual se ejemplifica a la perfección en Plastic Ono Band donde plasma el abandono de su padre y la muerte de su madre de manera desgarradora en Mother y My Mummy's Dead.

No es que Paul siempre fuera superficial, lo que pasa es que se escondía detrás de personajes y motivos neutrales para desahogarse. Si su compañero era la primera persona, él era la tercera. Había excepciones, claro, ahí está por ejemplo, I'm Down; lo que pasa es que la vitalidad de su interpretación hace que la letra parezca más bien un pretexto para mantener una versatilidad temática que una declaración de sinceridad.

Como sea, ambos, a su modo, fueron extraordinarios. Tanto juntos como por separado lograron tocar fibras sensibles de una manera tan sencilla que se ganaron el cariño de millones.

Todo esto es porque hay, dos cancioncitas muy especiales para mí en estos momentos, que quería compartir. Maldito John sólo él podía saber cómo me siento y ya está muerto, joé.



jueves, 15 de abril de 2010

My Ever Changing Moods

Tengo un problema con mi modo de ser. Son varios, más bien, pero para este post bastará con centrarse en uno de ellos.

Mi carácter es muy fluctuante, todo el tiempo está cambiando. Cualquier pequeño detalle hace que pase del buen humor a un enojo terrible o viceversa. Creo que soy alguien en extremo sensible, y no lo digo porque me ponga a llorar cada que pasa una mariposa (al contrario es difícil que me ponga a chillar) sino porque detecto detalles que aunque para otros sean imperceptibles, en mi caso influyen radicalmente en mi comportamiento; y no es que me quiera poner místico (a la niño índigo o algo), sino remarcar que cuando estoy rodeado de personas me doy cuenta de cuestiones mínimas que cambian la actitud que tomo hasta que algo más me haga cambiar de parecer.

Por ejemplo, si estoy platicando con alguien y éste se distrae para hablar con otra persona, olvídenlo, ya me perdió para siempre. Puede que lo haya hecho sin malas intenciones, sin embargo no importa, lo tomo como algo personal, me ofende irremediablemente, si segundos antes estaba diciendo cosas para hacer reír, después me porto taciturno y cortante con quien se me acerque. Si no tengo la entera atención que requiero, adiós. Así sin previo aviso, de repente cambio. Sé que cuando me entran esos ratitos de hartazgo es difícil que me recupere hasta que estoy solo, momento en el cual recupero la perspectiva de las cosas.

También me sobrevaloro o me menosprecio dependiendo del día. Casi nunca puedo juzgar en la justa medida.

Eso me pasa sobre todo en el ambiente social. Cuando paso largos lapsos sin contacto con el exterior soy más constante.

Lo comento también porque hace unos días estaba muy entusiasmado posteando, y de repente el regreso a clases aniquiló la emotividad que traía. Sin más, es aterrador no tener la certeza de cómo amanecerás mañana o si los planes que hoy te parecen estupendos en un rato te parecerán basura.

lunes, 12 de abril de 2010

Llenar una página

Tarea difícil la de llenar una cuartilla. Se necesitan reunir a las letras que están dispersas en el diccionario; hay que llamar a los signos de puntuación que viven felices en los diarios. También hay que colocar los espacios en el momento adecuado. Una palabra termina cuando queramos: Auto, Automóvil, Automovilista. Debemos saber parar a pesar de que queramos continuar. Pero, llenar una página es mucho más. Se requieren manos, cerebro, ganas, motivos, papel.

El lector carece de importancia en estos casos. Al escribir se escribe y ya, poco importa tener alguien detrás. Si lo que se busca es convencer, estamos hablando de otro menester. De ser así entonces la lista de ingredientes crece; se deben agregar los temas interesantes, y la prosa fluida. Quien lee, es exigente, crítico. Los ojos son inconformistas cuando el trabajo es ajeno. Al ser leído, un texto se queda paralizado, los errores encontrados no tienen tiempo de ser cambiados. Las palabras son definitivas, dejan una impresión que nos deja bien o mal parados.

Al ser elaborado, un texto comienza pensando ya en el final. Cada pieza debe encajar por lo que el espacio para improvisar es menor al que comúnmente se cree. Por ello se debe analizar al derecho y al revés, para encontrar fallos que luego dejen de ser.

Al trabajo hay que dejarlo reposar, el paso del tiempo hace voltear hacia atrás con mayor claridad. De nada sirve confiar en la primera impresión, la cual comúnmente es una ilusión. El mejor crítico somos nosotros mismos, juzgando cómo fuimos en nuestro pasado más íntimo.

