domingo, 20 de noviembre de 2011

Si ni siquiera lo intentas

Acá por la casa hay una sucursal bancaria. Seguido paso caminando por ahí. Afuera, a las horas pico, hay un hombre que se pone a vender cinturones y carteras. Cada que lo veo está intentando venderle un producto a las personas que salen del cajero. El tipo me da un poco de lástima porque nadie parece comprarle algo. Es difícil que alguien que sale de un lugar semejante necesite de una cartera, se supone que ya la llevan y además se trata de un accesorio que rara vez necesita renovarse, a menos que la pierdas. Con los cinturones parece correr a misma suerte. Lo veo casi diario y sigue teniendo los mismos. Nadie se lleva uno solo. Desconozco cómo hará para mantenerse en pie. Supongo que tiene otro trabajo, uno que le permite alimentarse y pagar la renta. Vender mercancía debe ser una forma de tener un ingreso extra, uno que desde luego no tiene éxito.

El señor es ya mayor. Me da ternura. Las canas dominan su cabeza. Debe ser difícil ver a decenas de personas salir con fajos de billetes todos los días sin que ninguno se digne a comprar lo que les ofreces.

No obstante, el hombre comete un gran error. Nunca se fija en mí. Cuando camino por ahí, voltea hacia otro lado. Jamás me ofrece lo que tiene, aunque no haya ningún otro potencial cliente a la redonda. Lo que él no sabe es que yo necesito un cinturón. Tampoco sabe que tengo el dinero para comprárselo y las intenciones de hacerlo. Si se acercara y me tratara como a los demás, le compraría uno sin chistar. Pero como no lo hace, me abstengo. Él se lo pierde. Merecido lo tiene por irse con a finta. Por no intentarlo. Por dar la oportunidad perdida antes de que siquiera suceda. Cuando llegue a dormir por las noches debería reflexionar sobre por qué las cosas le están saliendo mal. Si logra encajar las piezas del rompecabezas, logrará ver mi imagen en sus sueños. Será entonces cuando se dé cuenta de que hay un comprador que está perdiendo de vista. Y al otro día vendrá a decirme que tiene un cinturón de excelente calidad para venderme. Pero quizás para entonces ya sea demasiado tarde, y yo ya tenga uno, comprado a un comerciante que ha tenido la gentileza de considerarme.

5 comentarios:

Sheliwirini dijo...

Eso le pasa al señor por no preguntarte a ti si deseas alguno de sus productos. Además, debería vender cosas más importantes como los algodones de azúcar. Los amo.

Saludos :)

Anónimo dijo...

jajaja q pok ya comprale uno !!!

Kareve dijo...

Se me figura que más bien vender cintos y carteras afuera de un cajero es el pretexto ideal para checar a la gente y la cantidad de dinero que sacan y luego comunicarse con su socio que unas cuadras adelante espera a los que no compraron cinto ni cartera con una arma punzocortante. Que bueno que no se fija en ti.

A.U dijo...

Que mal, pobre sr, pero igual te entiendo, a mi me molesta cuando entro a alguna tienda y todo el tiempo estan pegados a mi recordandome que están ahi para lo que necesite... pero igual odio cuando entro y prefieren ver las manchas del piso que decirme aunque sea un buenos días.

Este Sr me recuerda a uno que los jueves vendía en un mercado por mi casa cositas que nadie necesitaba, yo iba cada jueves y le compraba una cajita de seguritos para el cabello, pasadores creo que se llaman... No los necesitaba, nunca he aprendido a peinarme, pero me daba pena verlo ya muy viejo y solo :-(

Pasaron los años y supongo murió porque jamás lo volví a ver, a veces me acuerdo de él.

Bigmaud dijo...

Sheli: ¿Sí? A mí no me gustan, demasiado rositas...

Anónimo: En cuanto me pele, snif.

Kareve: ¡Me agrada ese pensamiento suspicaz! Eres de las mías... Bué, el tipo no está justamente afuera del cajero, lo dije así para dar cierto efecto y no he sabido de casos recurrentes de robo por aquí, así que lo dudo, pero tendré cuidado.

A.U: Sí, los vendedores que no te dejan recorrer la tienda son bastante fastidiosos, y al mismo tiempo uno quiere un poco de atención, no tener que andar detrás de ellos si a uno le surge una duda.

Lo del señor que cuentas es trágico, creo que todos tenemos una historia parecida. En fin, una pena.


Saludos!