domingo, 12 de junio de 2011

Los vecinos llevaban pan

Unos patos protagonizan la única foto decente que tomé en el semestre donde llevé la materia de Discurso y Técnica Fotográfica. La conseguí con la cámara de Vian (que no es Boris, por si se lo preguntaban, en primer lugar porque es mujer). No es la gran cosa, le daría un 6 de calificación. Lo que pasa es que el resto de las que llegué a tomar eran una verdadera desgracia. No estuve enganchado a la materia, con todo y que era de las que llamaba mi atención cuando elegí la carrera. El maestro era un tipo al que le apasiona la fotografía con el que, sin embargo, no logré conectar. No es culpa suya, honestamente ya casi todo me aburre y en sus clases, mientras los demás se peleaban por acaparar las pocas cámaras que había, yo me quedaba sentado en algún rincón con los audífono puestos. Aprovechaba para intentar recordar lo que había soñado la noche anterior.

Uno de los primeros recuerdos que tengo relacionado con los animales, tiene que ver con patos también. Tenía yo seis años cuando mi familia me llevó a un parque. Recuerdo un lago enorme. Le pregunté a mi madre que cómo le hacía el barrendero para tener el agua tan limpia. Ni una basura se veía flotando por ahí. Parecía el mar en grisáceo y con mejor clima. Cerca de ahí estaban unos pájaros que emitían sonidos extraños. La gente les echaba pan y ellos competían por comerlo. Algo bastante simpático aunque, como siempre, tendía a poner más atención en los derrotados, en los caídos. Noté que había patos que no lograban atrapar una sola migaja. Eran seis o siete los abusados que acaparaban la comida que se les daba. Nadie parecía darse cuenta, excepto yo. Las señoras reían. No les importaba cuál de los patos se zampara el pan, y menos cuáles se quedaban sin probar bocado. Lo único que parecía interesarles era el espectáculo en sí: no alimentar, sino ver en aquellos animalitos un entretenimiento cualquiera.

Le pedí a mi madre que me diera una rebanada de pan. Lo tenía claro: debía darle de comer a cierto pato que estaba más flaco y pequeño que los demás. Era uno que se quedaba rezagado frente a la competencia de una treintena de camaradas. El pobre la tenía difícil entre tantas aves atléticas. Ese pato era como yo, me sentía identificado con él, había un vínculo entre nosotros. Al igual que él no me gustaba despeinarme ni meterme entre la muchedumbre. Esperábamos nuestro momento aunque desafortunadamente éste jamás llegará.

Sin avisar, con el pan en la mano, opté por acercarme a la zona plumífera. Mi pequeño amigo estaba ahí atrás, algo despistado, volteando hacia ambos lados, como esperando ver algo de alimento que nadie hubiera notado para poder desayunar. Avancé con seguridad, sonriendo. Estaba contento de poder ayudar a un ser al que le había tocado llevar una vida desfavorable. Competía en aquel entonces con la bondad de la Madre Teresa. En esto estaba cuando que me vi obligado a retroceder al escuchar el particular cuac-cuac violento por parte un puñado de patos. Los miserables no me dejaban pasar, perdí de vista al que quería alimentar. ¡Los muy miserables me estaban persiguiendo! Como aún no adquiría experiencia suficiente en materia parqueril, emprendí la huida sin soltar el pan, lo que provocó que no me dejaran en paz. Mis padres se habían quedado distraídos unos metros detrás. Recordaron mi existencia hasta que me vieron correr a lo lejos con unas fieras hambrientas a mi estela. Yo estaba francamente atemorizado.

4 comentarios:

Daralí dijo...

Cerca de aquí hay un canal con patos. Cuando iba a pagar el recibo de Luz y Fuerza (RIP) pasaba a alimentarlos y también procuraba a los débiles. ¡Al patomóvil, Maud!

Ojalá se los lleven en invierno.
Cuac.

Juan Ramón V. Mora dijo...

A mí me ha pasado con palomas. Un día Kareve y yo las estábamos alimentando cuando vimos que una tenía una pata chueca (a la que con genialidad sin par bautizamos como "chuequina")y ninguna de las otras la dejaba comer. Lo bueno es que los seres humanos no somos así.

Atte: Juan Ramón.

Miucha Malicieux dijo...

A mi me pasó lo mismo D: lo bueno que en ese tiempo sabía trepar árboles... Me quedé arriba de uno como por hora y media, aff.

Bigmaud dijo...

Dara: ¿Crees realmente que les guste tanto el pan? Puede que lo coman sólo porque no les queda de otra. A mí, por ejemplo, no me gustaría comer tanto pan, sólo si estuviera muy hambriento.

Compañero: Pobres palomas, suelen ser víctimas de maldades por parte de niños estúpidos. Chuequina pudo ser una víctima.

Miucha: Jamás llegué a pensar que existiera algo que te diera miedo...¡Y menos que fueran los patos!


Saludos.