Cuando nos aproximamos al punto final, sólo queda aguantar. La tensión aumenta cuando la gloria está cerca. La muerte de las letras, llega lenta. El último punto es el alivio de los malos textos. O el rompimiento de nuestros deseos…

sábado, 10 de abril de 2010

Candidatos a estar conmigo

Vaya tensión se vive al abordar un autobús cuando vas solo, nunca sabes quién se va a sentar a tu lado. La mayoría de las veces me ha tocado con personas malolientes o con individuos que con su mera presencia tienen de sobra para arruinar el trayecto. La vida se esfuerza por brindarnos compañía lo suficientemente mala como para que terminemos por ansiar la soledad.

Hoy tuve que viajar en camión. Tomé asiento antes que nadie, lo cual me sirvió para analizar a  cada uno de los pasajeros que iban subiendo. Imaginé como sería el camino con cada uno de los personajes en cuestión. Elaboré pros y contras del significado que tendría tenerlos a mi lado. Yo iba en el asiento que estaba justo a lado del pasillo. Los de la ventana suelen ser más populares, pero en mi caso prefiero estar aunque sea unos centímetros más cerca de la salida de ese infierno con ruedas.

En fin, uno  a uno fueron poblando el interior, y estos fueron los pensamientos que tuve al ver a algunos de ellos.  

¿Qué pasaría si él/ella se sentara conmigo?

1.Mujer con bebé

Ventaja: Posiblemente amamante al bebé a medio camino

Desventaja: Posiblemente cambie el pañal del bebé a medio camino

2. Señorita castaña

Ventaja: Está bonita y parece que es muda.

Desventaja: Viene comiendo papas con salsa. Toda una falta de respeto a mi sistema olfativo.

3. Niño de 12 años

Ventaja: Inofensivo. Es imposible que intente asaltarme.

Desventaja: Seguramente es de esos escuincles que no se quedan quietos durante todo el trayecto.

4. El deportista

Ventaja: Puedo platicar con él sobre futbol

Desventaja: Por su vestimenta, parece que viene de jugar, ha de apestar.

5. Anciana cansada

Ventaja: Me ahorraré la plática telenovelera, al parecer tiene ganas de dormir. 

Desventaja: No traje mi repelente contra baba.

6. Tipo con aspecto de ex convicto

Ventaja: Puede que me enseñe a usar una navaja…

Desventaja: …al incrustarla en mi hígado.

***

Todo lo anterior fue inútil, porque el autobús no se llenó. Pude poner la computadora en el asiento vacío de la izquierda. Horas después llegué a mi destino. Fui afortunado. Después de todo, mi sombra es lo único digno de estar junto a mí.

Formas más masculinas de morir

1.-Muriendo sólo después de recibir tu peso en balas.

2.-Morir asfixiado por culpa de las tetas de Monica Bellucci.

3.-En una pelea contra Shaquille O' Neal en la que él también muere.


4.-Suicidio después de descubrir que eres gay.

5.-En la silla eléctrica luego de asesinar a los Jonas brothers y fornicar con sus noviecitas.

jueves, 8 de abril de 2010

Leperadas, mujeres y perros

Una frase basta para que la imagen que tenemos de otra persona se diluya para siempre. Una trayectoria de años, una relación sólida, una amistad entrañable, todo se puede derrumbar en un instante. 

Cuando tenía menos de diez años, las groserías era un tabú para mí. Fui educado para jamás decir “malas palabras”; realmente las veía como un recurso que distinguía a los delincuentes y  aquellos tipos que podían resultar nocivos en mi desarrollo espiritual. Recuerdo aquella vez que escuché a un maestro que tuve de inglés (se llamaba Lionel) decir pendejo. Fue en una posada o alguna reunión semejante, él estaba platicando con otra maestra, ambos reían, y cuando lo escuché pronunciar semejante majadería toda la buena imagen que tenía de él (la de alguien noble, sencillo y educado) se vino abajo. También la de la maestra. La misma señora que me había enseñado a leer, y que usaba un tono dulce para dirigirse a nosotros, estaba ahí riéndose de las lascivas bromas de su colega.

