miércoles, 15 de febrero de 2012

Sé tú mismo

Me hacen gracia las personas que le dicen "sé tú mismo" a quienes se sienten confundidos. Como si así se solucionara todo y como si el mundo no estuviera lleno de personas demandantes para las que "ser tú mismo" no es suficiente. O como si el intentar cambiar, o actuar diferente a como te sientes, no formara parte de la complejidad de "ser tú mismo". Por no mencionar que cada espíritu que polula en el ambiente quiere que seas de un modo en particular. Mucho de los que dicen amarte por ser como eres en los momentos de plenitud, son los primeros que dan la espalda apenas tienes un mes complicado en el que no tienes ni ganas de hablar. Tan pronto se pierde el entusiasmo o caes en un episodio de tristeza, los que aconsejan que "seas tú mismo" te dan la espalda porque para ellos "ser tú mismo" es ser divertido y tener muchas anécdotas que contar, cuando en la mayor parte de los casos significa el querer tener un respiro, sin tener un agobio más. Ser honesto es lo peor que te puede pasar en un mundo tan podrido como el nuestro. Cuando andas mal no puedes manejar la verdad. Tienes que reservarla en algún hueco aún no colapsado del cerebro, porque ser sincero solo se agradece en las rachas de abundancia que tanto se resisten en estos tiempos. Lo sé porque lo he pasado. Tengo un mes de alegría y la gente se pega. No me los tomo en serio porque sé lo fluctuante que soy, y que quienes celebran tu personalidad al principio, acaban por dejarte de lado cuando muestras la otra cara —igual de real— que sería importante corregir o consolar en vez de despreciar. Se tiene que comprar el paquete completo, es muy fácil estar ahí en los éxitos. Se necesita de un corazón grande para saber que se debe estar también en la decadencia que quizás con ayuda externa se pueda revertir. La comprensión es un valor que pasó de moda hace tiempo. Si no ofreces el máximo de tus virtudes empiezas a tener un precio menor que cero. Queda entonces la opción de ocultarlo, de intentar dar la mejor sonrisa cuando tienes que esforzarte por respirar. De sacrificar la honestidad, de hundirte en tus huesos con tal de no hacer pasar un mal tiempo a los demás, que a veces sin valorarlo te desgastan mientras tú solo quieres regresar a casa y olvidar lo que ha pasado en los últimos veinte años. Guardas todavía un grado de esperanza, sabes que tarde o temprano la situación mejorará (no es necesaria una gran hazaña) y que muchos querrán volver entonces. Les encanta la abundancia, estar ahí en las celebraciones cuando estás de nuevo en el ruedo. Será entonces cuando llegue la gran oportunidad; podrás identificarlos porque hace tiempo no daban la cara y ya no sentirás nada por ellos. Te quedarás con esos pocos héroes que estuvieron siempre, los que confiaron en que podías salir del hundimiento. Sabrás de quiénes se tratan. Y merecerán todos los premios aunque se nieguen a recibirlos, porque no es lo que buscan, a quien quieren es a ti. A aquellos a los que la reacción les atrape por sorpresa, deberían saberlo de antemano. Si no te quieren en los peores momentos, no querrás que te quieran en los mejores.

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