Algunos gramos de honorabilidad perdidos

¿A qué Jonny prefieren, Greenwood o Magallón?

Pedir un autógrafo es uno de los actos más patéticos del que el ser humano se siente orgulloso. Es un acto de sumisión (Oh gran iluminado, fírmeme la panza, se lo suplico) que te deja mal parado ante los ojos de la gente verdaderamente digna que queda en el mundo. Por eso lo que les voy a contar me da bastante pena, y podría mantenerlo en secreto, pero poniendo las cosas en la balanza resulta más conveniente actualizar el blog: después de todo no se trata de sólo postear hazañas épicas como acostumbro cof cof...

Como se supone deberían de adivinar (el párrafo anterior trae muchas pistas) el fin de semana pedí un autógrafo... bueno, dos. Y para hacerlo todavía más humillante fue a unos futbolistas de la liga mexicana.

En mi defensa diré que fue prácticamente obligado por las circunstancias. Verán, fue el viernes (¿o el sábado?) cuando a eso de las ocho de la noche me dieron ganas de tomar un café. Me sorprendí, porque llevaba meses sin ganas de tomar uno por cuestiones de problemas con el sueño. Decidí aprovechar para darle una nueva oportunidad al café y como tenía ganas de tomarlo en un vaso de plástico salí de mi casa rumbo a una de esas cafeterías raras donde ponen jazz. Había una relativamente cerca así que me fui caminando.

-Oye, el post era sobre unos autógrafos no sobre un capuchino

Ah sí. Les decía. Al salir de la cafetería, ya con el café en la mano vislumbré a pocos metros un grupo pequeño de personas vestidos de blanco y rojo. La curiosidad me llevó a acercarme a ver qué pasaba, ver gente vestida así (por fortuna) no es algo que se vea todos los días. Resultaron ser aficionados a las Chivas de Guadalajara afuera de un hotel. Le pregunté al más simpático de todos si se estaba llevando a acabo la convención anual de piratería chiva en esas instalaciones. Me dijo que no, que ellos estaban esperando ahí porque "El Rebaño Sagrado" se encontraba dentro. La ilusión de conseguir un garabato de alguno de ellos los tenía ahí.

Mi vaso con café estaba casi lleno, el temor de que el líquido se derramara por los costados si caminaba de regreso me obligó a quedarme con los fanáticos del equipo ese de Guadalajara, además el clima era agradable para estar parado en una banqueta. Pasaron unos diez minutos. Sale uno de los Jonnys que ilustran este post. Empieza a repartir autógrafos en varios lugares: posters, jerseys, balones... a una chica se lo da en un par de paracaídas que le cubrían el pecho del frío de la época. Magallón se me quedó viendo con ojos de borrego, como diciéndome "¿Te puedo dar un autógrafo?" Qué diablos pensé y le dije, -bueno para que veas que no soy malo, dame uno, pero para mi hermano menor al que le gusta el fubol. -"Sí, no se preocupe, joven" pareció murmurar y me lo dio amablemente.

El otro me lo obsequió un tal Omar Bravo, uno de los jugadores que peor me caen, pero ni modo que rechazarlo ahí enfrente de sus admiradores de ocho años. Aparte como los autógrafos no eran para mí, la indiferencia me arropó alejando la sensación de ridículo. Los jugadores incluso se querían tomar una foto conmigo, los rechacé porque iba despeinado.

Moraleja: Instalen Buscaminas en sus computadoras en vez de hacer cosas así.

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Si

Si hubiera estado ahí Steven Gerrard otra cosa hubiera sido, snif.

Si alguno de ustedes ha pedido autógrafos cuente su experiencia.

¿Si tuvieran la oportunidad de recibir el autógrafo de cualquier persona del mundo a quién se lo pedirían? (Yo a Dakota Fanning o Cuauhtémoc Blanco)