Hoy en día, las groserías no me espantan. Sigo sin decirlas muy a menudo (lo habrán notado al leer lo que escribo), pero mi percepción de una persona no se modifica mucho si la veo decir una que otra cuando es necesario (el abuso de ellas sigue siendo pareciéndome  atroz). Yo mismo las diría más a menudo, si no fuera porque las que usamos en México se me hacen pobres estéticamente. El pinche, el no mames, y el güey son horribles. El puto depende de cómo se use. puto calor me agrada, pero ese güey es un puto no tanto. Desapruebo el uso de la palabra pendejo. Prefiero otros insultos, algunos de ellos usados mayoritariamente en otros lugares como España o Argentina. jodido, y sus variaciones es un ejemplo destacado, subnormal otro, disfruto como enano de esa palabreja. En inglés están el maravilloso Fuck it o Wanker. Linduras todas ellas.   

A lo que iba es que ahora son otro tipo de expresiones o actitudes las que hacen que de plano, retire mi cariño y respeto a otro individuo. En lo que respecta a las mujeres, detesto que toquen cualquier tema con tintes escatológicos. Cualquier mención la caca, pipí o falta de higiene de su parte, me hace despreciarlas. La pulcritud femenina es vital. Si la falta de higiene en un hombre es terrible, en la mujer es imperdonable. También odio cuando una chica cuenta que tiene novio. Sin importar que sea la más bella de los alrededores, cuando me entero de que determinada monita tiene novio, cualquier tipo de atracción desaparece. Me da un poco de asco pensar que hay un gandul que besa su labios, que existe alguien que acaba con su pureza. No, no lo aguanto. El estado ideal de la mujer es la soltería. O estar conmigo.

En términos generales, siento aversión especial por aquellos que dicen frases como “Hay, se paza, kiere a su perro komo zi fuera un humano” o “¿Pq ke lloras?, se murió pero sólo es un animal, no manches”. Cualquiera que las diga pierde el mucho o el poco respeto que les tenía. Como si fuera imposible encariñarse con un animal. Como si fuera un crimen querer tanto a una mascota. Como si los humanos fueran la gran cosa como para sentirse superiores. Tiene mayor lógica llorar la muerte de un pobre animal que te acompañó incondicionalmente que la de uno de esos bípedos parlantes que sólo vienen al mundo a hacer daño a los demás.

Pinches pendejos putos mamones, ay güey.Caca culo pedo pis.

Tip del paranoico

Cuando abordes un taxi, siempre dile al conductor que te deje una calle antes del lugar al que te dirijas. Quizás tengas que caminar un poco más (lo cual tus lonjas agradecerán), pero al menos tendrás la seguridad de que, si el conductor es un psicópata, éste no sabrá el lugar exacto en el que te puede encontrar. Sigue este consejo especialmente cuando se trate de tu casa.

martes, 6 de abril de 2010

Pasada la noche

Las vacaciones de semana santa traen consigo una ola de alegría que inunda los corazones de aquellos zánganos que, hartos de la rutina de su miserable vida, encuentran en ella un breve recreo al cual extrañarán durante el resto del año. No importa la religión, durante estas dos semanas, todos (ateos incluidos) se dejan llevar por las benditas tradiciones que acaban con las horribles clase diarias.

Eso no quita que algunos nos podamos aburrir. En las cápsulas noticiosas sólo muestran la cara bonita: turistas en bikini compitiendo por ver quien hace los movimientos más sensuales o el desperdicio de agua de Sábado de Gloria que es condenado hipócritamente por aquellos que tardan media hora en bañarse todos los días. La realidad de la mayoría, sin embargo, es distinta. Personalmente me he estado aburriendo como señora menopáusica en una conferencia sobre rugby durante estos días.

Para no transmitir a los lectores ese sentimiento tan feo llamado fiaca, estuve diseñando algunas estrategias con el fin de mantener este espacio virtual animadamente. Claro, últimamente he andado muy quejica. Se habrán dado cuenta que mi ánimo quejumbroso ha superado (para sorpresa de los astros) el ya de por sí molesto tono original con el que he provocado la repulsión de medio mundo. Pues debe saber, que no es mi intención. Échenle la culpa a todo el entorno que me rodea, quien se ha esforzado con tal de ganarse el odio que ahora le entrego.

Uno de los planes más interesantes con el que planeaba cambiar inesperadamente el curso del blog, consistía en salir a buscar aventuras en las zonas de mayor inseguridad de la ciudad. Me sacrifiqué por ustedes muchachos, aunque a veces no lo parezca tengo un gran interés en actualizar dignamente la bitácora que inicié ya hace un buen tiempo.

