domingo, 26 de septiembre de 2010

Diseñadora de miedos

Gabriel había dejado su casa después de muchos años. Esto no es una historia de rebeldía. Se fue con su madre. Y con el gato. Llegó a otra ciudad. Era diferente, quizás más familiar. Aterradora en consecuencia. De vez en cuando regresaba al lugar de donde lo habían hecho escapar. En cierto hueso lo extrañaba. En el corazón no. En la mente sí. No sabía, no sabía. Tenía familia allá, y gran parte de sus pertenencias se habían quedado también. La cama en se había acostado durante años ahora estaba abandonada casi siempre. La vieja televisión había dejado de sintonizar. ¿Qué es una habitación vacía? Tanta gente sin un lugar donde dormir y el tenía dos lugares donde hacerlo. Sin embargo no lograba hacerlo del todo bien en ninguno. Nadie duerme mientras piensa.

Los pocos días que pasaba por allá culminaban siempre de la misma manera: su madre llevándose hasta el polvo.

-Señora, tendré que cobrarle por traer exceso de equipaje.

En antigua casa había dejado mucho, toda una vida. Gabriel se daba cuenta de ello. Era el colmo. No sólo cargaban con maletas. También llevaban lámparas, cuadros, paquetes de papel higiénico y hasta cajas de cereal y una penca de plátanos para que "no se echaran a perder". El show era extraordinario. Ya eran famosos en la terminal de autobuses. Una vez los revisaron porque entre tantas toneladas de cargamento seguro había un poco de droga. Pero no era sí. Podrían llevar un reproductor de dvd, pero 100 gramos de coca eran demasiado pesados para alguien como ellos.

¿Serían conscientes de que cargaban con tanto porque extrañaban el lugar de donde venían?
Yo creo no.

1 comentario:

Yareli dijo...

"Cantamos lo perdido" diría Machado, en su caso "cargamos" más bien.

Un abrazo.