sábado, 24 de septiembre de 2011

25. "Somebody That I Used to Know" - Elliott Smith


Del álbum Figure 8 (2000)

En sexto de primaria conocí a E. Apenas y platiqué con él. Me parecía interesante, eso sí. Tenía un par de hermanos menores que físicamente se le parecían mucho. Iban en la misma escuela. El salón estaba distribuido de tal forma que E estaba en el lugar opuesto al mío. Mi teoría es que no le caía demasiado bien. Yo me inscribí en ese año mientras él llevaba ya una trayectoria en la escuela. Era un viejo conocido. mientras yo era el nuevo. Pasaba por una situación complicada, me graduaría con compañeros que se conocían de antaño, llenos de vivencias y anécdotas en las que yo no figuraba. Aun así, sin saber por qué, terminé por volverme popular. El punto de inflexión llegó en una clase de música. El maestro se puso a contar un cuento sobre un grupo de niños que se dedicaban a practicar Roller Derby; era la estrategia que, supongo, empleó para intentar ganarse a sus alumnos. Mis compañeros decían que era un excelente cuentacuentos. Fueron ellos los que le pidieron que lo hiciera, tomando en cuenta las experiencias gratas de años anteriores donde los había maravillado con su facilidad de palabra e historias extraordinarias.

Hasta antes de ese día, solo había platicado con dos chicos, los que me parecían menos peligrosos. Venía de una escuela con maestros estrictos y poco alumnado (en cierta etapa tomé clases solo con otros tres niños), así que interactuar me parecía complicado. No estaba acostumbrado. Si a eso sumamos que era el "nuevo", tenemos por resultado mi condición como ser marginal.

Entonces el profesor inició su cuento. Me pareció ridículo desde el primer instante. Veía a todos conmovidos, en cambio a mí me costaba disimular el hartazgo, de modo que, para no aburrirme, empecé a soltar comentarios irónicos acerca de los personajes y acciones que describía. No sé por qué lo hice, generalmente no me tomo ese tipo de libertades; sin embargo, ese día algo se apoderó de mi interior, de modo que seguí y seguí diciendo cualquier estupidez que se me ocurría. Lo extraño es que el grupo se empezó a reír. Menos el maestro, claro, que desde ese día no me soportó. Y lo entiendo, yo era un chamaco de 12 años buscando dobles sentidos en cualquier parte haciéndose pasar por ingenioso. Una vergüenza. Pero ser así funciona, me he dado cuenta ahora que no lo soy. Al público le gusta lo simple e idiota. Y yo lo fui esa mañana.

Al otro día empecé a ser abordado por mis compañeros. Varios querían hacerme plática por mi agudeza y capacidad para arruinar actividades elaboradas con ilusión. Conseguí amigos y a partir de ahí, jamás me sentí solo. El único que no se me acercó fue E, que me siguió viendo con recelo, como si estuviera poniendo en riesgo su posición de líder.

Sin embargo, en la secundaria nos hicimos amigos. Era un muchacho inteligente. Empecé a tener charlas verdaderamente aleccionadoras con él. En un recreo me dijo una frase que no he podido olvidar:

¿Sabes por qué me gusta platicar contigo? Porque contigo puedo platicar como con nadie más.

Yo no se lo dije, pero me pasaba algo similar. Con ningún otro podía hablar sobre asuntos medianamente profundos. Al igual que a mí, le gustaba Herman Hesse. Más de una vez discutimos sobre el Lobo Estepario y Siddhartha. Con el paso de los años lo he pensado y creo que nuestra relación tuvo algo de Demianiana. Por E fumé mi primer cigarro. Y el segundo. También probé el alcohol y conocí temas que en otrora me parecían prohibidos. Lo recuerdo como un muchacho lleno de entusiasmo en busca de experimentar lo que se atravesara en su camino. En parte por eso nos alejamos. Yo no era de esa clase. No lo necesitaba, no me nacía. Jamás me volví adicto al cigarro y no me parecía correcto emborracharse a escondidas de tu familia, en especial si tenías trece años.

E fue cambiando. Hubo un año en que el que dejamos de hablarnos. De repente cruzábamos miradas y hasta ahí. De ese modo nos decíamos lo que éramos incapaces de entender. De alguna forma me enteré que se drogaba. Él seguía siendo popular. Yo comprendí que no era necesario, que estaba mejor en lo reducido, con aquellos que verdaderamente me aportaran en algún sentido. Nunca dejé de considerarlo un tipo brillante. No creía lo que me contaban de él. Y un día se lo pregunté. No me lo confesó a la primera. Retomamos contacto nada más. Pasaron dos semanas más para que me lo contara. A partir de ahí se volvió una carga pesada. Antes podía platicar con él sobre historia, música, libros y videojuegos. Después ya no, lo único que podía decirme era que necesitaba dinero para comprar inyecciones. Pasamos de Harry Haller a historias donde me relataba como había empeñado su televisor en tiempos desesperados.

Me aparté de él. No me convenía. Una pena porque lo consideraba especial. Simplemente se transformó. Nunca me ofreció nada. Tomo eso somo su última señal de estima e inteligencia.

De ahí aprendí que las personas cambian. Y que cuando lo hacen, es para siempre. Es difícil traer a alguien de vuelta. Como dice Neil Young: and once you're gone, you can never come back. Sin importar cuánto te esfuerces, ni cuanto lo intentes. Es duro, pero llega el momento en el que debes asumirlo.

Este año volví a recordarlo cuando una persona a la que consideraba única, decidió tomar la ruta que le convenía sin importar lo que esto significara. Lo entiendo, hizo lo que hubiera hecho la mayoría, la cuestión es que yo no la consideraba parte de la mayoría. La creía especial. Uno debe saber que así son las relaciones humanas. De pronto, sin que lo esperes, se rompen los vínculos que parecen eternos. No todos miran al pasado, no todos consideran. Tan solo cambian. Y mientras se han ido lejos, sigues teniéndolos en mente, a fin de cuentas los solías conocer.

5 comentarios:

Sheliwirini dijo...

Yo al contrario conocí a alguien muy bien que terminó por hartarme su manera de ser, a veces deseaba que ella cambiara, pero después me di cuenta que no sería así y que quizá no era justo pedírselo. Lo mejor que pude hacer fue alejarme. Se enojaba por cualquier cosa y yo detesto enojarme con alguien, nunca he tenido "conflictos" como los tuve con ella. Ahora sé que así estoy mucho mejor.

Saludos :)

Joel dijo...

Me gusto bastante esta entrada!!! Saludos.

Lizeis dijo...

Llegué al blog de En sus letras como llegué a este, sólo que ahora por tu propio link. Me gusta traducir canciones aunque primero me las aprendo. Yo creo otras cosas sobre las personas, me parece que ni el cambio ni lo invariable son situaciones permanentes pero también me he separado de quienes no lo imaginé.

Baldor dijo...

Buenísimo y oportuno. Gracias.

Bigmaud dijo...

Sheli: De las personas enojonas mejor alejarse, te lo dice alguien que a veces lo es, aunque contigo creo no lo sería.

Da señales: Me da gusto.

Lizeis: Es que para mí los cambios son marcas que quedan para siempre. Digamos que pueden regresar a la "normalidad", pero nada quita que por un instante hayan dejado de serlo.

Baldor: ¿De nada?


Saludos.