Antes un breve paréntesis en el que no aparece ningún paréntesis:

Las salsas no valen nada por sí mismas. Es increíble lo dependientes que son. Ahí tienen al guacamole, por ejemplo. Pueden preparar el mejor guacamole de la historia. Uno exquisito en serio, preparado con aguacates cultivados por mujeres vírgenes o lo que quieran. Pero si no hay algo en donde lo puedan echar, no vale nada. Una tostada, aunque sea de las baratitas, cambia el panorama. La tostada fea, se defiende sola. Puede ser la que ayude al guacamole, pero también la puedes comer sin nada extra. Claro, no será la gran cosa, pero su naturaleza le permite afrontar paladares decorosamente. Una salsa no, forzosamente necesita de una acompañante por más corriente que éste sea. Algo que le dé sentido.

Así me siento más o menos. Soy una salsa verde que necesita de un complemento. Uno que potencialice mi esencia.

Les decía del sacrificio que hice. Bien, salí a la calle con la intención de toparme con algún asaltante. Podrá sonar extraño, sí. Por eso aclaro que no estoy loco. Soy alguien que tiene la suficiente claridad mental como para preferir a The Rolling Stones sobre Maná. Si lo hice fue para provocar un suceso extraordinario. Algo que fuera lo suficientemente atractivo para ser publicado aquí. Sé que fue arriesgado, un asaltante pudo llevarse una pertenencia tan codiciada como mi vida, pero era algo que tenía que hacer. No toleraba un minuto más sin provocar sensaciones

Era tarde, ya. Las once de la noche, algunos minutos más. Las avenidas estaba vacías, sólo algunos autos daban vida como estrellas fugaces. Caminé en busca de un lugar menor. Algún callejón sin iluminación tal vez. Encontré un caminito que se acercaba a algunas pesadillas. Lo crucé con algo de temor y mucho deseo. Era angosto, lo adornaban unos grafitis obscenos tan coloridos que se notaban a la perfección a pesar de la escasa luz. Cuando iba a la mitad escuché pasos que se acercaban. Calculé que eran tres o cuatro personas. Decidí no acelerar el ritmo, seguí normalmente. Quería que me alcanzaran; que se llevaran la desnutrida cartera que llevaba. La compré hace años y quería deshacerme de ella. Era más emocionante que tirarla a la basura. Además cumpliría mi objetivo de tener algo qué contar, algo que tumbara la rutina. De eso se trataba todo. Por eso estaba en ese lugar del mundo. Un lugar que sólo esos hombres y yo estábamos dispuestos a poblar.

Sus presencias estuvieron cada vez más cerca, lo supe por el peculiar sonido de su respiración. Pasado un rato lograron alcanzarme. Me emocioné. Por fin había llegado el momento que en el fondo tanto deseaba. Desgraciadamente sólo me dijeron buenas noches y siguieron su camino. Sorpresivamente no me atracaron Ni un golpecito me dieron, siquiera. Nada. Ese es el problema al que me he enfrentado últimamente: que no pasa nada.

domingo, 4 de abril de 2010

Palabras de moda

Distinto

Ahora nada es diferente, todo es "distinto". Cómo gustan los jóvenes de hoy pronunciar este término. El vino tinto es distinto al destino.

sábado, 3 de abril de 2010

Lacoste de 100 pesos

Caminando por las calles del centro, vi un puesto en donde vendían camisas tipo Polo marca Lacoste. Obviamente eran piratas. De a cien pesitos cada una. Estuve pensando que yo nunca compraría una. Aunque los demás no notaran la diferencia, me sentiría culpable. Sería engañar al prójimo. La piratería me remuerde la conciencia porque es igual a mentir. También es una falta de respeto a los que gastaron  mil pesos en una original. Prefiero vestir con una playera viejita pero digna antes que caer en eso. Los que venden estos  productos contribuyen a vulgarizar los lujos.

Hay quienes se enorgullecen de comprar piratería. La justificación suelen ser los altos precios. Lo ven como una venganza o algo.

Recientemente compré unos lentes obscuros. Unos wayfarer que hace rato quería. Me costaron una pequeña fortuna. Pude hacer hecho lo que muchos: comprar una versión de cincuenta pesos. Hubiera sido más fácil. No lo hice porque satisfacción sería mucho menor.  Hay tantas personas que  usan los apócrifos, que han llegado a desprestigiar al que usa uno original. La piratería en México es tan grande que se duda de lo verdadero. Cuesta creer que todas las Louis Vuitton que vemos en la calle sean reales. Obviamente habrá una que sí lo sea, pero como pagan justos por pecadores da igual.

