Para quienes se frotaron las manos a la espera de que les relatara cómo acabó el caso de la cartera fresa, acaso creyendo que todo finalizó como una bella historia romántica, les tengo malas noticias.
Vengo llegando de la cita no amorosa con la jovencita del Tec, y sólo puedo expresar palabras de desilusión.
Llegué puntual al lugar pactado. Las pocas partículas de optimismo que todavía albergo dentro me hacían creer que ella ya estaría ahí, recibiéndome con un pastel y un caluroso abrazo. Desde ya aviso que no vuelvo a crear ilusiones de este tipo porque siempre acaban en decepciones.
No había llegado todavía, así que tomé asiento en unas sillas que estaban cerca en lo que llegaba. Total (me dije), un retraso de cinco minutos lo tiene cualquiera. Lo que no sabía es que el angelito tardaría MEDIA HORA en arribar a las instalaciones del supermercado seleccionado como punto de reunión. Se aprovecho de mí de la manera menos divertida posible. Originalmente había fijado quince minutos como el límite máximo de espera, de no aparecerse regalaría los lentes al primer niño pobre con astigmatismo que se cruzara en mi camino.
Dieron las 5:15. Supe que no iba a irme todavía y que extendería la espera por quince minutos más. Media hora de preciado tiempo es, según los cánones internacionales el límite de la paciencia humana.
5:28 y todavía no llegaba. La espera fue tan tediosa que cada auto que llegaba al estacionamiento me entusiasmaba menos que el anterior. Era altamente probable que sus padres al fin de cuentas no la hubieran dejado ir. También el retraso podía deberse a algún accidente automovilístico o a que su perro había escapado de casa. Opciones había muchísimas, lo importante es que yo estaba siendo humillado por una quinceañera que quizás no merecía semejantes atenciones.
Justo cuando el reloj indicaba que eran las cincoymedia me puse de pie con el fin de entrar a hacer unas compras que tenía pendientes. En eso alcancé a ver a lo lejos a una muchacha de cabello abultado que caminaba junto a dos tipitos rumbo a donde yo estaba. Era ella.
Estaba un poco más afelpada de lo que se alcanzaba a apreciar en las fotos. Del mismo modo parecía que venía de estar practicando rugby ya que su aspecto era relativamente desaseado. No me importaba mucho porque nunca tuve intenciones donjuanescas con ella, aunque alguno pudiera albergar la esperanza luego de que lo relatado en esta historia es digno de película mexicana multi-nominada en los premios Ariel.
Una vez que estuvo a un par de metros de donde yo estaba, me puse de pie y le dije, toma, esto es tuyo. Ella me dijo "Ah, gracias". Sus dos amiguitos se me quedaron viendo. Para romper el silencio incómodo le pregunté si había perdido realmente la cartera en el cajero, le platiqué de la teoría del asalto a mano armada que tanto jugaba con mi corazón. Contestó que sí, que se le había olvidado dentro de la cabina de Santander. Eso sólo podía significar algo: Claudia era medio tontita.
Sólo alguien desequilibrado podría olvidar una billetera dentro del sitio donde fue a sacar dinero. Una vez realizada la transacción ¿Dónde guardó su tarjeta? ¿Porqué no relacionó la extracción de billetes con el estuche destinado a salvaguardarlos? Nunca lo sabré.
Se portó distante y fría con alguien que invirtió horas para que ella recuperara sus lentes. Tal vez pensó (normal en un mundo lleno de ladronzuelos como éste) que yo había sacado sus ahorros del bolso. Quién sabe, de todas formas no debía llevar mucho, por algo tuve que ir al cajero.
Todo terminó con el gracias menos efusivo que he recibido. También dijo que me debía una. Ojalá que cuando pierda las llaves, sea ella quien las encuentre.
En fin, nunca debemos esperar justicia. Hice mucho por una desconocida que no lo apreció como debería. ¿Fue un desperdicio? No, porque me hubiera arrepentido de no haberlo hecho. Debemos actuar con rectitud por los demás, sí, pero también por nosotros mismos.
4 comentarios:
Exactamente, te entiendo, aunque todos digan que hacen cosas buenas por la satisfacción de hacerlas está mintiendo, todos esperamos que nos aplaudan los esfuerzos que hacemos por se buenas personas, porque es verdad, ser un ojete mala onda es mucho más sencillo que ándarle haciendo de noble.
Si te sirve yo sigo sintiendome orgullosa jaja de verdad!!! justo hoy tuvimos un acalorado debate sobre los robos y yo sentí bonito porque mientras mis compañeros relataban las fechorias de sus amigos y conocidos, yo pensé "yo conozco a alguien que no hizo lo más fácil y le dicen Bigmaud" o algo así.
Jaja, yo toda emocionada, pero es que si, pues mala onda que la chavita no te recibiera como todos esperabamos, pero bueno, sientete satisfecho jo
Saluditos!!
Hummm... la última vez que alguien me regresó algo que había extraviado le invité a comer y estaba demasiado agradecido.
Lo que perdí no valía mucho, pero finalmente es un gran gesto que alguien te devuelva lo que crees no volverá.
Aunque el final fue decepcionante, te felicito.
Saludos.
Yo una vez me encontré una cartera en la calle. La abrí para lo mismo, ver si había modo de localizar a la persona que la había perdido, y resultó que la persona en cuestión vivía ahí mismito. Se le cayó al bajar del auto o algo así, asumí. Se me hizo fácil tocar el timbre y decir que había encontrado la cartera. La persona que me abrió me dio las gracias, que porque traía documentos muy importantes y no sé qué. A mí me dio cosita la efusividad porque para mí, lo natural era dársela, total estaba ahí... pero si hubiera tenido que ir a otro lado, quién sabe cómo hubiera resultado todo
Picsi: Espero no hayas citado mi nick en el debate (acalorado) porque seguramente te hubieran tomado como una geek, como una nerd o como una loca. O las tres a la vez.
Nah, no me arrepiento de haber actuado como lo hice, por el contrario, aunque la respuesta del ayudado no haya sido como esperaba, lo volvería a hacer, por la misma persona.
Historyzar: La conclusión de esta historia fue aburridísima. hubiera preferido algo extraordinario que hubiera redondeando el post de mejor forma, damn.
Memmis: Si algún día te vuelve a pasar, procura no aceptar la invitación del agradecido a tomar un café dentro de su vivienda. La inseguridad es tal que hasta ayudando se corren riesgos.
Saludos-
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