miércoles, 3 de agosto de 2011

Lo que odio de los taxis


Tengo una especie de fobia a los taxis. El asunto de permitir que alguien más conduzca el destino de tu vida me aterra, ya de por sí. Si a eso sumamos el que al abordar uno estás en una situación uno vs. uno en la que llevas las de perder, mal vamos. En el terreno del transporte público me quedo, de lejos, con los autobuses. Aclaro que esto no significa que me gusten, al contrario, los encuentro carentes de comodidad y repletos de sujetos que preferiría ver de protagonistas en una película donde se den MUCHOS asesinatos. Digamos, simplemente que entre ser atracado en compañía y hacerlo en solitario, me quedo con lo primero. Rodeado de otros personajes siempre cabe la posibilidad de que haya un héroe que quite el arma al asaltante o que haga una maniobra que salve la vida de los presentes. En un taxi no, estás tú contra un conductor, uno que, acaso, cuente con antecedentes en materia de descuartizamientos humanos.

El otro día abordé uno con dirección a la central de autobuses. Estos fueron algunos de los pensamientos que pasaron por mi cabeza durante el trayecto:

Qué extraño, el hombre éste me preguntó con qué billete pagaría dizque para ver si "traía cambio". Tal vez subestime mi inteligencia y esté, en realidad, haciendo un cálculo de cuánto podría embolsarse si me roba la cartera. Alcancé a notarlo, y rápido mostré mi astucia, le dije: tengo uno de $200. Así doy la impresión de ser un tipo normal que no tiene billetes de mil pesos para repartir entre los maleantes de la ciudad. Ahora bien, cuando le dije que iba a la central camionera hizo una mueca extraña. Debe pensar que, además del billete de 200, llevo cantidad suficiente para comprar un boleto de ida, uno de regreso y suficiente para pagar otro taxi una vez que llegue a mi destino. Haciendo cálculos puede adivinar que llevo, por lo menos, 1,500 pesos. Antes de abordarlo me dijo que me cobraría $120. La lógica indica que alguien sin escrúpulos, como él aparenta ser, prefiere obtener, al final de la velada, $1500 sobre los tristes $120 que se puede llevar con un trabajo honrado. Aun así, tal vez esa cantidad le parezca mínima si se pone a pensar lo que podría sacar si me secuestra. Ya sé, voy a hacer un comentario inocente para que esa idea sea desechada por su mente: —Qué calor hace, ¿no? Ah, por cierto, mis padres no me quieren.

Excelente. Mis palabras parecieron confundirlo. Incluso exclamó un "¿disculpe", como dando a entender que había tirado por la borda los planes que tenía para extorsionar a mi familia. Lo malo es que ahora que sabe que mis padres no pagarían un rescate, queda otra opción: que secuestre para vender mis órganos. Oh, dios santo, eso es mucho peor. —Nada, era un chiste, señor—le dije. Ok, puede que me secuestre, es mejor que vaya pensando qué haré cuando esto suceda. Si me dejan por las noches vigilado por un muchachillo, empezaré a persuadirlo contándole de las grandes ventajas que tiene vivir dentro de la ley. Le suplicaré que me deje ir, que tengo dinero suficiente para dárselo únicamente a él, que no tendrá que repartir el botín con el resto de la pandilla. Es más, le diré: "escapa conmigo, ojos azules". Hagamos una nueva vida, recorramos el país con otra identidad, ayudemos a quienes lo necesiten. Convirtámonos en héroes anónimos.

