miércoles, 5 de septiembre de 2012

Ya no puedo jugar a ser el macho


El martes  por la mañana hizo un frío terrible. Aun así me bañé. No pude evitarlo, no despierto del todo ni me siento a gusto si no tomo una ducha antes de ir a la universidad. Cuando iba en la puerta de salida, me di cuenta de que, además del cabello mojado, solo llevaba unos pantalones y una camiseta delgada. Ya era tarde y tuve flojera regresar a la habitación por un suéter o chamarra. No lo necesitas, me dije, puedes resistir esto y más, solo son quince minutos a pie. Deja el abrigo para los necesitados, para los enclenques, las niñitas de ocho años.

El miércoles amanezco mal. La garganta me duele y tengo dolor de cabeza. Durante el día los síntomas se agravan y aparecen los estornudos. La primera gripa que me da en el año. 

Finjo poner atención a clases mientras lamento mi nivel de estupidez. Tienes 23 años, debes dejar las actitudes imbéciles, me digo. Ya no puedes jugar a ser el héroe. Tus mejores años han pasado. A partir de ahora eres un anciano que tiene que usar suéteres verdes con rombos. Pide unos calcetines térmicos en tu próximo cumpleaños. Necesitas que alguien teja una bufanda para ti, que te preparen un chocolate caliente y te hagan piojito frente a la fogata para que no caigas en un tobogán depresivo.

Por la noche empeoro. 

Voy a la cama con la intención de dormir. Lo siguiente que sé es que llevo dos horas dando vueltas sin lograrlo. Estoy agotado y con sueño, pero no puedo. Tengo la cabeza llena de pensamientos, de preocupaciones. Caigo en cuenta de que si no puedo dormir es por culpa del cerebro: está harto de los privilegios de los que goza el cuerpo que puede ir a descansar todas las noches mientras él sigue trabajando lleno de agobios. Parece decir: «Esta vez te hundes conmigo, pedazo de abdomen con piernas».

Al final consigo dormir hora y media. Quedo peor. Preferible no dormir en algunas circunstancias. Voy a una clase dos horas y pienso en si tendrán un bonito departamento en el más allá.

2 comentarios:

SandraBdh dijo...

Quizá la vejez sí esté más cerca de los 23, más no en los 23. Suerte con la gripa, la recuperación quiero decir. El otro día experimenté lo que llamas algo así como el síndrome de ser ignorado por las personas que regalan muestras, no imagino vivir tantos días así, no tiene nada que ver con esto más que fue el martes.

Bigmaud dijo...

En ocasiones ese trato pueda convertirse en una bendición. Luego hay muchos promotores que te obligan a comer muestras de productos horribles como jamones de dudosa procedencia.