miércoles, 6 de enero de 2010

Llamada interrumptora de lectura.

Otra vez en la central de autobuses estoy sentado en la sala de espera mientras dan las ocho de la noche, hora en la que coincide la transmisión de los Simpson y la salida del camión que abordaré.

Como para eso faltan tres horas (mucha gente, pocos boletos) saco un libro y me pongo a ver los bordes blancos de sus páginas. Paso los minutos en un asiento de comodidad decente, cuando de reojo veo que hay alguien atrás de mí. Ya no hay dónde sentarse (ver información en el paréntesis anterior) así que, sea quien sea que esté de pie a mis espaldas no lo hace por gusto. Todo sigue en normalidad cientos de segundos después hasta que dicho personaje saca el teléfono portátil que traía escondido. Su voz es parecida a la que tuvo Juan Gabriel en sus tiempos menos masculinos (perido que abarca de 1950 hasta la fecha). Entonces empieza la diversión:

-¿Bueno? Mi amor, estoy en la central. En una hora sale mi camión pero no quería irme sin antes decirte cuánto te amo y que me considero un bendecido por haber compartido la cama contigo. Sí, te amo, preciosa. Nunca olvidaré cómo anoche te retorcías de placer pidiéndome que te cogiera. Bien que te gustaba, ¿verdad golosa? Claro, yo te vuelvo a marcar cuando llegue, te mando muchos besos para que los acomodes donde te los di ayer.

En ese momento cuelga y me pongo a reflexionar si la tal preciosa no será del llamado sexo fuerte. La voz del que llamó me hacía dudar que del otro lado hubiera alguien sin pelos en las piernas.

Luego de haber examinado minuciosamente los bordes del libro, me dispuse, ahora sí a leer las parte con letras que incluía. No pasó mucho rato hasta que Juanga volvió a usar su celular:

-Perdón, amorcito, pero estaba muy aburrido y no pude evitar volverte a marcar. Sí, ya sé, tú tranquila, no pasa nada. En serio que te amo con todo mi ser, todavía guardo el recuerdo de tus suaves pechos y de sólo pensarlo me dan ganas de volver a tocarlos. Quisiera estar contigo todas las noches, ahora sólo me queda el consuelo de que guardo parte de tu esencia, todavía estás conmigo, huelo mis manos y estás ahí con tu cuerpo insaciable. Recuérdalo bien.

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Dijo algunas cosillas más y luego colgó.Ya no me pude concentrar por andar imaginando las aventuras de semejante sujeto así que el tiempo se pasó más lento que de costumbre. Cuando llegó la hora de abordar, me levanté y lleno de ansiedad miré por fin al personaje. Para mi sorpresa, el tipo sin pudor a ventilar intimidades en medio de una sala de espera repleta, tenía el aspecto menos lujurioso del mundo. Era un señor canoso de unos cincuenta y ocho años de sombrero campirano y jersey de las chivas de Guadalajara.

4 comentarios:

Pixie dijo...

¬¬ Por supuesto que tenía la facha de ser un pervertido!!! ewww!!!! Imaginate que en vez de ser un hombre con el que hablaba, no era nadie... todo encaja....

cómo se llamara la filia dónde te excita que los demás escuchen tus conversaciones [inexistentes] con la persona que acabas de tener sexo????

Bigmaud dijo...

No sé cómo se llame esa filia pero seguramente el viejo ese la tenía. Si tan sólo hubiera sido mujer al menos hubiera sido sexy.

Ivette Yáñez Soria (ivi_yas) dijo...

Disdruté mucho la anécdota, en verdad me arrancó la risa, especialmente los paréntesis. Gracias por compartirla públicamente, lo que menos que se podía hacer dadas las circumstancias jaja.

Bigmaud dijo...

Ivette: Ya que el protagonista de la historia quería que todo el mundo se enterara, no me quedó más que contribuir a la causa.