Detesto no conocer el nombre de las calles y avenidas de este lugar. Ignoro cuáles se deben tomar para llegar a la central. Si las supiera, podría darme cuenta de si el hombre está tomando una ruta que conduce a un lugar diferente a donde le ordené. Qué tristeza tener que esperar hasta el final para saber si estoy siendo secuestrado. De no ser así podría abrir la puerta y saltar con el auto en movimiento. La rotura de una decena de huesos no puede compararse a la de ser alimentado por meses a base de yogures y emparedados de jamón corriente. Hace rato, cuando me preguntó: "¿Me voy por el viaducto, joven?" contesté que sí, sin tener idea de a dónde diablos conduce el viaducto. Tal vez se trató de una prueba: el maldito ya notó que no conozco el lugar donde nos encontramos, para ponerlo a prueba hizo la pregunta. Debí responder que no, decir algo así cómo: "no, ya sabe cómo se pone a estas horas el tránsito por ahí, mejor tomemos otra ruta. Se lo digo porque soy un experto que pasa a menudo por el viaducto ". De ese modo habría dado la impresión de ser un alguien enterado, alguien que no puede ser sorprendido con facilidad. Enseguida, él pudo decir que no me preocupara, que era la ruta rápida en situaciones como la mía, entonces sí, una vez aclarado mi (falso) conocimiento urbano, podría darle una respuesta afirmativa agregando un elegante "como usted diga, buen hombre, estoy en sus manos". Si logro caerle simpático desistirá de su macabro plan. Después de todo, es un taxi de sitio y no debe ser poca cosa privar a un joven su libertad. Podría meterse en un gran lío... UN MOMENTO...¿DÓNDE CARAJOS ESTÁ SU IDENTIFICACIÓN? OH NO, NO TIENE LA TARJETA ES QUE LOS TAXISTAS DEBEN TENER EN EL ESPEJO RETROVISOR. ES UN TAXI PIRATA. YA DECÍA YO QUE ESTE INDIVIDUO NO PARECÍA CONFIABLE. AY, NO, VOY A MORIR.

Ya sé. Le tomaré una foto con mi celular para que cuando encuentren lo que reste de mi cadáver, sepan quién fue el autor de este espantoso crimen. Lo haré discretamente, con cuidado. Lo he logrado. Lamento no tener un móvil con conexión a internet para enviar la captura que hice. El lamentable final que tendré se debe a la tacañería de mi padre que jamás se dignó a comprar un iphone con plan de datos ilimitado. Quedará en su conciencia. Adiós para siempre, mundo cruel.

Minutos después llegamos a la central de autobuses. El conductor me dio las gracias. —Fue un gusto servirle, joven —dijo. Respondí con una sonrisa. Le pagué. Abandoné el vehículo pensando en la camisa de mangas largas que llevaba, ¿estaría ocultando un tatuaje diabólico?

5 comentarios:

Sheliwirini dijo...

Nunca se puede confíar en los taxistas. Admito que ir acompañado en uno de ellos lo hace todo más placentero. Es raro el taxista que no hace plática, me han tocado desde los que cuentan casi toda su vida hasta los que se enojan. Sería mejor pensar que no tienen intenciones de secuestrar a nadie.

Buen día.

A.U dijo...

Yo jamás me subo a un "vocho" taxi sola porque a una amiga la manosearon al bajar, el exponer el trasero de esa manera en esos taxis es muy peligroso

Ahora bien podrias mandar la imagen como mensaje multimedia a algun correo electronico

Mis padres tampoco me dan un iphone ni esas jaladas, espero el iphone 5 o el n8 que tienen buena camara lo demás no me interesa (claro, que tenga internet y ya)

Guz Guevara dijo...

Contrario a ti. Amo los taxis. ¡Son geniales! Por lo general platico con los conductores, todos tienen algo que contar. ¡No seas tan desconfiado! Total, algún día has de morir.

Pixie dijo...

Jajajaja mi vidaaaa!!!!! Creo que ya habías escrito algo sobre los taxis y ya te había platicado que me sientan muy mal, tengo demasiadas malas experiencias donde sobresalen tipos que me invitan a salir o tipos que me cuentan historias de su vida promiscua o incestuosa...

120 pesos???!!!!! Es muchísimoooooo!!!!!!!

Por cierto, hace poco a un amigo lo intentaron robar en un taxi y él estuvo a dos segundos de aventarse del vehículo en movimiento, yo no lo haría, siempre confío en que llegará un semáforo en rojo.

Anyway, saluditos!!!

Bigmaud dijo...

Sheli: Cuando alguien te acompaña, la situación es menos estresante, y aún así. Hay algunos que son buena gente, lo malo es que los que me han tocado tienen cara de asesinos seriales.

A.U.: Ah sí, los conozco, en mi inocencia llegué a pensar que retiraban el asiento del copiloto para hacer más fácil la llegada a los asientos traseros, sin saber que tal vez lo hagan por esto que dices.

DamnGuz: ¡Pero no quiero hacerlo en un taxi!

Pixie: Es que me encontraba lejos de la central. Igual sigue siendo mucho. Sí, una vez hice un post donde recomendaba decirle a los taxistas que te dejaran en un lugar apartado de tu casa para que no supieran dónde vivías.

¡Deberías contar en tu blog de la historias promiscuas que te cuentan los taxistas!


Saludos.