Entonces lo que lleva a gastar dinero extra (al menos en mi caso) no es la opinión de otros, sino la de uno mismo. Sigue existiendo una diferencia entre lo fácil y lo difícil. Algo hecho en China no es lo mismo que algo hecho en Italia. Lo que requiere esfuerzo (ya sea físico o económico) se disfruta más. Una vez que lo tienes en tus manos lo entiendes. Saber que eres dueño de una pieza única que no cualquiera tiene hace que valga la pena. Muchos pueden tener un Aypo, pero cuando logres juntar para un touch lo verás como un logro. Lo funcional no es lo único. Comprar algo también implica otras cosas.

La intención de esto no es sonar presuntuoso. Al contrario, hay cientos de productos que quisiera pero que no puedo comprar. Prefiero no tenerlas que conseguir un placebo ilegal.  Me esfuerzo para un día poder adquirirlas. Alejarse de la piratería trae consigo muchos alicientes. Si quieres algo tienes que luchar en verdad por él. No hay que conformarse con alternativas de baja calidad. Cuando lo logres tendrás la sensación de que te lo mereces.

viernes, 2 de abril de 2010

Los suplicios de ser una buena persona

Por mi casa hay dos tiendas de abarrotes. La dueña de la que está más cerca (se llama "La Chiquita") me cae muy bien. Una vez me regaló un limón. Yo estaba necesitado en ese momento y ella me ayudó. Recuerdo que fue un domingo en el que le pregunté que si de casualidad vendía limones. Ella me dijo que no, pero que en su refri (es una tienda-casa) tenía algunos, me preguntó que cuántos necesitaba. La situación me apenó. Yo sólo los quería para echarle a unas mugrosas papas, y la señora muy amable me dio uno de los que tenía reservados para ella y su familia. Salí de ahí con una sonrisa por semejante gesto de amabilidad. Creo que sólo unas veinte personas en el mundo hubieran hecho lo mismo por mí.

Desde entonces siento aprecio personal por ella. No sé cuál es su nombre. Nunca se lo he preguntado. Temo faltarle el respeto. Ella tampoco sabe el mío, cómo se lo voy a decir si tampoco me lo pide.

La otra tiendita  está  a unos veinte metros de la primera. Es la competencia. A decir verdad,   está mejor surtida. Tiene una inmensa variedad de productos  que hace ver a la anterior como un lugar cualquiera. Tienen todas las marcas de refrescos y hasta venden jugos naturales. Por lo mismo la mayoría de la colonia compra ahí. Casi nadie se para en la otra, lo cual es deprimente. 

Se nota que la señora lo ha estado pasando mal económicamente. Los refrigeradores que tiene están medio vacíos, vende cereales caducados, los empaques de galletas tienen una capa de polvo,  y el otro día vi que estaba vendiendo unos juguetes usados. Probablemente los de sus hijos. Para ayudarle, cada que puedo compro ahí aunque en su competencia encontraría mejores opciones. Lo hago por lo de aquel limón que me regaló. Aunque se pudiera pensar que el valor de la fruta que me dio, no sobrepasaba los cincuenta centavos, creo que nunca terminaré de pagarle lo que ella hizo por mí. Muchos no saben apreciar detalles como ése. Yo sí. Ese acto de bondad hizo que recuperara la fe en la humanidad. Bueno, no en toda,  sólo en ella y algunos más. Pero  gracias a eso sé que no todos los que están a mi alrededor son unos malditos. Son CASI todos, pero no todos. Ese casi es importante, porque significa que todavía hay esperanza. El mayor valor está en las minorías.

Aun así he de confesar que la última semana estuve yendo al establecimiento antagónico. Lo que pasa es que venden unos tamarindos excelentes que nomás  puedo encontrar ahí. Con todo el pesar de mi alma he tenido que traicionar a la señora. Mi noble corazón me llevó a ponerme lentes obscuros y un sombrero para que cuando pasara a lado de La Chiquita, su dueña no me reconociera. Sé que si no lo hiciera, ella me vería y se decepcionaría de mí. Yo no quiero eso. Sólo quiero que sea una empresaria exitosa. Que salga adelante para que un día pueda llegar a vender esos tamarindos también.

