miércoles, 16 de mayo de 2012

Prometo no hacerte daño



Un familiar abrió un bar hace tiempo. Al principio le fue bien, luego le fue mal. Tuvo que cerrarlo a los dos años. Ya desde antes había mirado con recelo a los negocios. Nunca me han atraído. Servirle de manera directa a otras personas me sería muy difícil. Tampoco sé si podría soportar ver vacío el lugar donde he puesto todo mi empeño. Tal vez cerraría en cuanto llegaran los diez primeros minutos sin clientes. Lo único que sí me gustaría es abrir un Pub al estilo inglés, en donde pudieran venir gente a ver partidos de futbol y a escuchar a bandas nacientes que tuvieran algunos gramos de talento. Es probable que terminaran por reventarme los nervios y que requeriría de un presupuesto mayor al necesario para abrir un puesto con tacos de canasta, así que lo veo como un proyecto a largo plazo, realizable a partir del día en que me encuentre un boleto premiado de la lotería, algo que estimo ocurrirá en algún momento del año 2015.

Fui al bar de este familiar en un par de ocasiones. Vivía en otra ciudad, por lo que no podía darme el lujo de visitarlo cada que me diera sed. Tenía una decoración bonita con cuadros de figuras emblemáticas de la cultura pop de las décadas pasadas. Marilyn Monroe, James Dean, Elvis Presley. En ese aspecto no se diferenciaba de otros sitios con conceptos retro que abundan en la actualidad. La música tiraba al adulto contemporáneo, no lo ideal pero sí mucho mejor que cualquier establecimiento donde abunden las canciones que invitan a levantar las manos y girar en círculos. Los precios eran bajos y en términos generales era un lugar digno para ir a pasar la noche. La ubicación no era ideal, fuera de eso cumplía los requisitos para alcanzar un éxito de mayor duración al que finalmente tuvo.

La primera vez que fui era temprano. Apenas estaba abriendo. Me senté en un sillón y vi cómo el bar adquiría forma con la colocación de las sillas y mesas. Estuvimos platicando un rato. Eché un vistazo a las cervezas que vendía. Tenía una buena selección de marcas extranjeras. De esas que invitan a coleccionar sus botellas. Pasó una hora o dos. Nada más estábamos el familiar y yo. La escena me deprimió. Cuando tienes un negocio así estás a merced de que un puñado de individuos decidan pararse por ahí. Si no ocurre tienes que aguantar, sin importar lo mucho que quieras regresar a casa para ver una película o preparar una bolsa de palomitas. En eso estaba cuando entraron un par de mujeres. Tenían entre 35 y 40 años. Iba bien arregladas. Pidieron cualquier cosa y se sentaron en la barra. Ya no pude platicar con la misma tranquilidad. Tenía por seguro que me podrían escuchar.

Llegaron riéndose. Luego estuvieron ahí unos 40 minutos sin decir mucho. Daban un trago a su bebida y luego intercambiaban miradas y sonrisas. Con mi primo hablé un poco sobre la Universidad. Pronto entraría y quería que me aclarara algunos detalles. Él era de la misma Universidad, solo que de otro carrera. Bajamos nuestro tono. Las mujeres parecían refinadas así que no podíamos salir con cualquier vulgaridad. El hecho de que no hablaran le daba un protagonismo fuera de lo deseable a nuestras voces.

Una de ellas, la castaña, se puso de pie y se dirigió rumbo al baño. No se fijó y entro al de hombres. No le dijimos nada porque a fin de cuentas eran las únicas clientas. La otra, rubia artificial, nos preguntó nuestros nombres. Dije que me llamaba Enrique. Siguió bebiendo hasta que la otra regresó. Tardó más de lo hubiera creído. Ya de vuelta, su plática se animó. Hablaron sobre una clase de tenis. No está funcionando, le dijo una a la otra. No me gusta y no creo que esté mejorando mi figura. Deberías ver mis pies. Ya estoy gorda como para encima tener que cargar con estos raspones.

Su compañera rió. Pidieron la cuenta, pagaron. Todavía se quedaron platicando hasta que llegaron unos jóvenes. Era un poco mayores que yo. Aun así no creo que pasaran de los 23 años. Se acercaron a ellas y les dijeron vámonos. Salieron tomados del brazo, muy serios todos ellos.

La segunda vez que fui, el bar tenía más gente. Vi un par de mesas ocupadas y de fondo sonaba una selección de música que incluía a The Outfield, Crowed House y Blur. Nada especial, los temas de siempre. Del otro lado de la barra estaba sentado un señor de unos 50 años. Su cabeza incluía un paquete de canas que la gorra que traía no alcanzaba a ocultar. Mi primo me empezó a hablar de él.

