sábado, 14 de julio de 2012

«The River»


Por su juventud y nivel de popularidad, creo que Bruce Springsteen fue el gran defensor del Rock durante los años 70. No hay que olvidar que su carrera surgió en un periodo donde la música de cantautor estaba en declive en pos del auge de la música progresiva y que para finales de la década el ambiente volteaba hacia el Punk. Lo mismo ocurría a comienzos de los ochenta, cuando el New Wave y los sintetizadores empezaron a abundar en el mercado. Él, a pesar de todo, se mantuvo fiel a sus principios, dándole escape a historias personales y sociales con la ayuda de una banda detrás que, a la vieja usanza, se concentraba a lo suyo, a un sonido ajustado y orgánico que daba la impresión de ser, ante todo, una especie de fraternidad. 

Cada uno de sus trabajos, desde Greetings from Asbury Park, N.J. (1973) hasta Nebraska (1982), son entonces algo más que una seguidilla estupenda de trabajos para presentarse al mundo: también son una resistencia en representación del Rock, una patada a todas esas nuevas modas que lo pretendían devorar. 

Por aquellos días Bruce Springsteen pasaba por su mejor periodo creativo. Después de la gira de Darkness on the Edge of Town, reunió una serie de canciones y formó lo que sería The Ties That Bind, su próximo lanzamiento. Estamos hablando de 1979, con una década moribunda y otra a punto de salir al escenario. Luego de entrar al estudio y grabar diez temas, todo apuntaba a que el nuevo lanzamiento alcanzaría a salir para navidad, pero entonces algo pasó, Bruce decidió echar el proyecto atrás. 

El movimiento, que pudo parecer arriesgado, finalmente terminó por ser una de las mejores decisiones de su carrera y una de las tantas muestras de su compromiso artístico. ¿Qué hizo en lugar de sacar un disco que ya estaba hecho y que seguramente le habría aportado varios millones sin tener ya que esforzarse? Pues lo hizo a un lado, porque consideró no era suficiente, que se necesitaba un segundo esfuerzo para dar otro paso firme a la leyenda y, lo más importante, para decir todo lo que tenía que decir. Al poco tiempo, se sacó de la manga otras diez grandes canciones que, sumadas a las que ya tenía, solo pudieron contenerse en un álbum doble que hasta la fecha conforman un hito tanto para su trayectoria personal como la historia de la música americana del siglo pasado.

¿Cuál fue el resultado? The River (1980) es un álbum que resume desolación. El rompimiento de los sueños que llega con esos sucesos que no esperamos y que se presentan de repente para recordarnos que la vida no es un parque de diversiones del que se pueda salir limpio. («Is a Dream a Lie If It Don’t Come True, Or Is It Something Worse?»). La pieza titular lo ilustra mejor que ninguna otra, tocando temas (se basó en experiencias cercanas de su propia familia) como el de los trabajos miserables que solo te brindan comida suficiente para continuar sufriendo o el del embarazo no deseado que termina con la juventud de un solo golpe; todos esos problemas que van y vienen como un río que termina por secarse.

La figura de The Boss muchas veces es malinterpretada. No es raro que se le vea desde el lente del prejuicio, en especial en Latinoamérica, donde nunca ha sido igual de popular que en otro lados. Supongo que algunos racistas de clóset lo ven como el prototipo del gringo que colecciona sombreros de copa fabricados a partir de banderas estadounidense y que destruiría sus casas con un misil transatlántico si pudiera. 

Bromas aparte, se trata de un músico excepcional con una trayectoria que merece todo el respeto posible. Esta canción lo demuestra de maravilla.

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