Cada que paso enfrente de ella lo hago disfrazado. Hago un esfuerzo tremendo. Odio tener que rebajarme a ese nivel, pero es lo mínimo que puedo hacer. La señora ni se imagina cuánto la estimo, nunca sabrá todo lo que hago para que ella no esté triste.

jueves, 1 de abril de 2010

La cita del jabón

A veces tomo un baño sólo para activarme. Es común estar despierto pero en un estado semi zombie en el que las ideas no fluyen. Bañarse atrae la buena fortuna, cuando lo hago me deshago de pelusa y polvo que no sirve para nada. Vuelvo a nacer. El jabón que uso impregna superpoderes. No diré la marca porque luego es difícil encontrarlo en las tiendas, para qué quiero competencia.

Conozco a personas que tardan cincuenta minutos en la ducha sin ningún tipo de remordimiento. Yo soy alguien consciente que sólo dura quince dentro con la regadera. Los cinco primeros minutos los uso para lo esencial: el shampoo, rasurar barba, lavarse el cuerpo, cantar, etc. Los otros diez los uso con propósitos de relajación. Simplemente me quedo mirando la pared mientras el agua cae sobre mí. Es un rato que invierto en la meditación, reflexiono si debo comprar una almohada nueva o si debo cambiar los últiles escolares que tengo (una pluma y un lápiz) por otros de mayor calidad. Cosillas así que sólo en un lugar tan privado como el baño puedo hacer. 

Yo soy tú

Son tantos y tantos los que se quieren hacer los "diferentes", que actualmente los que llaman la atención son precisamente aquellos que no buscan llevar la contraria a cualquier cosa. Ahora todo el mundo quiere hacer declaraciones polémicas. Está de moda atacar aquello que esté medianamente aceptado con tal de parecer irreverente (palabra que les encanta a esos subnormales) y "especial".

La falta de autenticidad se percibe a millas de distancia. Por ello cuando vean que alguien se define como

"Sarcástico, irónico, ateo, fan del humor negro"

no tengan duda que están ante un perdedor. Un tipo que realmente reúne esas características no tiene porque andarlo ventilando. Alguien con maestría en el manejo del sarcasmo, por ejemplo, sabe que los demás se darán cuenta tarde o temprano de su condición. Vamos, no tienes que ir por la vida autodefiniéndote buscando que te la crean. Sé como eres y ya, será trabajo de los demás ponerte en el lugar que te corresponda.

Lo lamentable aquí es que se ha caído en una dinámica en la que la falsedad triunfa en notoriedad a lo real. Vivo rodeado de chiquillos entusiasmados que por ver House M.D. y buscar sus frases en google transforman su naturaleza en la de alguien que no son (la del "ácido" la del "sin pelos en la lengua"), lo cual es triste. No sólo porque adoptan esa personalidad con resultados desastrosos, sino también porque nos perdemos de lo que pudo ser un nerd adorable, alguien serio y romántico, un humorista blanco.... de muchos seres diferentes que quizás no sean populares pero que al menos son reales.

Alguna vez dije en twitter que prefiero un mediocre auténtico que a alguien extraordinariamente falso. Y lo sigo creyendo así. Las personas están tan ansiosas de reconocimiento que en lugar de buscar su lugar en el mundo, prefieren tomar elementos de la figura exitosa para ver si así pega. Esto último a veces sucede, hay que reconocerlo. Escuincles y escuinclas celebran aquello que les recuerda a lo que vieron en televisión. Tener un derivado (con mayor o menor gracia) cercano, se convierte en un ligero consuelo cuando sabes que el original es inalcanzable.

O sea, como no puedes casarte con Lady Gaga, vas y le pides a tu novia la morena que se tiña el cabello de rubio a pesar de que se veía mejor naturalita. Es aterrador ver cómo se arruinan esencias.

Dejamos de ser nosotros mismos para convertirnos en una imitación de lo que quisiéramos ser. Básicamente. Es algo natural, muchas figuras se han formado así (para pasar al olvido). Es una manera de aprendizaje acelerado de la que hay que despegarse en el momento adecuado. Yo mismo alguna vez me comporté de ese modo, pero tenía 12... 15 años. Llega un momento en el que tienes que pararte frente al objeto copión por excelencia: el espejo, ver tus virtudes y defectos y salir adelante. Siendo tú mismo todo sale mejor. Tu mente se enfoca sólo en canalizar tus instintos, en vestirlos con algo de sentido común. Te ahorras el humillante proceso de tomar prestado de otros.

Igual existen posibilidades de fracasar o triunfar, pero al menos tendrás la satisfacción de haberlo hecho, como diría aquella vieja canción, a mí manera.








Ok, olviden esa última cursilería cliché.