viernes, 2 de abril de 2010

Los suplicios de ser una buena persona

Por mi casa hay dos tiendas de abarrotes. La dueña de la que está más cerca (se llama "La Chiquita") me cae muy bien. Una vez me regaló un limón. Yo estaba necesitado en ese momento y ella me ayudó. Recuerdo que fue un domingo en el que le pregunté que si de casualidad vendía limones. Ella me dijo que no, pero que en su refri (es una tienda-casa) tenía algunos, me preguntó que cuántos necesitaba. La situación me apenó. Yo sólo los quería para echarle a unas mugrosas papas, y la señora muy amable me dio uno de los que tenía reservados para ella y su familia. Salí de ahí con una sonrisa por semejante gesto de amabilidad. Creo que sólo unas veinte personas en el mundo hubieran hecho lo mismo por mí.

Desde entonces siento aprecio personal por ella. No sé cuál es su nombre. Nunca se lo he preguntado. Temo faltarle el respeto. Ella tampoco sabe el mío, cómo se lo voy a decir si tampoco me lo pide.

La otra tiendita  está  a unos veinte metros de la primera. Es la competencia. A decir verdad,   está mejor surtida. Tiene una inmensa variedad de productos  que hace ver a la anterior como un lugar cualquiera. Tienen todas las marcas de refrescos y hasta venden jugos naturales. Por lo mismo la mayoría de la colonia compra ahí. Casi nadie se para en la otra, lo cual es deprimente. 

Se nota que la señora lo ha estado pasando mal económicamente. Los refrigeradores que tiene están medio vacíos, vende cereales caducados, los empaques de galletas tienen una capa de polvo,  y el otro día vi que estaba vendiendo unos juguetes usados. Probablemente los de sus hijos. Para ayudarle, cada que puedo compro ahí aunque en su competencia encontraría mejores opciones. Lo hago por lo de aquel limón que me regaló. Aunque se pudiera pensar que el valor de la fruta que me dio, no sobrepasaba los cincuenta centavos, creo que nunca terminaré de pagarle lo que ella hizo por mí. Muchos no saben apreciar detalles como ése. Yo sí. Ese acto de bondad hizo que recuperara la fe en la humanidad. Bueno, no en toda,  sólo en ella y algunos más. Pero  gracias a eso sé que no todos los que están a mi alrededor son unos malditos. Son CASI todos, pero no todos. Ese casi es importante, porque significa que todavía hay esperanza. El mayor valor está en las minorías.

Aun así he de confesar que la última semana estuve yendo al establecimiento antagónico. Lo que pasa es que venden unos tamarindos excelentes que nomás  puedo encontrar ahí. Con todo el pesar de mi alma he tenido que traicionar a la señora. Mi noble corazón me llevó a ponerme lentes obscuros y un sombrero para que cuando pasara a lado de La Chiquita, su dueña no me reconociera. Sé que si no lo hiciera, ella me vería y se decepcionaría de mí. Yo no quiero eso. Sólo quiero que sea una empresaria exitosa. Que salga adelante para que un día pueda llegar a vender esos tamarindos también.

Cada que paso enfrente de ella lo hago disfrazado. Hago un esfuerzo tremendo. Odio tener que rebajarme a ese nivel, pero es lo mínimo que puedo hacer. La señora ni se imagina cuánto la estimo, nunca sabrá todo lo que hago para que ella no esté triste.

10 comentarios:

Yareli dijo...

Me hiciste sonreír.

ShOrTy dijo...

que bonito :)

CaptainHotcake dijo...

Oh, lo difícil que es lidiar con cerebro y con moral. Lo sé, es una rara maldición, pero ese "pequeño gran" detalle sí que lo vale. Y en serio qué es bueno que seas de esas personas que encuentra satisfacción en ello.

Saludos =)

Anónimo dijo...

me hiciste sentir triste u.u esas cosas y esos afectos tan raros que podemos llegar a poner en ese tipo de personas siempre son tan tontos pero a la vez tan bellos que duelen osh. ODIO eso es como cuando saludas un perro en la calle y te sigue y luego te duele mil tener que hacer tus cosas y no poder tenderle una mano amiga al nivel que el la merece DOLOR por la vida misma :( att.cat.

Pixie dijo...

jajaja mi vidaa!!!! aww n_n

Saluditos!!

pd. De todas maneras no dejas de ser un traidor, le podrías sugerir a la dueña de la Chiquita que venda esos tamarindos, te gusta el peligro, admitelo.

LEVANIA dijo...

A veces confiamos en gente que ni siquiera se merece que la volteemos a ver cuando nos hacen una jalada, pero cuando hay gente que te da desinteresadamente, duele ver cuando la pasa mal.Quiza deberias comprar tu surtido de tamarindos en otro lado para no sentir esa culpa que no es mala. pero si te incomoda, mejor buscarle por otro lado.

=)

Bigmaud dijo...

Yareli: Eso siempre es bueno.

Shorty: Nadie me había dicho así desde que se me cayeron los dientes de leche.

CaptainHotcake: (¡Qué buen nick!) Así es, miles de conflictos internos se tienen cuando se piensan y analizan las cosas.

Cat: ¿Quién eres? Cat es por Catalina o por Catarino? No me dejes con la duda,por favor. Mira que me caen bien las personas a las que les gustan los perros.

Picsi: No me digas "mi vida", es lo peor que le puedes decir a un hombre. Es muy cursi. Ya soy un niño grande.

Levania: No sé dónde más los puedan vender. Además las dulcerías quedan muy lejos. Pero tomo en cuenta el consejo.

Saludos a ustedes, pequeñuelos.

Zorrooo dijo...

Si vuelves a comprar donde ella, dejale mis saludos man :)

Y qué harás si te descubre disfrasado?

mi guel dijo...

¿Cómo sabes que la señora de "La Chiquita" se decepcionaría de ti si es que te reconociera al pasar tu, rumbo a su competencia? ¿Y en todo caso por que tendría que decepcionarse? ¿O con qué derecho? Solo es por curiosidad, no lo tomes a mal :)

Bigmaud dijo...

Erick: No sabría cómo actuar.

Mi guel: Fácil, la relación que tiene con su competencia es medio tensa, y si me viera por allá lo sentiría como una traición.

Saludos.