Alarmado luego de una noche donde el sueño se apropió de mis horas, corrí a la libreta más cercana de la cama para apuntar lo que recordaba de esa... ¿pesadilla?. Esto fue lo que quedó:
Estaba en una fiesta donde todos llevaban puestos vestidos largos, incluyendo los hombres que redondeaban su aspecto con cócteles de colores desbordantemente lésbicos. Yo era el único que vestía normal gracias a mis pantalones de mezclilla y a una camiseta con un mensaje que incitaba a la violencia el cual no recuerdo con precisión. Se trataba de una reunión previa al concierto que Madonna (una cantante norteamericana célebre por ser mujer) daría en el estacionamiento del centro comercial que se ubicaba bajo la suela de nuestros zapatos. Como todo estaba tan aburrido consideré la idea de alejarme del lugar en busca del alimento que nadie me ofrecía ahí. Para beneplácito de mi pereza, apenas dando una vuelta de 180 grados me encontré con un 7 eleven para abastecerme de provisiones. En la compra de un par de refrescos de dos litros no retornables te regalaban cobijas importadas de Dinamarca, oferta claramente tentadora que rechacé porque me moría de calor. Agarré un par de cosas, las pagué y me salí.
Ya en el estacionamiento donde habían doscientas personas (o doscientas uno, no lo recuerdo) me dispuse a ingerir mis sagrados alimentos entre los cuales se encontraba una rebanada de pan negro. Y es ahí cuando apareció Obama (un presidente norteamericano célebre por ser hombre) que junto con un grupo de guardaespaldas me acusaron de racista sólo por mordisquear ese vergonzoso pan. -¡Atrápenlo, se está comiendo un pan negro!- Decían, y yo corría y corría hasta toparme con una pared (blanca) para luego despertar.
Estaba en una fiesta donde todos llevaban puestos vestidos largos, incluyendo los hombres que redondeaban su aspecto con cócteles de colores desbordantemente lésbicos. Yo era el único que vestía normal gracias a mis pantalones de mezclilla y a una camiseta con un mensaje que incitaba a la violencia el cual no recuerdo con precisión. Se trataba de una reunión previa al concierto que Madonna (una cantante norteamericana célebre por ser mujer) daría en el estacionamiento del centro comercial que se ubicaba bajo la suela de nuestros zapatos. Como todo estaba tan aburrido consideré la idea de alejarme del lugar en busca del alimento que nadie me ofrecía ahí. Para beneplácito de mi pereza, apenas dando una vuelta de 180 grados me encontré con un 7 eleven para abastecerme de provisiones. En la compra de un par de refrescos de dos litros no retornables te regalaban cobijas importadas de Dinamarca, oferta claramente tentadora que rechacé porque me moría de calor. Agarré un par de cosas, las pagué y me salí.
Ya en el estacionamiento donde habían doscientas personas (o doscientas uno, no lo recuerdo) me dispuse a ingerir mis sagrados alimentos entre los cuales se encontraba una rebanada de pan negro. Y es ahí cuando apareció Obama (un presidente norteamericano célebre por ser hombre) que junto con un grupo de guardaespaldas me acusaron de racista sólo por mordisquear ese vergonzoso pan. -¡Atrápenlo, se está comiendo un pan negro!- Decían, y yo corría y corría hasta toparme con una pared (blanca) para luego despertar.
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