lunes, 5 de septiembre de 2011

5. "Just What I Needed" - The Cars

Del álbum The Cars (1978)

Hubo un periodo de tiempo durante los noventa en que despertaba temprano para poder ver las aventuras del Spiderman y Batman por televisión. Ya antes había estado obsesionado con las Tortugas Ninja. Tuve la fortuna de que me compraran juguetes relativos. Entre mis pertenencias destacaban el Michelangelo salvavidas, la baticueva, el batimovil y un sin fin de personajes relacionados con Ciudad Gótica como el Pingüino y el Guasón. Lamento muchísimo haberlos perdido. Ahora valdrían bastante dinero, o al menos se lucirían atractivos decorando el librero.Si hubiera sido uno de los que regresaban los muñecos a la caja después de utilizarlos, la historia sería otra. Pero el hecho es que me burlaba de los niños que hacían eso; yo simplemente los arrumbaba por ahí para poder utilizarlos de inmediato cada que quisiera.

Y aun así, siendo un entusiasta del tema, jamás me interesó ser un superhéroe. Los trajes que utilizaban parecían ser incómodos pese a ser espectaculares a la hora de verlos en sus versiones en miniatura. Las capas, además, me parecían ridículas por completo. Se trata de volar o no, ¿para qué llevar una manta en la espalda que lo único que hace es ir latigueando durante el camino? Otro factor a considerar es que los dedicados a la profesión no tenían vacaciones, su ética les impedía ir a la playa a sabiendas de que en las calles abundan abuelitas que necesitan ser rescatadas.

Mantener en secreto la identidad era otro inconveniente. Joé, si estás salvando al mundo sin cobrar un solo centavo, lo mínimo que puedes pedir es celebridad. Gente que te aplauda en los restaurantes o que te ofrezcan un masaje gratis a cambio de los favores recibidos.

Los personajes de las caricaturas no tenían nada de eso, por el contrario, las vidas que llevaban eran patéticas y llenas de conflictos. Se supone que eso los acerca a la audiencia, en una muestra de que los poderes son insuficientes para mitigar las preocupaciones esenciales del hombre. De poco o nada servía entonces tener poderes extraordinarios si estos no iban acompañados de la fortuna que, a fin de cuentas, puede tener cualquiera de nuestros vecinos.

Fui volviéndome viejo. Los juguetes quedaron atrás igual que las caricaturas. Dejé de sentir fascinación por Superman y compañía. Mis ojos se fueron a otro lado: la música. Caí en cuenta de que ser una estrella de rock era un trabajo mucho mejor que la de un superhéroe. Quienes se dedicaban a ello recibían el clamor del público, construían mansiones, se casaban con modelos. Y, sobre todo, tenían el honor de hacer feliz a la gente.

Cambié a Spiderman por Keith Richards, a Donatello por Pete Townshend y a la Antorcha Humana por George Harrison. En la navidad del 2004 dejé de pedir juguetes a Santa Claus. En su lugar pedí algunos videojuegos, discos y los cuatro DVDs del Live Aid. Quería aprovechar que, en un ataque de locura motivado por las ofertas de la época, mi padre había comprado una televisión de 60 pulgadas a la que agregó un amplificador con un sistema de sonido 5.1.

Al despertar corrí para ver si me habían traído lo que puse en mi carta, y así fue. Por la tarde estuve viendo los DVDs. Algunas actuaciones me encantaron, otras no tanto.Una de mis favoritas fue la de The Cars , una banda que hasta entonces no conocía. La escena era preciosa, el día era soleado desde el estadio JFK que parecía albergar a millones de personas. De pronto, sale un puñado de sujetos vestidos con todo el estilo para tocar temas como "Drive" y "Just What I Needed". El bajista, que hacía de cantante también, me pareció el hombre más cool del planeta. Se trataba de Benjamin Orr que llevaba una camisa y tenis espectaculares que resaltaban todavía más a lado del decrépito Ric Ocasek.

Cerré la puerta del cuarto y empecé a cantar y a mover los brazos para tocar mi guitarra imaginaria. Yo quería ser como él. Para el Carlitos de 15 años, en ese instante eran la mejor banda de todos los tiempos. En gran medida por aquella canción que era capaz de mover a las masas. Benjamin Orr era un nuevo superhéroe, con el valor agregado que supone no llevar mallas y capa.

En cuanto pude, me puse a investigar sobre él. Con tristeza me enteré de que ya había muerto. Era alguien de carne y hueso que falleció como muchos otros. Fue un golpe duro, sin embargo, me di cuenta de que cada que ponía el dvd, el tipo revivía. Y estaba ahí de nuevo, sobre el escenario lleno de vitalidad y energía. Con un peinado magistral, con la piel perfecta.

¿Eso es lo que hacen las leyendas, no? Cuentan con la ventaja de que el tiempo no los desaparece.


5 comentarios:

Sheliwirini dijo...

Yo tengo por ahí a una Tortuga Ninja, aunque supongo era de mi hermano. Ahora está arrumbada en una caja como muchos juguetes. Pero cuento con un reloj de pared de las Tortugas que rescaté de la casa de mi abuela.

Aunque creo que al igual que las leyendas, las caricaturas o superhéroes tampoco desaparecen. Siempre estarán en la mente de alguien.

Bigmaud dijo...

¡Genial! Adoraba a las tortugas ninja, me da gusto encontrar a una chica a la que le gustan también.

Anónimo dijo...

Adoro a los Cars, eran geniales. Guapísimo Ben Orr.

Anónimo dijo...

Benjamín Orr, donde te encuentres eres inolvidable e infinito como las estrellas. RIP.

Anónimo dijo...

Por favor, haz más comentarios sobre mi Ben,me enamoró su presencia cuando lo ví en el LIVE AID-85, ¡Qué ojos,que voz, que body tan sexy.Un ángel de verdad.