martes, 31 de enero de 2012

Un hallazgo en la calle

Salgo a buscar un lugar donde vendan comida cuando de pronto me encuentro a un perro. Esto no tendría nada de especial (los perros callejeros abundan sin que merezcan recibir una entrada en un blog) si no fuera porque el animal en cuestión tiene suéter y se acerca a mí temblando. Miré a los alrededores esperando encontrar a su humano por ahí. No sería la primera vez que veo a una persona sacar a pasear a su mascota sin correa. Hay quienes pueden hacerlo sin temor a que aparezca uno de esos seres mitológicos llamados automóviles y los atropellen. Después de medio minuto, comprendí que no vería a nadie en varios cientos de metros a la redonda, y que la insistencia del perro por treparme hacían indudable que se encontraba perdido.

Aborté la misión alimentaria para centrarme en la de regresar al pequeño con su familia. Caminé por ahí intentando ver a unos niños buscándolo o algún papel donde apareciera la combinación de palabras Se Busca. También pregunté a una señora que regaba el pasto si lo reconocía. Ninguno de los planes resultó satisfactorio, así que en medio del frío, y en vista de que mi nuevo compañero se encontraba al borde de la hipotermia, convine en regresar a casa para acomodar las ideas. De paso le daría un poco de comida al muchacho, sin olvidar ofrecerle un conjunto de paredes que amortiguaran el clima.

Ya que las croquetas no juegan un papel protagónico dentro de nuestra despensa, tuve que darle una serie de rebanadas de jamón de pavo que encontré en el refrigerador. Devoró cada una de manera sorprendente. La fracción de segundo que tardaba en tragarlas me hizo pensar que quizás no las mordía y que llegaban íntegras a su estómago. Después le puse un bote con agua que no se atrevió a lengüetear, debido tal vez a la formación educativa que recibió en sus primeros años de vida. No sería el primer animal refinado que me atravieso, ya antes he visto a gatos que se niegan a comer sin cubiertos y liebres incapaces de ir al orinar si no se les proporciona una habitación en la que puedan gozar de privacidad.

Me senté en una banca que tenemos en el patio delantero. De manera automática el perro saltó sobre mí y se acurrucó sobre mis piernas. Empezó a lamer mis manos y luego a mover su cabeza bajo las mismas. Lo acaricié. La verdad es que me cayó simpático. Hace tiempo no convivo de manera cercana con un solo cachorro, así que había olvidado lo nobles y cariñosos que pueden llegar a ser. Sin intención de polemizar, no creo que exista otra especie que se les compare. Cualquier persona que se sienta sola debe adoptar un perro antes de ir al psicólogo o concertar una cita a ciegas. Lo he visto con mis propios ojos, un perro cambia la perspectiva que se tiene de la vida volviéndola una aventura llevadera.

El plan era esperar unos días hasta que por las calles empezaran a circular esos papeles de Se busca que mencionaba atrás. Posiblemente se había perdido hace poco, así que preferible aguardar. Parte de mí, si soy honesto, deseaba que eso no sucediera. Viendo sus ojos empecé a crear una quimera donde recorríamos campos juntos y en donde lo adiestraba para orinar sobre el césped del vecino. Si bien el primer vistazo me hizo pensar de que se trataba de un terrier escocés, con un segundo análisis comprendí que se trataba de un Schnauzer obscuro, la raza de confianza en la familia. Lo interpreté como una de esas señales a las que uno se aferra a la hora de tomar decisiones, aunque en el plano objetivo no tengan ninguna importancia.

Tuve la urgencia de ir al baño así que lo puse en el suelo. Fue ahí cuando noté que hacía un ruido extraño al caminar. Una breve inspección me reveló la causa: debajo del suéter traía un collar y una placa. Vi que se llamaba Foxy, un nombre peculiar para un macho alfa. Tuve que replantear
lo que tenía ante los ojos y sí, en efecto, era una hembra. Con razón se veía tan fina, pensé. Según calculé, tenía entre ocho y diez meses. Era pequeñita.

