martes, 11 de septiembre de 2012

La chica de la playera sucia


La ropa es una carta de presentación. Por mucho que uno quiera verse espiritual y alejarse de lo superficial, es común que la forma en que las personas van vestidas nos dé un indicio que, equivocado o no, cuenta en la forma en que las abordamos.

Para demostrar que la aseveración anterior no hace apología al mundillo de la moda, diré que soy alguien a quien la vestimenta le da más o menos igual; ya con un guardarropa conformado, saco del armario al azar lo que usaré cada día sin mayor preocupación. La única regla es no repetir dos días seguidos. Fuera de eso me permito cualquier barbaridad. Lo cierto es que no soy muy versátil al respecto, por lo que unos pantalones de mezclilla conforman la base de un atuendo diario que se ve completado, la mayoría de las veces, por una playera. 

Hay de varios tipos. Las playeras se distinguen unas de otras por el estampado. Y por el color. Y por su material. Y por la talla. Y por muchas otras cosas, pero ahora me detendré en los estampados. Mis preferidas son las que tienen una imagen alusiva a la música. En mi colección figuran, entre otras, las que están dedicadas a bandas como The Smiths, The Rolling Stones, Buzzcocks y The Beatles. Las he comprado en conciertos o en lugares que no he vuelto a ver.

Antes consideraba que llevar puesta una playera así daba cierta identidad, o que bueno, ayudaba a reconocer a personas con gustos afines a los tuyos. Dejé de pensar de ese modo el día conocí a un joven que traía una playera con un estampado de Aladdin Sane. Cuando le pregunté sobre su álbum favorito, me respondió que no conocía a ese tal David Bowie. La situación empeoró en otra ocasión cuando, estúpidamente, creí ver al amor de mi vida: una chica con una blusa de Otis Redding. El desenlace fue similar; la susodicha no conocía ninguna canción del morenazo aquel y había comprado esa ropa porque le pareció bonita. Si bien lo consideré un argumento respetable, cualquier atisbo de ilusión sobre un matrimonio futuro se derrumbó.

Supe entonces que la mayoría de la gente se pone lo que le otorga una apariencia cool, sin pararse siquiera a considerar si tiene o no cierta concordancia con sus gustos musicales. Ya no me emociono cuando veo a Bob Dylan debajo de una chamarra, ni cuando veo a alguien bajo el cobijo de los Stones. Meras ilusiones. Sé que la mayoría de las veces se trata de un espejismo propiciado por alguien que en realidad escucha a Camila o a Zoé

La vida está llena de decepciones, procuro evitar ser su cómplice.

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Publicado originalmente en Capitán Fantasma.

3 comentarios:

Pixie dijo...

Yo sólo tengo una playera de N Sync que me gusta mucho porque me recuerda a la secundaria dónde fui feliz.

Yo llegué a tu misma conclusión hace mucho tiempo cuando se hicieron populares las playeras con un logo de Ramones, lo vi en sudaderas rosas puestas en chicas que escuchaban a Jeans.

Yo he buscado playeras con mis bandas favoritas que no parezcan pintadas a mano, pero meh, es sólo ropa.

Juan Ramón V. Mora dijo...

Tengo playeras sólo de cuatro artistas: Beatles (la más vieja, más de once años con ella), Stones, Pixies y Dylan. Ah, y una gorra de Pink Floyd. Las uso a discreción.

Atte: Juan Ramón.

Bigmaud dijo...

Pixie: lo de los Ramones es clásico, una de las bandas que más se utiliza por propósitos estéticos sin que correspondan a una afinidad musical personal. Yo tengo una playera y cada día me da tristeza el poder ser confundido con uno de ellos impostores.

Compañero: las de Bob son especialmente hermosas.

Un saludo.