Un momento que marca la infancia de todo niño es cuando, un día mientras camina agarrado de la mano de su madre voltea al suelo y ve a un pájaro muerto. Muchas veces se trata del primer contacto con la muerte, ocurriendo de una manera sorpresiva, intensa y violenta. Apenas contando con algunas referencias vagas vistas en películas infantiles, el chico, de pronto se enfrenta al explícito cadáver hormigoso de un ave; ese animal en específico lo vuelve especial, ya que a diferencia de los pollos colgados que con anterioridad pudo haber visto, éste tiene plumas que se supone son símbolos de vida. Pero no, ahí está, tirado e inerte. Sin cantar. Miles de pensamientos se hacen presentes en apenas un segundo antes de que inútilmente se desvíe la vista pretendiendo no haber mirado nada. Una negación que resulta inútil, porque algo ha cambiado en nosotros.
3 comentarios:
a mí me fue peor, porque era apenas un polluelo, ni plumas tenía aún... se calló del nido, pobre
Huy, también me ha tocado ver eso. es todavía peor... o ver a un gato atropellado. brr.
recuerdo muchísimo una rata... afuera de mi secundaria... creo que escribiré de eso jajajaja
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