Admito que la noticia me entristeció. La placa tenía una dirección y un número. Ya no podía pensar en quedármela, a menos de quisiera experimentar una fuerte dosis de remordimiento. Aun así confieso que lo pensé. No por ser un ladrón. Ya en el pasado he regresado varios celulares y carteras que me he encontrado. Si se hubiera tratado de un objeto cualquiera (por más valioso que fuera, pienso en una computadora portátil o un iphone) lo habría regresado sin siquiera pensarlo. Con un animal fue diferente, hubo varios factores para ello. De entrada me había encariñado. Bastaron unos minutos para que me rindiera ante Foxy. Hace mucho no me topaba con alguien así. Además la vi demasiado flaca, me pareció que en su casa no la alimentaban bien. Hasta llegué a tener una escena mental en la que la historia había comenzado con ella escapando de casa, donde la maltrataban y obligaban a lavar los platos. Por si fuera poco se mostraba agradecida y amorosa conmigo; nada asustada o con ganas de huir, así que no lo veía como un gran crimen. Podía darle un hogar, alimento y cuidado.

No obstante, de tiempo atrás sigo la filosofía de no hacer nada que no me gustaría que me hicieran. Pensé en sus dueños (odio la palabra cuando hay un ser vivo de por medio). Quizás fueran buenas personas y la estuvieran buscando. O quizás era la mascota de un niño pequeño que lloraba su ausencia. En el pasado viví la frustración y tristeza de la pérdida de perros y gatos que jamás volvieron a pesar de que ofrecimos altas recompensas. Lo supe entonces, la tenía que regresar. Tenía que regresarla a pesar de que el número telefónico de la placa estuviera fuera de servicio y que tuviera la tentación de aferrarme a ese otro indicio.

Lo hice horas más tarde. Quise que conviviéramos un último rato, detalle que hizo el final todavía más doloroso.

La casa no quedaba lejos. Salí con bufanda por la baja temperatura en el ambiente. Ya anochecía. La cargaba, que era mi forma secreta de darle un abrazo prolongado. Se acurrucó. Después de unas cuadras encontré su hogar, no muy lejos del lugar donde originalmente nos habíamos topado. Timbré dos veces. Una mujer preguntó quién era. Dije que había encontrado una perrita. ¿Qué perrita?, dijo. Una negra, dije. No respondió. Abrió la puerta. Me la quitó de las manos. Me contó que no se había dado cuenta de que había salido. No lucía preocupada. Me dijo que gracias. Le dije que la cuidara, pero creo que no me escuchó porque cerró la puerta sin responder.

Llegué a casa y la extrañé. Tal vez más de lo que esa señora —que ni estaba pendiente de ella— hizo jamás. En el fondo no quería devolverla. Me arrepentí. Un sentimiento común cuando tomas las decisiones correctas.


7 comentarios:

Mechicabota dijo...

=(

Quizás puedas pasar cerca de la casa y si la volvés a ver te la podés llevar sin remordimientos. En la foto se ve como te mira con cara de amor.
Ojalá ustedes dos tengan una segunda oportunidad.

Miucha dijo...

Espero que se le haga perdediza de nuevo para que te la quedes sin remordimientos nyo D:

Fernando dijo...

nunca pude tener perros, pero me parecio la idea ahora que me quedo solo en casa por 6 meses, a lo mejor puedo adoptar uno en forma temporal

S. dijo...

Deberías de ir a su casa y preguntar si realmente la quieren. Yo lo haría.
Por lo que escribes no parecen muy a gusto con su presencia
Ay :(

Gabby Neumann dijo...

¡Ve, regresa por ella, rescatala! Quizás la cosa es que se encontraran el uno al otro. Pero al menos puedes pasar por la casa a visitarla aunque sea de lejos o en todo caso a recolectar mas "señales"...
Los animales tienen un nivel de pureza que no logro asimilar, me hacen el corazón pequeño.

D. dijo...

A mí me hacen el corazón grande.

Kareve dijo...

Era lo que tenías que hacer porque un perro con placa la tiene para ser devuelto en caso de que se pierda. No cualquiera gasta en una placa ni en un sweater. A veces sucede que en una familia algunos de sus miembros son amantes de los perros y otros no. Mi abuela dejaba en la calle a los perros de mi tío para que se perdieran intencionalmente porque no le gustaban y no los quería tener en casa. Ojalá no sea el caso de esta pequeña. Aún así, la trataste bien y siempre te estará agradecida.