—¿Ves a ese hombre de bigote que está por allá? Viene seguido. Está un poco chiflado. Intento no acercarme porque después me hace plática y ya no lo detienes. Habla hasta por los codos. Siempre llega solo, a veces me cuenta sobre su esposa. Dice que está encamada, que no puede salir a tomar un trago con él. Según dice nunca le sería infiel. Que por eso se emborracha. Para ponerse tan mal que ninguna mujer se le quiera acercar.

Consideré que su medida era extrema. No tenía que recurrir al alcohol. Su aspecto era suficiente para ejercer de repelente ante cualquier ser humano.  De cualquier forma parecía inofensivo e incluso llegaba a parecer gracioso. Seguimos escuchando música. Ahora sonaba REO Speedwagon y U2. El hombre me llamó: "Joven, tenga". Me extendió una hoja de papel. Con cierta reserva, y luego de intercambiar miradas con mi familiar, la tomé. El tipo me había dibujado. Era una especie de caricatura bastante limitada. Le di las gracias aunque el dibujo fuera lamentable.

—De nada, guárdalo. Te conviene. Soy caricaturista. Uno famoso. Pregunta por mí en cualquier periódico, todos me conocen. Me dicen el Trique. Cuando quieras te puedo volver a dibujar. Es sencillo. Tienes facciones ideales para exagerar. ¿Cuántos años tienes? Ah, eres joven. Estás a tiempo para salvarte. No sé si estés estudiando o no. Te recomiendo que lo abandones si es el caso. Cuando tenía tu edad dejé la universidad. Estaba matando mi espíritu, me estaba convirtiendo en un subnormal. No dejes que te pase eso. Mándalo todo al diablo, haz lo que hice yo: vete a Estados Unidos a vivir. Deambulé en varios trabajos, muchos de ellos verdaderamente miserables, pero nunca sentí que la situación fuera peor que cuando estuve en la escuela. Tú sabes, lo maestros me eran insoportables. No tenía nada que aprender de ellos. Quería evitar ser tan aburrido como sus clases. Así que lavé platos, trabajé en una gasolinera y llegué a ser el jardinero de una familia adinerada. No estuvo mal. Después mi padre me encontró. Él no entendía. Me quiso meter en una escuela militarizada. Acepté con la condición de que fuera ahí mismo en Estados Unidos. Así fue. Mira, esta era mi credencial, todavía la tengo. Aprendí mucho inglés. Lo hablo a la perfección. Gracias a dios esto me permite ahora vivir de ello. Doy clases  particulares de inglés. Soy profesor, sí, lo que no soy es alguien aburrido. Tomé de ejemplo a los que yo tuve y he evitado ser igual que ellos. Sé pelear también. Puedo ganarle a cualquiera en este bar en un encuentro a golpes. ¿Quieres intentarlo? Prometo no hacerte daño. Solo quiero mostrarte algunos movimientos. También doy clases de Judo, por si te interesa. La defensa personal es muy importante. Si ahora entrara un comando armado yo no tendría problemas. Puedo enfrentarlos. Las armas me dan risa. Hay que usar la inteligencia. Grábate eso, muchacho. Cuando alguien se acerque para atacarte, guarda la calma y busca alguna de sus debilidades. Evitar ser visceral. Ayuda algunas veces pero también contribuye a que te puedas equivocar.
—No se preocupe, estoy bien. No necesita enseñarme ninguna llave ni ningún golpe. Siga tomando.
—Extraño a mi esposa, ¿sabes? No despierta. Está ahí en la cama todo el día. Tengo que llevarle la comida. La meto en su boca con una cuchara. Casi siempre la escupe. Tengo que volverlo a intentar. Me frustra. Es muy triste. Deberías venir un día. Quizás una voz nueva le anime. La veo muy triste. Hace tres años pudimos venir a un sitio como este sin ningún problema. Podríamos tomar una copa, platicar un rato. Pudimos habernos besado. Y veme ahora, aquí platicando contigo. Gracias por escucharme, no cualquiera lo hace. Creo que piensan que estoy loco. ¿Tú qué piensas? Escucha: la gente es horrible, será mejor que te alejes de ellos. He llegado a creer que eso es lo que ha hecho mi esposa. Que ha dejado de hablar porque no soporta a la gente. Lo malo es que me ha incluido en el paquete, debería soportarme a mí. No soy como los demás. Soy como tú, somos diferentes. De verdad, deberías pasarte un día por la casa. Vivo por aquí cerca. Prometo no molestar.

Empecé a desentenderme. No quise seguir escuchándolo. Era alguien que se encariñaba rápido. No iba a tardar en nombrarme su heredero. Yo solo estaba ahí para aumentar la asistencia del bar. De eso se trataba.   Pronto regresó a lo suyo. Me dolía la cabeza. Debió ser culpa de Simple Red. Odio sus canciones. Jamás dejaría que entraran en mi pub.