domingo, 4 de septiembre de 2011

4. "Quiero estar mejor" - Nacha Pop

Del álbum Buena Disposición (1982)

Cuando entré a la Universidad no escuchaba otra cosas que no fuera Nacha Pop. Estuve de lleno con ellos. Tal vez influyó el fallecimiento de Antonio Vega que me aproximó por percibirla como una pérdida sensible. También que encontrara un significado único en sus letras a veces crípticas y contenidas, pero siempre con una fuerza interna que requería de la colaboración del escucha. Los conocí por Wolffo, un bloguero español, de los primeros que leí, quien era fan. Eran días en los que estaba entusiasmado por una nueva carrera y las personas que conocía a diario. La sensación pronto pasó, mas conservo cariño a temas como "Déjame algo", "Chica de Ayer", "Magia y precisión" a las que relaciono invariablemente con una época en que me encontraba entusiasta.

Una año después regresé a la amargura habitual. Me di cuenta que la Comunicación daba pocas esperanzas para mis expectativas y de que la mayoría de los maestros carecían de la capacidad necesaria para motivar a los alumnos. Seguí escuchando a Nacha Pop, igual que la carrera solista de Antonio. Con otro ánimo, eso sí. Hice intentos por cambiar de rumbo sin lograrlo con éxito. Eso me hizo empeorar. Mi personalidad entró en una etapa melancólica que me preocupó luego de varios meses. Temí se tratara de una depresión que necesitara algún tipo de tratamiento. No ahondaré en eso, solo diré que fueron meses complicados. Tuve una mala racha que se extendió más de lo que pude haber pronosticado.

De hecho, duró hasta hace poco. Llegué a la mitad de la carrera sin tener idea de si tenía alguna utilidad. Pensé que era tiempo desperdiciado y que el futuro lo sería también. Me volví un ser apático al que le desagraban actividades tan simples como platicar, escribir o salir. Incluso despertar se volvió un suplicio. Había mañanas en las que no veía motivos para salir de la cama. Algunos eventos personales como el fallecimiento de un familiar y el fin de una relación peculiar agravaron la situación. Yo que detestaba a los que se proclamaban nihilistas, entré en una dinámica similar. Dejé de verle el sentido a todo. ¿De qué servía estudiar? ¿De qué servía platicar con alguien? ¿Para qué trabajar? Por mi mente pasaba la idea de que nada podía evitar nuestra muerte y que generaciones de científicos y grandes artistas no habían sido capaces de cambiar los problemas esenciales del ser humano, y que yo tampoco lo haría.

Todo me parecía mínimo. Descuidé mi alimentación Si no era capaz de descubrir un antídoto contra la muerte, me parecía que mi existencia era innecesaria. Eché pestes del futbol, del cine, la amistad, el amor, la sociedad, la religión, el ateísmo, la vida. Son poca cosa, me decía. Lo que deberíamos hacer es quedarnos en casa hasta desaparecer. Una locura, ahora que lo veo. Tal vez lo hayan notado con entradas en este blog que lucían poco luminosas en comparación con las de los primeros meses. Algunos lectores me lo indicaron. Incluso estuve a punto de borrar todo el contenido. Entré en crisis, se los confieso. Afortunadamente me detuve. Quién sabe cómo pudo ser esto si no hubiera tenido un lugar para desahogarme.

Creo que me salvó la literatura y la música. Contra ellas jamás me abalancé. Leí más que nunca. Sin parar. Era lo único a lo que encontré gustó. Oh, y a las canciones cuánto les debo. Creo que tienen un poder sanador. No en el sentido místico-ridículo. Lo digo sin imaginar corazoncitos saliendo de las bocinas para llegar a mi interior y aliviarme, no. Afirmarlo sería una estupidez. Pero es un hecho que hay letras y melodías que son inspiradoras, que te hacen adoptar otra óptica en la que de pronto ya no todo parece tan malo.

Para mí, fue clave "Quiero estar mejor" de Nacha Pop. Hizo que me recuperara. Fue mejor que visitar a un terapeuta. Durante el verano la puse una y otra vez. Caí en cuenta de algo muy cierto: todos queremos estar mejor, ¿no? Así que hay que conseguirlo. No es difícil, es una decisión. Hay que tener cuidado porque la tristeza es adictiva, cuando te vuelves indiferente a tus circunstancias por un rato puedes creer que es la única forma que tienes de sentir. Lo cuál está pésimo. Es una mentira. Recordé aquel dicho que indica que la mejor venganza es vivir bien. Salí adelante. No podía darle el gusto a quienes me habían hecho entrar en ese estado. Tomé fuerza del orgullo. Dejé de beber, empecé a comer balanceado. Mandé a diablo mis ideas catastrofistas. Volví a valorar los pequeños detalles de la vida. Ver una serie, ir al cine, poner la vida en un partido de futbol por televisión, escribir poemas. Lo que fuera.

No volvería a recorrer el camino que me tenía así. Ahora quería estar mejor. Seguir pensando en personas que ni se acordaban de mí era un error. Mi objetivo ahora se centraba en alcanzar la plenitud. Hacerlo de tal forma que los personajes del pasado de arrepintieran de haberme dado la espalda. Y no tanto por ellos, sino por mí. Darme esa satisfacción.

Bajé los 14 kilos que me sobraban. Salí a caminar, a correr. Sin pastillas ni medicamentos. Solo la música como motivación. Recuperé el humor. La mentalidad obscura quedó atrás. Al poco rato me di cuenta de que nada sirve quedarse a lamentar. Hay que seguir caminando. Quedan miles de personas e historias por conocer.

Y sin embargo, todavía temo una noche recordar los días malos. Y recaer. Pero no tanto, porque sé que ahí está Antonio Vega con una canción que me recuerda la importancia de estar en plenitud. Solo hace falta escucharla.

3 comentarios:

Sheliwirini dijo...

No te conozco mucho. Quizá casi nada, pero me da gusto que hayas decidido cambiar esa manera de pensar, no siempre todo sale tal y como lo esperamos, eso puede llegar a ponernos mal, pero lo importante es volver a intentarlo. Ya llegará algo mejor que haga que olvidemos lo pasado.

Bigmaud dijo...

Me conoces mejor que muchos que creen conocerme (?)

Fernando dijo...

hay posts que no se cruzan en la vida por casualidad