sábado, 13 de febrero de 2010

Crónica de algo

Ahora que Fernando Savater anduvo de gira por el país para recibir doctorados honoris causa, tuve a bien hacerle compañía dentro del espacio reservado al público para que no se sintiera tan solo.

Acudí puntualmente a la cita, tan puntual que no vi a nadie que llegara tarde, además de que alcancé ser uno de los pocos que consiguieron un asiento dentro del pequeño auditorio donde de desarrollaría la ceremonia solemne.

Ya dentro maté el tiempo admirando el bello papel tapiz de las paredes. Sólo tuve que esperar quince minutos mientras todo empezaba. Conseguí buen lugar, aunque en un lugar tan pequeño como ese, hasta el peor ubicado puede percibir si el invitado se bañó.

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(Breve recuerdo: me enamoré de una acomodadora de asientos. Traía un moño rojo en la cabeza que la hacía parecer un regalo de la naturaleza)

***

Entonces salió Fernando Savater acompañado de un grupo de hombres vestidos de traje, que yo pensaba que eran sus guardaespaldas, hasta que la señora a mi lado me informó que eran rectores de no sé qué secundaria. Luego de unos aplausos a los cuales contribuí sacrificando mis huellas dactilares, tomaron asiento en lo que parecían unas comodísimas sillas.

El protocolo nos recetó un par de discursos con semblanzas wikipedísticas del autor que carecían de la sencillez y cercanía que precisamente a él caracterizan; por fortuna todo lo que empieza tiene que acabar, y una vez que se acabaron su vaso de agua, abandonaron el estrado para dar paso a la entrega de una medalla que ya quisiera yo para colgarla en mi refri.

Una vez bien amarrada, la medalla cedió el protagonismo a Fernando Savater que improvisó o recitó de memoria un ameno y divertido discurso, que arrancó (por fin) los primeros síntomas de interés entre los asistentes quienes pagábamos ocurrencia e ideas con sonrisas.

La charla terminó, y todos evacuaron el lugar como si hubiera un incendio. Yo en cambio, sabiamente aguardé un par de minutos mientras la zona se despejaba, lo hice porque sabía que los hombres de barba blanca suelen dar regalos, así que tuve una ligera de esperanza de que Fernando Savater autografiara el par de libros que llevaba bajo mi brazo, lo cual efectivamente pasó sin ninguna dificultad (pocos se quedaron y él iba dispuesto a ejercitar la muñeca).

Puedo presumir que hasta lo hice reír con un comentario que estaba fuera de lugar:

-Hola, ¿me puede firmar este libro?
-Claro, ¿para quién va a ser?
-Para Luis Miguel*
-Toma, aquí tienes
-Gracias.

(Saqué el segundo libro que llevaba)

-También éste, por favor.
-Claro, ¿este para quién va ser?
-Para Luis Miguel
-¿También? Ok.
-Le hubiera pedido uno para Luis y otro para Miguel.

(Risas)

Adjunto una prueba de que Savater firma como si se llamara Samy:


*Nombre cambiado como homenaje a El Sol.

5 comentarios:

ontobelli dijo...

Buena crónica de un evento tan aburrido.

No sabía que Savater fuese masón.

Bigmaud dijo...

Aunque por momentos no lo parezca en el post, en realidad la pasé bien. Savater me cayó muy bien, es bastante simpático.

Eso último lo dices por los puntos de la firma?

Memmis dijo...

Savater me cae mal, es muy ñoñooo

ontobelli dijo...

Savater no es el aburrido, sino la sobriedad y ceremonia del mexicano para esos eventos.

Sí, lo decía por los puntos. Se supone que los masones los usan, dependiendo del grado, pueden ir de 1 a 3. Aunque, bueno no basta eso para asumir que lo sea.

Pixie dijo...

awww!!!! me encanta que seas fans de escritores (casí como de cantaautores),aunque no me gusta Savater, que bueno que te des la oportunidad de asistir a esos eventos, era una presentación de su libro?

anyway, la vez que vino Monsivais no me pude esperar para que firmara mi bra por que ya me estaba esperando mi hermano para llevarme a casa :(


jaja, Saluditos!!